Albares de la Ribera - Leon

Manuel R. Pascual regresa al mundo pastoril con un libro de viajes: ‘De Babia a Sierra Morena. Un viaje ancestral’


Fulgencio Fernández / León

Es el último trashumante, pero no tiene ovejas. Recorre una y otra vez las cañadas, visita a los pastores, sube a los puertos en verano... pero no tiene ovejas. Es Manuel Rodríguez Pascual y a él le debemos que todo el mundo del pastoreo y la trashumancia ya sea eterno, pues lo ha dejado contado, estudiado, fotografiado... en varios libros que son una referencia inevitable y ineludible. Y, sin embargo, no le viene de tradición, así lo recordaba él cuando fue nombrado Pastor Mayor en Barrios de Luna. “Yo nací en León capital, pero siempre me interesó el mundo rural. Esa inquietud me llegó gracias a mi padre y de su pueblo, Fresno de la Vega, pero fue en el año 1987 cuando realmente comencé a investigar este mundo por azar. Un compañero de trabajo y yo nos plantamos el 15 de junio en la estación del Burgo Ranero esperandoun tren trashumante y pedimos permiso para acompañar al rebaño hasta Lois. Fueron 100 kilómetros y cinco días en los que estuvimos conviviendo con ellos cada instante. Me di cuenta que ahí había una historia muy grande que contar. Luego sucedieron otros viajes por cañadas de León, pastos extremeños y manchegos, cañadas...”.
De las experiencias hizo libros y estos días llegará a las estanterías uno nuevo, otra experiencia para él, un libro de viajes: ‘De Babia a Sierra Morena. Un viaje ancestral por la Cañada Real de la Vizana o de La Plata y otras vías pecuarias’, en la que vuelve a contar con la colaboración del fotógrafo Fernando Fernández y la editorial Wenaewe.
Un libro que explica perfectamente Román Álvarez, decano de la facultad de Filología de la Universidad de Salamanca y también Pastor Mayor de los Montes de Luna. “En este libro se opera una intersección de historias y memorias que nos remiten a la idea de que viajar nos pone en relación con lo extraño, con lo que no nos es familiar. Pero quien esto suscribe sí se siente identificado con los contenidos y con el mensaje que subyace. Paisaje, paisanaje y toponimia brotan en estas páginas arropados y adobados por tal prolijidad de detalles que hacen aflorar todo un cúmulo de evocaciones y recuerdos. Manuel ha sabido extraer, con su proverbial afabilidad, datos que los pastores guardaban en su memoria, materiales con los que acaso forjaron algunos de sus sueños más íntimos y personales, vivencias con las que el autor entreteje todo un haz de historias”.