EL DIARIO DE LEON.-Las dos escobas del carbón Las dos escobas del carbón Los veteranos de la Marcha Negra de 1992 recibieron bajo un arco de cachavas a los mineros que han heredado su protesta y propiciaron encuentros de padres e hijos como el de los dos hombres-escoba 24/09/2010 carlos fidalgo | ponferrada Hace 18 años barría la Marcha Negra hacia Madrid. Caminaba al final de la fila con una rama de escoba a la espalda y recogía los últimos aplausos. Hoy es su segundo hijo el que avanza con una escoba seca y anima a los rezagados. Cuando ayer se encontraron en la glorieta del parque del Oeste de Ponferrada, bajo un arco de bastones, los dos se echaron a llorar. Doscientos veteranos de la primera Marcha Negra recibieron a media tarde de ayer en la capital del Bierzo a los doscientos caminantes de la nueva marcha del carbón que partieron el martes de Villablino. Cachavas en alto, con los cascos de 1992 sacados del armario, como reliquias, y con el sonido de un acordeón de fondo, los viejos abrieron un pasillo a los jóvenes, los padres a los hijos. Y cuando llegó el momento del abrazo entre José Antonio Gómez, escoba verde en la espalda y jubilado desde el 2003, y su hijo Daniel, escoba seca en la mochila, de 23 años y toda una vida por delante hasta que alcance la edad de jubilarse, se les humedecieron los ojos a los dos. No era para menos. José Antonio quiso aprovechar el momento para recordar a su otro hijo, José Manuel Gómez Monteiro, que falleció el 20 de junio del año pasado al precipitarse por una escombrera del cielo abierto de Fonfría, en Caboalles de Abajo, el camión dumper que conducía. Y aunque Daniel sabía que la fotografía de su hermano mayor iba a aparecer en la camiseta de su padre, la emoción, los gritos, los aplausos, el acordeón de Manuel Cadenas, otro veterano del 92, se conjuraron para que las lágrimas de Daniel fueran imposibles de contener. «Le pedí permiso», explicaba su padre cuando la marcha ya penetraba en el centro de Ponferrada. «Sabía que su hermano querría haber estado aquí». La llegada de la Marcha Negra a Ponferrada dejó otras historias de padres e hijos menos dramáticas, como la de Plácido Nilo Álvarez, de 52 años, grabando con una videocámara el recorrido mientras su hijo Jairo caminaba unos metros por delante con la misma cachaba de que había usado su padre. Veinte años no es nada. Lo decía otro veterano del 92, Argimiro Manso, que tampoco creyó que alguna vez tuviera que volver a sacar a la calle su viejo casco de la primera marcha. «Esta es la última puntilla de la minería. Esos 20 años que nos decían que duraría, ya están aquí». |