Bedmar y Garcíez - Jaen

Identidad y relevancia III
En el año 313 d.C. el emperador romano Constantino promulgó el edicto de Milán que concedía la libertad religiosa a los cristianos. Unos años más tarde su sucesor Teodosio convertía al cristianismo en religión oficial; se consumaba el control político de lo cristiano. Los bárbaros amenazaban el imperio y el maridaje de intereses se proyectará durante decenas de siglos en lo que se llamó la cristiandad.
Hoy, 2010 d.C., la iglesia tiene la misma razón de ser: su misión es llevar el mensaje a todos los hombres de manera que entiendan la buena noticia de Jesús. No solo ha de proclamarlo sino que su lenguaje y testimonio debe ser comprensivo, concreto, encarnado en la cultura de cada pueblo, relevante y significativo, efectivo y transformador. Es obligatorio para ella y ha de hacerlo sin perder su identidad, es decir, conservando su credo, su originalidad, su diferencia. Sin diluirse, ni confundirse con lo temporal y cambiante, con la ideología, la cultura, la política etc., del momento presente. Un equilibrio difícil que obliga a una continúa revisión y reflexión. Es, valga el ejemplo, cubrirse con las vestiduras de la época y al poco recambiarlas para seguir con ropas apropiadas. Es, también, aquello del diálogo fe y razón que busca exposiciones y síntesis coherentes entre el misterio y la realidad. Discriminar entre la tradición con minúscula y la tradición con mayusculas, aquello que puede desechar o cambiar y lo que tiene que guardar.
La Iglesia debe acomodarse, mundanizase, hacerse popular hasta el punto que deje de ser impopular. Lo que ocurre es que el cristianismo tiene un mensaje exigente y de máximos éticos que al generalizarse pierde autenticidad y calidad; su punto culminante de desviación sucede cuando alcanza lo de "religión oficial". Es decir, tiene máxima relevancia, colocándose en el extremo de su identidad. En ese momento el peligro es grave: la provisionalidad de los regímenes políticos, sus ideologías y otras estructuras sociales y culturales arrastran en su inevitable decadencia a la iglesia causándole graves desgarros y daños; pierde libertad: es instrumentalizada por el poder y sobre todo, es infiel a su misión. Un buen ejemplo seria el reciente nacional catolicismo donde la política y la religión fueron a la par en una difícil coyuntura histórica; un anacronismo a pesar de su aportación como factor clave en el tránsito pacífico hacia la reconciliación y la democracia. O, también, aunque parezca contradictorio lo que se ha llamado teología de la liberación e intentos parecidos que no son sino la búsqueda de un mensaje trasformador y significativo. En el caso opuesto, es decir, desde una postura identitaria frente a un orden político hostil, podríamos poner el ejemplo de la Polonia de solidaridad, o los movimientos de las iglesias cristianas que facilitaron la oposición y la caída del muro de Berlín. Actual es el conflicto del clero vasco, muy relevante frente a un nuevo obispo identitario, en oposición al anterior, o viceversa; aquí los extremos se tocan.
El caso paradigmático de búsqueda de relevancia es el Concilio Vaticano II donde la Iglesia universal hizo un enorme esfuerzo de renovación, clarificación, de liberarse de las antiguallas, de las tradiciones con minúscula. Se conoció como “aggiornamiento”, de hacerse "moderna" –insisto- entre comillas. En los primeros años, los cambios fueron espectaculares y rápidos; en las últimas décadas, el movimiento se ha parado y para muchos se ha invertido. El motivo, podría ser la búsqueda del equilibrio, para corregir errores, o sencillamente, miedo.
El peligro es afirmase en demasía en una falsa identidad, cuyos efectos más extremos y negativos son el fundamentalismo, el integrismo. Se expresa en un clericalismo excesivo y desconfiado: Su mensaje se vuelve incomprensible y con poco testimonio. Cristianismo aburguesado, sin nervio, sin celo misionero, que se mira el ombligo, entretenido en frías liturgias crípticas o elitistas, justificando su pecado con anatemas defensivos. Sus discursos se vuelven moralina, sin fuerza transformadora o profética, sin argumentos, sin apología, sin diálogo con la cultura. Los más comprometidos se buscan la vida en movimientos de base de distinto posicionamiento. El pueblo llano lo encuentra en una religión a la carta, o si lo quieren en buffet libre; un poco de todo: religiosidad popular, romerías, diversiones, procesiones, y los sacramentos en orden al rollo social y consumista...decadencia y sincretismo.
Para salir de este círculo contradictorio, tan herético, es acentuar un extremo como el otro.
En esta dialéctica entre identidad y relevancia, el criterio de la Iglesia no depende, ni de lo humano por apremiante, ni de la realidad y sus circunstancias, u otros motivos. El referente, el interpretador, el revelador de lo oculto, la luz que ilumina la confusión no es sino el Crucificado; es la señal en el laberinto. Supone, para muchos una locura, una necedad que esto lo resuelva un hombre asesinado en un madero. Hablamos de Aquél que es tan idéntico a sí mismo como diferente a todo; tan libre, tan extremadamente significativo; es decir, el Verbo hecho carne; aclamado e impopular; tan débil y tan poderoso; pobre e inmensamente rico; Rey y esclavo; Señor y siervo; tan mundano como espiritual; tan normal como extraordinario; tan laico como religioso, tan hombre como Dios, es decir, Jesucristo.
En el momento actual la iglesia, tiene en su descargo y defensa que sufre un ácido ambiente social; una hostil política, unida a la cultura actual cada vez mas incrédula y pagana.
(Pero esto lo dejamos para otro día)

Gracias por estas lecciones de historia, de humanidad y sobre todo de estas ideas tan claras. Una buena dosis significativas, de todo lo que nos rodea en torno a esta religión. Se están perdiendo los papeles, se están perdiendo los valores morales y éticos que por circunstancias y por esta sociedad que se está acostumbrando a correr, no nos damos cuenta de valorar, y sobre todo de tener nuestra propia identidad. O lo que es peor no nos dejan tenerla. Sigue, de vez en cuando con algunos de estos mensajes, hacen reflexionar, le pese a quien le pese. GRACIAS.

viva el folleteo.

Este seguro que es Sócrates que ve que no le hacemos caso y escribe como anonimo,cuando nos desvelaras tu identidad. Me parece que tienes miedo de que te descubramos y nos riamos de ti por el pueblo

viva el folleteo a cuatro patas.

tienes el mismo gusto que mi perro, amante cuadrupedo

viva el 69.