HISTORIAS PARA CONTAR-11 CON OLOR A ALCANFOR. Un chaleco con olor a alcanfor, colocado entre la mucha ropa olvidada del baúl, me transporta a muchos años atrás... Ángeles, Carmela, Fabiola y María eran pequeñas, menudas, vivarachas, intranquilas, y con una vitalidad tan grande, que la quietud de la tarde, sin nuevas perspectivas, se les antojaba un panorama poco atractivo para sacarle jugo. - ¿Hacemos teatro?-pregunta Ángeles, siempre dispuesta a pedir las colchas viejas y montar el tablao. - ¡Uhh...teatro!, hicimos la semana pasada y no tengo ganas otra vez...- añade María, siempre tan responsable y comedida. - ¡Y qué hacemos entonces?...pregunta Fabiola, levantando los hombros.- Mi madre tiene lana de colores que le ha sobrado, le he preguntado que qué va a hacer con ella, y me ha dicho que ya verá. Lo mismo nos la deja... - Pues yo he visto arpillera, tela de saco, en mi casa...¡creo que ya sé lo que vamos a hacer!- exclama Ángeles con los ojos muy abiertos. - ¿Qué se te habrá ocurrido ahora?- pregunta Carmela, resignada a escuchar las propuestas “ingeniosas” de Ángeles, que siempre maquina alguna cosa. Ángeles expone el plan, y cada una de ellas se dirige a su casa con una encomienda, quedando en verse cuanto antes, en la calle “Las Peñas”, en la puerta de la casa de Ángeles, para realizar la actividad que las entretendría toda la tarde en la cámara de la casa. Se han provisto de lana, agujas, tijeras y arpillera , elementos suficientes para hacerse un chaleco con grandes flecos, y un letrero en la espalda en el que había que pensar qué poner. Después de muchas propuestas desechadas, de ideas geniales pero inservibles, de aportaciones que les hacían reír...llegaron a la conclusión que lo que iban a poner en la espalda del chaleco, y que les iba a servir de referencia en la posteridad, iba a ser el nombre de las cuatro...An...Car...Fa...Ma... ¡Claro! La primera sílaba del nombre de cada una... ¡Suena bien! ¡Pues manos a la obra! Y fue así, como al caer la tarde, se paseaban por las loberas, por la carretera, por las calles, por el Pilar... con su chaleco puesto, disfrutando de pasear su emblema por el pueblo, el cual pasó, seguramente, desapercibido, aunque su inocencia les hiciera creer que eran objeto de miradas. Guardo de nuevo el chaleco en el baúl y, cerrando su tapa, pienso con nostalgia cuántas vivencias guarda con olor a alcanfor.
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