Cronicas de antaño.... -Yo hago de “borrico” dijo Alfonso a los cinco guerreros que en esa tarde De primavera nos encontrábamos en el “atrio” dispuestos a jugar a la Piola. A saber Vidal, Francisco, Juan, Alfonso y yo (Josa). Alfonso hacia muy buen “borrico” era alto y fuerte y podías tomar carrerilla y saltar con confianza sabias que no se “jinglaria”. Otros en cambio no te daban esa confianza. Juan era el “ mano” (primero) después me tocaba saltar a mi detrás saltaba Francisco y Vidal era el “guerro” (ultimo). -A la una mi borrico fuma cantó Juan saltando por encima de Alfonso y todos los demás hicimos lo mismo. -A las dos barro el esportón……. -A las tres, tres crucetas a la vez ¿antes o después? -A la cuarta culá que te parta……….y te dejabas caer encima -A la quinta el espolique si te pica que te pique….y con el talón dabas una coz. En esas estábamos cuando se abrió la puerta de la casa del Cura y apareció D. Ramón el cura del pueblo.Todos nos quedamos en silencio y dirigiéndose a Nosotros dijo tu, tu y tu (Afonso, Vidal y Yo) veniz con migo. Nos miramos sorprendidos y le seguimos. Nos llevó a la Sacristía donde estaba Virgilio el sacristán y nos enfundó una especie de camisón de color rojo que nos Llegaba asta los pies y encima nos enfundo otro con las mangas muy anchas pero este nos llegaba asta la ingle y era de color blanco. A mi y a Vidal nos dieron una vara de casi dos metros de alta muy ennegrecida por el uso de tantas manos que la habían tocado, y que en lo alto tenia como una alcachofa de metal de color dorado, a Alfonso como era mas alto y fuerte le dieron otra vara aun mayor que en vez de alcachofa tenia un crucifijo grandote. Salimos de la iglesia Alfonso con la cruz delante, detrás D. Ramón vestido Para las ceremonias, Vidal aun lado del cura y Yo al otro. Anduvimos por varias calles asta que llegamos a una casa donde había un difunto el cura rezó y echó agua bendita sobre el ataúd, después los familiares del difunto se echaron al hombro el ataúd y caminamos en procesión asta la iglesia. Alli estos tres guerreros aguantamos toda la misa y nos acordábamos de que tal vez nuestros colegas andarían jugando a los “indios” por los “riscos” y cuevas del calar. Desde aquel día ya procuré enterarme de cuando había entierro no aparecer por el atrio. Saludos JOSA.
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