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España > Ciudad Real > Manzanares
12-01-15 10:59 #12420153
Por:CIUDADANO22

Sobre el ateismo
Buenos días, de nuevo, Donnadie.

No puedo estar de acuerdo para nada con el escrito y no puedo hacerlo porque me siento profundamente religioso y creyente, por lo que esta premisa hace que mi distancia con el contenido del escrito sea abismal.
Voy a intentar desmenuzar poco a poco el escrito y, al mismo tiempo, analizar lo que a mí me dice y lo que yo creo, frente al mismo. No va a ser tarea fácil ya que es bastante largo, supongo que, además muy estudiado, y está escrito por un psicólogo, cosa que yo no soy, por lo que trabajillo me va a costar, pero vamos a ello.

“La religiosidad es una racionalización, es decir, es la manera en la que nos mentimos a nosotros mismos o nos autoengañamos para proteger nuestra mente de una realidad que no podemos asumir. Como el hecho de que nuestra mente es un subproducto de una parte del funcionamiento cerebral”.
Para mí, la religiosidad no es ninguna manera de mentirme a mí mismo ni de autoengañarme para proteger mi mente de una realidad que no pueda asumir. El dar esto por cierto no es sino dejar de comprender una parte muy importante de la realidad. Y, en concreto, lo más elevado.
El creer esto, te lleva a poder alcanzar sólo una visión muy superficial de la vida humana: lo que se ve, se oye, se come, engorda, enferma, etc. Pero el hombre es bastante más que una máquina que procesa comida, trabaja y se reproduce. Quien pierde el espíritu humano (lo más valioso del hombre) pierde mucho (y la relación con Dios es la expresión más alta del espíritu humano).


“Se trata de un mecanismo de defensa psicológico sin el cual muchas personas vivirían su vida de manera traumática al no poder dotarla de sentido. Esta es la razón por la cual la formación y el conocimiento no son suficientes para evadir la necesidad de esta racionalización. El miedo es la base que mueve esta maquinaria de protección. El miedo a asumir nuestra objetiva finitud existencial; a reconocer que no somos la creación de nadie o que nuestro organismo no es mas que una maquinaria compleja producto de una muy larga evolución basada en la selección de las mejoras del azar”.
Empezando por el final, ¿te has puesto a pensar que la maravilla y la complejidad del ser humano, de nuestro cuerpo, puede ser fruto únicamente del azar?
Para mí, mi vida tiene pleno sentido por lo que no es el miedo quien la mueve. Respecto a lo del miedo a no poder asumir nuestra finitud existencial, decirte que ese miedo solo lo siente aquel que no cree en Dios ya que si crees en Él, la finitud existencial no existe pues por encima de todo está la Esperanza en el “más allá” y esta esperanza no es cristiana, ni musulmana, ni tibetana, etc. es universal como lo pone de manifiesto la Historia de la Humanidad, hasta el hombre primitivo, sin que nadie le hablara de Dios, ya pensaba en un Ser Superior.
Referente a la necesidad de esa racionalización, te diré algo que siempre he pensado cuando alguien se suicida, para mí lo que hace es coger la postura más fácil y egoísta, pensando exclusivamente en él, el suicidio no es un acto de valentía, sino de extrema cobardía.


“A partir de aquí no es difícil deducir que las personas religiosas lo son porque tienen miedo a la vida, a aceptar la realidad objetiva porque dicha realidad compromete su esquema mental del mundo, un esquema que protege su existencia más allá de la vida y le otorga un objetivo, y sin el cual su particular mundo se desmoronaría y perdería su sentido”.
Las personas religiosas no lo son porque tienen miedo a la vida, antes bien te diría que las personas no creyentes pierden, además, la trascendencia y su vida queda así encerrada en la “cárcel” de este mundo. Podrá disfrutar muchas cosas, divertirse, etc., pero su vida -considerada globalmente- se ha convertido en un camino hacia el cáncer o la vejez y la tumba. Es duro, pero no cabe esperar otra cosa.
Pierde el sentido más profundo del amor, que sin espíritu queda reducido a mero placer. Se le escapa el sentido más profundo de la vida (para qué vivo, dónde voy…). No sabe de dónde viene ni adónde va. No es capaz de alcanzar lo único que, en definitiva, realmente importa. No tiene una sola respuesta para los problemas cruciales de la existencia humana. Como reconocía un premio Nobel español, agnóstico, lleno de tristeza hacia el final de su vida: “no tengo una sola respuesta para las cosas que realmente me interesan. Soy un sabio muy especial. Un sabio que no sabe nada de lo que le importa”.


“Cuando esta racionalización se restringe al ámbito personal, todo se queda ahí y no implica ninguna otra consecuencia ni tiene mayor trascendencia. El problema radica en que al tratarse de una necesidad psicológica de protección, el autoengaño puede ser insuficiente para protegerse psicológicamente, pues uno mismo puede llegar a dudar de su propia creencia si los demás no la comparten y de ahí surge la necesidad de conseguir difundir el autoengaño a otras personas”.
Nada más lejos de mi intención, ni ahora, al comentar esto, ni en ninguna otra ocasión en la que haya podido hablar o escribir de religión o de religiosidad he intentado difundir mis creencias religiosas ni mucho menos ese “autoengaño” del que ahí se habla. Las razones son múltiples y muy claras, para mí no existe esa necesidad psicológica de protección, el autor parte de una falsa premisa. En mi escrito anterior te decía: Voy a poner una única condición y es que ninguno de los dos intentará convencer al otro de sus creencias y sobre todo que seremos respetuosos en nuestros escritos. Si yo no soy capaz de cumplirlo o veo que tú no lo haces, abandonaré el hilo de inmediato.

“Cuantas más personas compartan el mismo sistema de creencias mayor seguridad sentirán cada una de ellas en que su autoengaño es cierto y de esta forma, amparándose en su cualidad numérica, terminan haciendo verdad sus racionalizaciones consiguiendo la seguridad psicológica que necesitan sin tener que cuestionársela. Es así como consiguen dejar de percibir su autoengaño como tal para ser percibido como una verdad incuestionable, si bien, siempre se fundamenta en un dogma y no en evidencias. Si no fuera por lo común del mecanismo sería indistinguible de un trastorno delirante de naturaleza psicótica. Es ahí cuando la frase "es increíble lo que se parecen la estructura de la religiosidad a la de la locura" cobra todo su sentido”.
Las aseveraciones que se hacen en este párrafo son como para poner de “mala uva” a cualquier persona que se sienta creyente pues nos trata poco menos que como a “ovejas” con lo de la cualidad numérica. En lo relativo a que la estructura de la religiosidad y de la locura se parecen, puedo estar de acuerdo con el autor pero por razones muy distintas a las que él esgrime y yo, desde luego me quedo con la locura que se manifiesta en el escrito que te pongo a continuación que en la del escrito del Sr. Cuenca Cáceres.

VIVO SIN VIVIR EN MÍ

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.


“Por otra parte, cuanto mayor sea la necesidad de seguridad requerida por una persona, más proclive será al fanatismo y esto a su vez genera mayor necesidad de imponer sus creencias a los demás y a ser más intolerantes con quienes cuestionan sus ideas fanáticas. Esta intolerancia extrema a la divergencia de opinión es una reacción de defensa ante lo que ellos perciben como una amenaza, pues cualquiera que cuestione sus creencias pone en riesgo su propia estabilidad psicológica, lo que supone un riesgo que no pueden tolerar. Este mecanismo explica la mayoría de los conflictos religiosos que tantas vidas han costado. Muchas personas a lo largo de la historia han sido conscientes de este mecanismo de protección psicológica y ha sido utilizado inescrupulosamente para obtener dominio y control sobre la conducta de estas personas que son fácilmente manipuladas apelando a sus miedos. Las instituciones religiosas son el paradigma de esta empresa de la manipulación social que sigue vigente aún en nuestros días, pero también existen otras fórmulas que consiguen parecida manipulación basándose en los mismos principios. Astrólogos, curanderos, homeópatas, futurólogos y toda esta serie de pseudocientíficos son buen ejemplo de ello. Y es que, después de todo, la realidad sigue su curso a pesar de nuestras creencias...”
Vuelvo a decirte, como antes, que el autor del escrito parte de una premisa falsa, yo con mis creencias estoy totalmente seguro, es decir no tengo necesidad de seguridad, por lo que no soy proclive al fanatismo. Si en algún momento (bastantes) he creído tener necesidad no de imponer sino de hacer saber a los demás mis creencias ha sido porque con ellas soy feliz, porque me gustaría que otra gente fuera feliz como yo con esas creencias (nunca por fanatismo) y, sobre todo, porque siento pena de la pobreza de la vida de cierta gente “que pasa de todo”, hasta de la espiritualidad.
Por supuesto que para mí no representa ninguna amenaza el que otra persona pueda pensar distinto a mí en cuestiones de religiosidad, yo no te he mencionado todavía en que religión siento, pero tengo amigos musulmanes y he leído bastante sobre otras religiones y de lo leído hay bastantes cosas con las que estoy de acuerdo y otras con las que no, pero te puedo asegurar que ni lo uno ni lo otro ha puesto en ningún momento en riesgo mi estabilidad psicológica.
Y cuando, al terminar, el autor dice que “la realidad sigue su curso a pesar de nuestras creencias”, yo le diría que “la vida sigue su curso con nuestras creencias”.
Me voy a permitir añadirte algo, para terminar:
El hombre sin fe nunca llega a entender algunas de las cosas más importantes de su vida, como por ejemplo:
La felicidad y las ansias de infinito, Las realidades espirituales, El sentido de la vida, Los anhelos más profundos de la persona, El fracaso, El dolor, La muerte (tanto en general, como la propia y la de los seres queridos), Y sobre todo lo que viene después, aunque para la persona sin fe este después no exista.
Quien se cierra en su no-creencia tiene cerrado el acceso a Dios, a la redención, a la salvación. Está cerrado a la trascendencia, está cerrado a su desarrollo más pleno, y sobre todo a la felicidad perfecta.
En el ser humano hay unas ansias de infinito que no es posible reprimir: nada de este mundo lo satisface plenamente, porque las cosas de aquí le “quedan chicas”. Esas ansias de infinito serán saciadas después de esta vida. Por eso quien está cerrado a la trascendencia, está frustrado existencialmente, pues le resulta imposible concebir como posible la satisfacción de la tendencia más radical de su ser: su tendencia a la plenitud.


Espero tu respuesta con tu más sincera opinión e este escrito.

Saludos.
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