Zorita - Caceres

LOS "PAREAÑOS" DE MALILLODesde que éramos muy pequeños, oímos hablar en Zorita de “Los pareaños de Malillo”, que los más viejos citaban con frecuencia como punto de referencia de sus andanzas agrícolas, pastoriles o cinegéticas, sin que llegáramos a comprender en qué consistían los referidos pareaños, palabra que nos sonaba algo extraña y hasta despectiva.

Cuando tenía 7 u 8 años, acompañando a mi abuelo paterno y homónimo Manuel Ciudad, para comprar madera de encina en alguna de las fincas del entorno, destinada a la construcción de carros agrícolas y aperos de labor, profesión que ejercía en la Villa junto a sus hijos, mi padre y mis tíos, caminábamos a lomos de una borrica que tenía para tales correrías y al llegar el mediodía de un radiante sol otoñal, nos detuvimos a tomar el almuerzo al lado de un pequeño arroyuelo que discurría al lado de una gran construcción de piedra en mal estado de conservación. Éstos son me dijo mi abuelo “Los pareaños de Malillo”. Y así quedó la cosa.

Muchos años después, participando en jornada de caza en la finca “Moheda de Majadalraso”, y “Valle del Judío” en sus límites con la finca “La Torre” ya en término de Logrosán, divisé aquellas ruinas que habían quedado gravadas en mi mente, consultando con mis compañeros de partida, algo mayores que yo si se trataba de los célebres pareaños. Éstos me confirmaron que así era.

Ello picó mi curiosidad y abandonando durante algún tiempo la práctica cinegética, me introduje en su amplio recinto que recorrí en su totalidad, nave a nave. Allí pude comprobar los viejos muros de piedras tramadas con barro o argamasa, algunos de considerable altura, rodeando un amplio patio central donde había un profundo aljibe encañado también a piedra seca. Entre las antiguas naves, ya casi derruidas, destacaba una de mayores dimensiones cuyos muros habían sido encalados por el interior, existiendo en los mismos algunos huecos u hornacinas, semejantes a los que existen en las viejas iglesias.

Al incorporarme de nuevo a la partida, mis compañeros me comentaron que dichas instalaciones eran los restos de un convento o monasterio dependiente en su día del Monasterio de Guadalupe.

Los repetidos muros, algunos de seis u ocho metros de altura, se hallaban semiderruidos por la incuria y la acción del tiempo, estaban colonizados por las cigüeñas que habían emplazado sus grandes nidos sobre ellos. Sólida debía ser su cimentación y excelente la construcción con piedras de forma irregular, pues ni siquiera los avatares climatológicos habían terminado con una gran parte de su estructura. Posiblemente, habían sido abandonados en el siglo XIX, si no en el anterior.

Al Sur de dichos muros y a escasa distancia de los mismos, existía una sólida presa de contención levantada sobre el cauce del arroyo de Malillo que discurre en dirección Este-Oeste, en buen estado de conservación, aunque el embalse que en tiempos debía formar se hallaba casi cegado por colmatación debida a los arrastres del citado cauce.
En el centro de la referida presa, puede aún contemplarse un frontis o escudo tallado en granito de muy buena factura, aunque algunos de sus relieves han sido destruidos a golpes, por la ignorancia de algún jovenzuelo o por el gamberrismo de alguien de mayor edad.

En Zorita, se sigue creyendo que se trataba de un viejo convento y el ex -párroco de la villa Don Teodoro Fernández Sánchez y canónigo archivero de la Catedral de Cáceres nos dio a leer hace varios años un cuento o relato que hacía mención del citado convento de Malillo.

Aunque he visitado dichas ruinas con alguna frecuencia, cambiando un día impresiones sobre el tema con el culto veterinario de Madrigalejo Don Lorenzo Rodríguez Amores, propietario asimismo de una parte de la finca “Valle del Judío”, colindante con dicho emplazamiento, me informó que en realidad no se trataba de una construcción religiosa, sino únicamente de un gran esquiladero de ovejas, cuyas lanas eran lavadas en la finca “Lavaderos” -de aquí su nombre-, no muy lejana, enviándolas posteriormente a Cataluña u otras regiones para la industria textil que no existía en Extremadura.

Éste gran amigo, excelente escritor e investigador está posiblemente bien informado sobre éste y otros temas de la zona y por ello estimo como más veraces sus afirmaciones, aunque también existiera dentro del recinto una capilla u oratorio para el personal, religioso o no, que residía en el esquiladero, todo él dependiente del Monasterio de Guadalupe que tenía extensas posesiones en la zona con anterioridad a la desamortización de Mendizábal.

Actualmente subsisten dichos muros cada vez más deteriorados y el aljibe a que anteriormente hemos hecho referencia se halla casi ocupado por grandes piedras arrojadas a su fondo y también con los esqueletos de reses vacunas y ovinas, cuyos cadáveres han recibido allí sepultura, hurtados al apetito de los buitres y otras aves carroñeras.

Ésta es la pequeña historia de “Los Pareaños de Malillo”, hasta que futuros investigadores, con más conocimientos y capacidad que el autor de estas líneas, hurguen en los archivos locales, regionales o nacionales en los que, con toda seguridad, debe existir copiosa y fidedigna información al respecto.