OTROS TIEMPOS, EL MISMO PAISAJE OTROS TIEMPOS, EL MISMO PAISAJE El pasado es como agua pasada. Fue un momento de tu vida, que puede seguir idealizada en tu subconsciente, o guardar un amargo recuerdo. Buscamos lo primero cuando miramos hacia atrás. Ya en el último tramo de nuestra existencia, me esfuerzo por sumergirme en ese pasado. Como si pretendiera repetirlo. Algo imposible. Nada pierdo por intentar recrearlo, en mi imaginación. Es cuestión de proponérselo. E imagino un día festivo de mi niñez, música de repique de campanas de un día festivo. Las Candelas, y aquel circulo de amigos de tu misma edad. Con los mismos anhelos y la ilusión de conocer tiempos mejores. Esta estampa resulta tan borrosa por lo lejana, que tendría que recurrir a esas fotos en blanco y negro como retazos de un tiempo ido. El tiempo; aleja y difumina los recuerdos hasta borrarlos, aunque no en su totalidad. Los hay que siguen en alguna parte de tu cerebro y emergen cuando menos lo esperas. Estos suelen ser de tu primera infancia. Y pueden acompañarte al otro mundo. Siempre ocuparán un lugar en tu mente como si estuviesen gravados a fuego. Hoy puede ser una de esas tardes con un tibio sol otoñal y melancólica soledad, poco antes del ocaso. El pueblo parece vivir un letargo. Solo el piar de los gorriones o el tañido de un cencerro del ganado pastando en el cercado de al lado. Aprovecho para dar un rodeo a la iglesia y observar sus viejos muros. Le hago unas preguntas, como si estos oyeran. “¿Contadme algo de mis antepasados, ya que los visteis nacer y morir en este pequeño pueblo”? Completo la vuelta al templo. Miro en derredor y oteo el horizonte. Los recuerdos se agolpan. A eso he venido a imaginar el pasado de mis ascendientes y su azarosa vida a merced de la tuberculosis que por desgracia padecieron, se contagiaron y murieron en plena juventud. El alma se me cae a los pies al recordarlo. La iglesia tiene la puerta principal orientada al norte, de tal manera que el sol del estío pasa de largo. Por este privilegiado mirador deben haber pasado todos nuestros ancestros desde 1700, que creo fue construida. ¡ Que daríamos por conocer el día adía de esos antepasados nuestros.! De sus costumbres de su quehacer diario. Pueblo de agricultores y pastores desde la noche de los tiempos. Hoy se nota la falta de cualquier actividad, las calles no las transita nadie. Menos ahora en invierno Al contrario de otros pueblos castellanos en ruinas, este se mantiene en aparente buen estado. Mis recuerdos son de un tiempo casi feliz, de cálida primavera y verdes campos. Perseguido por un hambre crónica, que era lo que nos dejó de secuela la pasada guerra civil. Un día cualquiera, no es fácil encontrar interlocutor con quien cambiar impresiones sobre futuro o pasado de mi pueblo. Son pocos los que quedan de antes de la guerra. Motivo por lo que no me dejo ver tanto como quisiera. La iglesia, la torre del reloj. Dos referentes en nuestro vivir que seguirán ahí cuando nos hayamos ido. El martinete que sigue golpeando la campana de las horas sin acusar el paso del tiempo. Su sonido nos alegraba si anunciaba la hora de comer a bastante distancia con su inconfundible matiz, que no cambió con el tiempo. No se porque a mis oídos aún parece música celestial cuando vuelvo por aquí. Quizá por que al desgranar las horas y repetirlas hace aflorar viejos recuerdos. Es el mismo reloj que oyeron mis abuelos maternos, en el S. x1x ,el mismo que marcaría el día a día de su azarosa existencia. emirey |