ASI ERAMOS ¡ ASI ERAMOS.....! Ya es historia, pero no lo parece por que algunos aún seguimos vivos para contarlo. Y eso es lo que nos trae aquí. Por si alguien siente la curiosidad por ese pasado reciente que nos tocó vivir. El modo de vida, las circunstancias tan diferente en que se desarrollaba nuestra manera de afrontar el día a día. Y a eso voy con más o menos acierto; a contarlo. Tema hay. No tanto como en “Cien años de soledad” pero si a pequeña escala. Sin pretender emular a este insigne autor con la saga familiar. Hoy el tema central será como casi siempre, un personaje, o un paisaje pintoresco y bucólico. Si consigo añadirle un poco de ironía que no siempre se consigue estaría ' al dente ' que dirían un italiano de Sorrento. Pasando de los preámbulos a los hechos. Nos centramos en aquellos bares que eran lugares de reunión, de comunicación de mantener o cambiar impresiones siempre un día festivo,jornada de siega que el dinero estaba más a mano. Con la cabeza caliente después unos cuantos tragos de un vinillo clarete de escasa o nula calidad. Con la estimable y bien sazonadas aceitunas de la propia casa, el hambiente se caldeaba. Extraña hoy día la poca o nula variedad que los clientes tenían para cambiar de bebida. No era de consumo diario la cerveza, en la estantería podíamos ver año tras año como envejecía una botella (siempre la misma) de “Ron Negrita” solo para dar lustre al local, algo de prestigio, en unos tiempos de escasez manifiesta. Si después de unos chatos aparecía a tu lado un personaje tan pintoresco tan llano y afable como José Gómez, y su monotema, era el momento de cambiar de escenario. José; albañil de profesión, era hermano de tío 'Filino' y otro que no recuerdo bién. Era un tipo simpático que con el vino se sentía un dios. En el fondo era un solitario solterón, que iba a su aire por la vida, buscan el apoyo de un viejo mostrador donde encontraba amparo y audiencia. Igual que en la letra de “Tatuaje” una de mis canciones preferidas desde que la oí en mi más tierna infancia por lo del mostrador. José (como otros muchos) no carecía de apodo; “Boqui” era pronunciado en voz baja solo espaldas del interesado como cabe pensar. El motivo; su mentón exageradamente saliente que hacía que su boca pareciera una cueva. Con un carácter extravertido al menos ante los compañeros de barra y los vapores del alcohol... Los que recordamos a José, los que lo conocimos, con su megalomanía respecto a su profesión, cuando doblaba el codo en exceso. Era un poema. Se ponía solemne por la euforia del vino y soltaba su enunciado. “¡Yo me llamo, José Gómez, soy el inventor de la arquitectura, a mi; a mi no hay quien!” Así eramos en ese mundo primitivo en que nos movíamos, no teníamos nada ni lo echábamos de menos porque por aquellas fechas casi nada de lo que tenemos ahora existía. emirey |