Alcollarín - Caceres

salí de la fuente “la lobera” loco de la libertad que añoró Segismundo en su sinvivir , al desembarazarme de las cadenas a las que me había sometido mi creador – No le guardo rencor, por cierto. Bastante tiene con lo que tiene -. El vuelo fue escaso y me tumbé al estilo romano en uno de los dos mil quinientos canchos de las corajas. Me senté a ver que lo que pasaba por mis pupilas demasiado dilatadas para la luz que las invadía en esos momentos.
En “Las corajas” siempre pasa algo. Del derrotista deambular de las ovejas milenarias, de los verdes pastos encendidos como luciérnagas siempre asciende hacia el cancho el suspiro incandescente de alguna enamorada que nos espera entre el amasijo de cinojos y juncos del río escondido. Respiro . Traigo a mi ese aroma húmedo, inconfundible, capaz de reventar los pulmones del despistado profano. Ese cendal azucarado capaz de empalagar todos los sentidos del que huye del amor como un desesperado....
En “Las corajas siempre pasa algo”. Y lo que se adivina delante de nuestros rostros nunca se corresponde con la realidad de nuestros pensamientos. El tolón-tolón de las bestias puede escucharse como alguna sinfonía del músico loco que se quitó la vida en el remanso cristalino de cualquier charca sin saber todavía porqué. Y la encina que hiere lo que araña a su paso y hasta forma cuevas y entresijos ignotos parece tener brazos en vez de ramas y tapados nidos, tal que pisos de 10 m2 a precio ganga. Cuando observo esa encina, es como si miles de púas de vapor de agua apuñalaran mi cuerpecillo medio desplumado y acabaran de desvencijarme para siempre.
Nada en “Las corajas” es como la habíamos pensado. Allí, entre sus canchos extravagantes, entre sus grutas naturales, entre sus guaridas repletas de sueños incumplidos se aparecen, a menudo, los duendes, los reyes del bosque, sin cejar en su empeño de avisarnos de lo que se avecina en el mundo de los humanos. Se aparecen los espíritus de aquellos que imaginaron una tierra extremeña enorme, rica y dinámica; y no un enorme vergel agonizando al compás de cuatro políticos corruptos y déspotas que nunca han amado la tierra que les ofreció la primera teta....

Querido Loro, aquí recogido en mi pequeño hogar, leo atentamente las palabras que emanan una inteligencia especial, ésto que aquí describes, no tiene precio, es sumamente enriquecedor, para los duendes es un gran regalo, cada relato, cada descripción, cada momento que describes, UN GRAN REGALO.
Esperamos ansiosos, sentarnos, en nuestra mesa camilla, alrededor de un buen brasero, para seguir el relato.
Esta vez, leyendolo, lo hemos acompañado de una gran banda sonora, INTELIGENCIA ARTIFICIAL, y nos ha conmovido.
No importa lo lo bella que sea una cabeza por fuera, lo importante es la belleza que tiene por dentro.
No tardes Loro, aquí esperamos MASSSSS.

Hola, amigo Loro (sin plumas).
Que bonito que bien escribes a mi merrecuerda muchas cosas en las Corajas, y en la charnecosa,por mi afición a la caza y por que me gusta acercarme alli y me paso mchos ratos sentado a la sombra de una encina simplemente mirando el paisaje,escuchando el sonido del campo que paz y que tranquilidad se siente.
Muchas gracias por tu escrito, es estupendo.
Un abrazo, pronto nos veremos.

Buenas tardes "Unloro", alegría me da volverte a leer y después de este relato me cae la baba al imaginarme sentado bajo esa encina, disfrutando de esos aromas y esos momentos que has descrito, escudriñando cada rincón a la caza de ese momento en el que algo acurre. Látima que eso no podré comprobarlo y vivirlo hasta Agosto, pero me alivia sobremanera leer todos estos relatos que me transportan hasta allí. Gracias "Unloro" por estos momentos y como dice "Puwill" esperamos mas. Un saludo.

Cierras los ojos en lo alto del cancho,
en el que el frío lecho te envuelve en una cálida sensación
de envolverte en un tierno y dulce vaivén.
No quiero abrirlos y dejar ir toda la paz,
del aroma intenso pero breve que conforman
los días de Semana Santa.
De esa luz que habita en las cosas que te hacen sonreir,
el lejano eco del reir de los niños,de las carcajadas.
Del rugir de las brasas entre la humareda,
hasta el sonido del corcho de un buen pitarra,
de las chapas del manantial de cervezas que arrastra
a la sed de una buena compañía.
Esa dócil mirada de un “loro” se me queda grabada,
te envuelve su poder sensorial.
Llegará el final del día y no podré volver a verlo
sinó es en lo mas alto de la Iberia sumergida
Ese fantasmal mar que desapareció dejando
un paisaje extraterrestre habitado por seres rocosos.
No me detengo y no dejaré de pensarlo,
hasta llegar hasta tí,cualquier momento del día.
Transitar en un mundo donde existe otra percepción,
otra forma de ver las cosas.

Recuerdas...en esos canchos tu acudistes un día para despertarme de un dulce sueño.

Un fuerte abrazo