Foro- Ciudad.com

Zalamea de la Serena - Badajoz

Poblacion:
España > Badajoz > Zalamea de la Serena
01-12-09 16:51 #4015702
Por:Antonio Dávila Garci

La Promesa
LA PROMESA


( Los hechos que se relatan son frutos de una utopía, como tal nunca ocurrieron, aunque en ocasiones la realidad supere de largo la invención más atrevida.)


Temblaba Casilda bajo las sábanas de lienzo. El repiqueteo de sus dientes se acompasaba con el tiriteo del cuerpo,
tenía mucha calentura. De cuando en cuando Crescencia colocaba un paño empapado en agua del pozo sobre la febríl frente de su nuera, pero ni con esas conseguía hacer bajar la fiebre que atenazaba el organismo de la enferma. Así llevaba más de una semana.

Al lado de la lumbre, iluminados por el lengüeteo de las llamas, D. Miguel el médico con gesto serio hablaba con Romualdo.

-Mira Romualdo, tu mujer tiene paludismo, y sin ser esto cosa mala, hay que andarse con tiento, debemos tener mucho cuidado con ella.

-La calentura se va a repetir cada tres días durante tres o cuatro semanas, mientras esto dure, tiene que tomar esa
medicina, abrió el médico una negra cartera de cuero con asas, y de ella sacó un pequeño frasco de vidrio lleno de pastillas blancas, se podía leer en el envoltorio del medicamento el nombre del remedio “ Quinina. “
Garabateó unas letras sobre el talonario, arrancó la hoja sobre la que había escrito y se la dio a Romualdo diciéndole que si había cualquier novedad se lo comunicara, tanto si era de día como si era de noche, y que cuando su mujer terminara las pastillas que le había proporcionado, comprase en la botica lo que le había recetado.
Cerró la cremallera de la cartera, se colocó el sombrero y acompañado por Romualdo hasta la puerta, salió de la pequeña casa.
Atizaba Crescencia la lumbre situada bajo la chimenea , el puchero colocado sobre las estrebedes hervía con monotonía, la incandescencia de la leña proporcionaba energía para cocer lentamente los muslos, la pechuga y los huesos de una gallina, zanahorias, patatas y cebolla completaban el sabroso caldo.Había que darle a la enferma la nutriente sustancia obtenida de la cocción, para que recuperara las fuerzas que la calentura le arrebataba. Apoyado en el quicio de la puerta, Romualdo contemplaba a su mujer, a pesar de la penumbra de la pequeña habitación interior, podía distinguir el brillo que el sudor producía sobre su rostro. Tiene que curarse, pensaba para sus adentros, Ella era imprescindible en su vida, Él solo sabía trabajar para traer el sustento a casa, sudaba la gota gorda, con frío y con calor, conocía bien las labores del campo desde que era un muchacho. Tenía una tierra de labor en aparcería con D. Arcadio terrateniente del lugar.






El contrato lo firmó con un apretón de manos una mañana de agosto, el trato era al tercio, de modo que Él tenía que descuajar la tierra que era un coscojal cerrado por jaras, lentiscos, retamas y aulagas, una vez libre de malezas, con la yunta, el arado, su conocimiento y esfuerzo,
prepararía la tierra para la próxima sementera, los beneficios que obtuviese en el verano siguiente cuando las mieses rindieran su tributo, deberían dividirse en tres partes, dos de ellas serían los rédito obtenido por su trabajo, la tercera engrosaría las abundancias de D.Arcadio, así eran las cosas.
Fue Indalecio manijero del terrateniente quien intercedió ante este para que concediese a Romualdo la alquería en el bravío monte.

-Mire usted señorito, Romualdo es un muchacho trabajador, nunca ha planteado problemas, por otra parte la Fuente del Tomillo es bueno que se descuaje, buenas tierras hay en su termino. De esta manera se convirtió Romualdo en aparcero de D. Arcadio, mientras este así lo estimara.
El tiempo en que la parcela no reclamaba su presencia lo ocupaba en atender las labores en un huerto que tenía en las afueras del pueblo, de allí sacaba las legumbres, hortalizas y frutas para el gasto de la casa. Si había lugar, entre tarea y tarea se ofrecía como bracero, para así sacar un jornal, esta era su vida desde que dejó el pastoreo, fue en esa época cuando se encontró con Casilda, no la conoció en la escuela, cuando era un chiquillo el sino hizo que la escuela y Él no hicieran buenas migas. Cuando cumplió los seis años su madre le compró el catón, una pizarrita negra con el marco de madera y un punterito que servía para escribir sobre la pizarra.
Cuatro casas más abajo de la suya, vivía Fernanda. Cuando era mocita Fernanda se fue de novicia, le tiraba lo de la religión, pasó unos años en el convento hasta que la melancolía pudo con ella, añoraba todo lo que había dejado atrás, al principio pudo sobreponerse a la pena que la atosigaba, pero la tristeza hizo que Fernanda enfermara, volvió a su casa para reponerse y ya no volvió más al convento. Sabía de letras Fernanda, los férreos años de novicia le sirvieron para practicar leyendo todos los días las vidas y los milagros de santos y beatos.

Todas las mañanas arremolinados en torno a Fernanda, un circulo de sillitas de eneas sobre el empedrado corral formaba el parvulario. Una docena de voces infantiles repetían machaconamente vocales y consonantes. En la pared situada frente a la improvisada aula colocaba un retal rectangular de franela blanca con el abecedario y los signos del cero al nueve bordados en azul, para que aprendieran los nombres y formas de números y letras.

No le dió el tiempo ocasión a Romualdo de aprender a juntar las letras para poder leer las frases más sencillas de su catón, Severiano marido de Fernanda, pastor por herencia y vocación, necesitaba un zagal que le ayudase en la tarea con el ganado. Desde el primer momento notó Fernanda dos cosas en Romualdo, la poca atracción que mostraba por las letras, se distraía con el vuelo de una mosca y lo mucho que le gustaba la naturaleza, con sus pocos años ya le había manifestado sus intenciones, quería ser como su padre bracero por condición y necesidad.
Era muy chico por ahora Romualdo para ayudar a su progenitor en tan penosas tareas, sin embargo acompañar a Severiano con el rebaño de ovejas era labor más liviana que podría desarrollar sin inconveniente, y los reales que llevara a casa bien venidos serían.

Casilda vivía en el campo, su padre también era pastor, llevaba más de diez años al servicio de D. Arcadio en la dehesa del Diezmo. Cumplido ya el otoño, cuando las aguanieves pespuntean las dehesas, y se escucha el trompeteo sinfónico de las grullas, la muchacha y su familia se alojaban en la casilla de las Sierpes, allí pasaban los fríos pastoreando por las dehesas.

Tenía Casilda once años cuando vio por primera vez a Romualdo, no le disgustaron los ojillos vivarachos y la tez morena que tenía el zagal.

Se encontraron en la fuente del Moro un nebloso día del mes de Febrero. De mañana se acercaba el pastocillo con el rebaño a los finos pastos que había en torno al regato que discurría a partir de la fuente. Fue Casilda aquella mañana con un cántaro de barro a coger agua, llevaba la vajilla apoyada en la cintura, rodeándola con su brazo derecho, tenía la muchacha grácil la figura, dos largas trenzas de pelo negro descansaban sobre sus hombros, y una agradable sonrisa enmarcaba su cara.
Sentado sobre un pequeño cancho la vio venir a lo lejos, salía caminando de entre la bruma por la vereda que acercaba a la fuente.
Bajo la vista Casilda cuando se acercó al muchacho, él la miró de reojo, mientras labraba con su navaja un palo de avellano.

- Buenos días, dijo Casilda.

- Los mismos tengas, contestó Romualdo

-Que, ¿a coger agua de la fuente?

-Pues sí, a por una poca vengo

-Tú eres hija de Andrés “ el risueño”

-Sí, “el risueño “ es mi padre, y tú ¿ de quien eres?

-Yo soy de Ambrosio “ el tiznao “y estoy de zagal, con Severiano el de la Fernanda, hace una semana que por aquí llegamos con el rebaño a los pastos de la dehesa.
¿Dónde paráis?

-En el cortijo de las Palomas, el que está en la solana, allí estaremos hasta que en el mes de abril nos mudemos a el

encinar de las Yeguas.

¿ Oye como te llamas?

-Yo, Casilda

-Y tú

-Yo me llamo Romualdo, si quieres te ayudo a sacar el agua del pozo.

-No hombre, que no es el primero, ni será el último que saque, vengo a la fuente a por agua dos o tres veces al día.

-¿No te da miedo venir sola?, mira que por aquí tiene que haber mucho bicharraco, el otro día sin ir más lejos, vi venir una zorra tan campante por la vereda

-Bueno, a todo se acostumbra una dijo Casilda, mientras hundía el cántaro en la fuente, el aire que escapaba de la vasija producía abundantes borbotones en el agua, una vez lleno, sacó del delantal un arito hecho de trapo retorcido, se lo colocó sobre la cabeza, y con mucha diligencia puso el cántaro encima.

-Con Dios Romualdo.

-Adiós Casilda, le contestó el muchacho mientras la figura cimbreante de la chiquilla con el cántaro apoyado en su cabeza se alejaba por la vereda, los rayos de sol deshacían la niebla de la mañana, iluminando su silueta que poco a poco fue diluyéndose por el transcurrir del camino

Mientras estuvo en la dehesa del Campoverde, todos los días a la misma hora acudía Romualdo con el rebaño a la fuente del Moro, para encontrarse con Casilda. Desde entonces se conocían.
Crecieron Romualdo y Casilda, en años que era cosa inevitable, también en amor que es virtud que nos es dada y no se nos puede imponer.

El ruido producido con los nudillos de la mano sobre el postigo de la puerta sacó a Romualdo de sus cavilaciones, se acercó para quitar el pasador de la tranca y abrió la puerta, eran Irineo y María que venían a interesarse por la salud de Casilda.

-Pasar y sentaros, les dijo.

Tomaron asiento en torno a la camilla.

-Cómo se encuentra, pregunto a baja voz María.

-Está delicada, respondió apesadumbrado Romualdo, D. Miguel el médico ha estado por aquí hace un rato me ha dicho que tiene el paludismo, que va a seguir teniendo fiebre y que le tenemos que dar este remedio. Sacó de un bolsillo de su chaqueta el pequeño envase con las pastillas de quinina y se lo mostró a los visitantes.

-A ver si esta de Dios que mejore, dijo María.

-Te acuerdas Romualdo cuando hicimos el servicio, que había un muchacho de Magacela que estubo muy malito con el paludismo, pasó dos o tres meses de mala manera, con mucha calentura y temblores, pero el hombre mejoró y pudo cumplir el servicio, me acuerdo que lo mandaron de permiso, estuvo cerca de un mes en su pueblo y valla que si volvió mejorado.

-Romualdo, ven,- llamó desde el cuarto con voz trémula Casilda.Se levantó Romualdo y se acercó a su mujer,

¿qué quieres? preguntó el marido.

-Tengo sed.

Cogió Romualdo una taza de porcelana y la llenó de agua con limón dándosela a beber a su mujer. Casilda, han venido a preguntar por ti Irineo y Maria, están sentados en la camilla.

-Diles que pasen.

-Como estás, preguntó María a la enferma.

-Ya ves aquí me encuentro con una calentura muy grande, sin ganas de nada, que no se si saldremos de esta.

-Por Dios Casilda mujer, no digas eso, ya verás como dentro de nada te vas a poner buena, al Santísimo Cristo de Zalamea se lo he pedido, dicen que es muy milagroso y el Señor te va a curar.

Romualdo no era hombre religioso. Tenía siete años cuando hizo la comunión, fue la primera vez que se puso pantalón largo y chaqueta, más de una vez estando en el campo conduciendo el rebaño, el viento solano le llevaba en su viaje el talantalán de las lejanas campanas de la iglesia, cuando esto ocurría, venía a su memoria, el trajecillo gris de paño y un elegante lazo de raso prendido sobre la manga de su brazo izquierdo, sobre el que su madre le bordó con hilillo de oro un reluciente cáliz.
No fue mucho más a misa en los siguientes años, solo pisaba la iglesia cuando iba al entierro de algún paisano, su presencia era respetuosa, en ocasiones repetía en silencio los rezos que le enseñaron de niño, cuando hizo la primera comunión.

-Mira María, yo no soy persona que crea ni en milagros ni en los santos, pero delante de vosotros prometo que si mi

Casilda se pone buena iré en peregrinación a agradecérselo al Cristo de Zalamea.

Pasó el tiempo, la enfermedad de Casilda, quedó en la memoria como una simple anécdota, pero no por eso olvidó Romualdo su promesa.

Casi todos los años acudía Romualdo a la feria de Septiembre. La finca de la Fuente del Tomillo tenía linde común con el termino de Zalamea, a pesar de esto, cerca de dos leguas y media separaban el pueblo de Romualdo de la iglesia donde se veneraba al Cristo de Zalamea.

En la madrugada del 14 de Septiembre de 1.902 Romualdo emprendió la caminata. Con un farol en una mano y un largo cayado en la otra se dispuso a cumplir la promesa que meses atrás ofreció si su mujer se curaba. Era tibia la noche, la oscuridad más absoluta rodeaba la escasa luz del farol que alumbraba el caminar de Romualdo por la descarnada carretera.

La ausencia de la luna hacia resaltar con más intensidad los destellos de las lejanas estrellas colgadas del firmamento, camino y noche, distancia y cansancio, así fueron transcurriendo cinco largas horas de peregrinaje.
Próximo a Zalamea se fue agregando a más romeros que como él cumplían las ofrendas prometidas. La capilla del Santísimo Cristo de la Quinta Angustia se encontraba rodeada por peregrinos y devotos. Penetró Romualdo en el interior del recinto y se sentó sobre un desgastado banco de madera, las tenues llamas de las velas proyectaban sobre
los muros de cantería las alargadas siluetas de las beatas rezando, mientras entre sus dedos pasaban sin fin las cuentas del rosario.

Situado detrás del altar, en la pared frontal de la Iglesia se encontraba un doliente Cristo crucificado, con la cabeza
caída sobre su pecho, la paz se mostraba serena sobre su exánime rostro, el parpadeo de las lámparas de aceite daban a la imagen un aspecto de realidad, que hacía que el silencio y el recogimiento se adueñaran de la capilla. Envuelto en el halo de misterio que producía la situación, Romualdo observaba en silencio, como una mujer
pasillo adelante caminaba con gran dificultad apoyada en dos muletas tan entradas en años como su dueña, como pudo se sentó en uno de los bancos situado delante del que ocupaba Romualdo, se persigno con mucha devoción, y entonó en baja voz susurrantes letanías. Al rato un somnoliento monaguillo pasó cerca de la mujer, esta le agarró de una de las mangas de su ancha y blanca camisa e implorante le dijo.

-Hijo por que no me llenas este cuenco con un poquito de aceite de las lamparillas del Santísimo Cristo para dármelo en las piernas, a ver si el Señor quiere que se me pase este dolor tan grande que en ellas tengo.

Miró el monaguillo a la mujer y con gesto hosco le espetó.

-Haber la vieja esta, que ya me tiene cansado con tanto tráeme aceite, sabes lo que te digo, que si quieres aceite, vete tú a por el.

Dándole la espalda continuó el muchacho su camino a la sacristía. Romualdo fue silencioso testigo de la conversación, y cual no sería su sorpresa cuando vio como se levantó la mujer del banco y sin echar mano de las muletas avanzó pasillo adelante aproximándose a la imagen del Cristo Crucificado, subió por unos estrechos escalones que acercaban a los peregrinos a la venerada imagen y besando sus helados píes con voz temblorosa repitió

¡ Milagro¡ ¡ Milagro¡

Los fieles que se encontraban en la Capilla se arremolinaron en torno a la hasta entonces tullida mujer palpando con las manos sus oscuros ropajes, mientras entonaban cantos y alabanzas al Cristo de Zalamea .

Cogió Romualdo el cayado con una mano, con la otra sujetó el apagado farol, no sin dificultad abandonó la Iglesia rebosante de devotas y romeros. Por las colmadas calles rápidamente se difundió el prodigio y las gentes acudían a dar gracias al Santísimo Cristo.
Mientras la luz del día iluminaba la naciente mañana, calle abajo mezclado entre la muchedumbre emprendió Romualdo el regreso a casa, en ella le esperaba la gestante Casilda, a la que tenía que contar el milagroso hecho del que con motivo de su satisfecha promesa fue atónito testigo.

Desde San Sebastián .
Un ilipense de la diápora
¡¡¡ZALAMEA CAPITAL CULTURAL DE LA SERENA!!!












Puntos:
02-12-09 08:30 #4020870 -> 4015702
Por:JOSEANTONIO1968

RE: La Promesa
Antonio enhorabuena.
Puntos:
02-12-09 13:00 #4022781 -> 4020870
Por:Acaymo

RE: La Promesa
Gracias Antonio,es un relato muy bonito y muy bien hecho ,el cual nos adentra en unos años que creo tuvieron que ser muy dificiles.
Puntos:
02-12-09 19:59 #4027149 -> 4022781
Por:pijorrilla

RE: La Promesa
aunque no nos conocemos personalmente , soy un seguidor de tus escritos , y te doy mi enhorabuena. saludos
Puntos:
03-12-09 13:20 #4033338 -> 4015702
Por:abenjudilip

RE: La Promesa
Amigo Antonio es una satisfacción leer tus escritos, este en concreto es excelente, nos trae recuerdos de antaño a traves de tu texto.Igual que yo, creo, que todos los que andamos por este foro, deseamos que de esos recuerdos que tienes del pasado y esa sensiblilidad y delicadeza con que los narras nos sigas haciendo deleitarnos con ellos.Esta narración para mi es merecedora de un 10.Animo! sigue asi.
Puntos:

Tema (Autor) Ultimo Mensaje Resp
581 parados Por: manubp41066 10-02-12 17:18
PEDROCRESPO
7
obra Hogar club ancianos Por: ilipense30a 12-09-11 00:00
Acaymo
1
Foto: la cuesta de la tortura Por: cazador_de_brujas 17-09-09 09:39
cazador_de_brujas
3
Sin Asunto Por: 15-08-09 09:09
TierradeTrujillo
8
Simulador Plusvalia Municipal - Impuesto de Circulacion (IVTM) - Calculo Valor Venal
Foro-Ciudad.com - Ultima actualizacion:07/08/2020
Clausulas de responsabilidad y condiciones de uso de Foro-Ciudad.com