Hornachos - Badajoz

Tanto los hechos narrados como los personajes son pura invención. Cualquier coincidencia con la realidad es casualidad. El Autor.


El Negro de Magaños
1ª Parte


Su nombre, Alberto Jairo do Santo, alias el Negro; al que gustaba dejarse llamar Jairo, sin más.. “Jairo.. Llamarme.., Jairo". Sus orígenes portugueses. Dueños y señor de las mejores dehesas fértiles del término municipal de Magaños.
Estirado. Solitario. Sereno. Inteligente. Insaciablemente viril. Para el Negro la edad no era límite en su Ofuscamiento con el sexo femenino. Su tez cobriza, resaltable, le hacía más atractivo para sus gustos refinados por la belleza y sexualidad de las mujeres- donde satisfacía sus deseos libidos incontrolables-…. Consciente de ser el ojo de profusas familias del municipio de Magaños, por sus dominios políticos y sociales; desde las capas sociales compuesta por familias altas y pudientes hasta las capas sociales de familias más bajas y necesitadas. “Lo que usted necesite, don Jairo”.. “Lo que usted diga, don Jairo”…. “-Jairo, por favor, Jairo”, contestaba con sonrisa satisfecha, una vez logrado el objetivo: adueñarse de la joven elegida, con la que durante un tiempo caprichosamente yacería, como uso y disfrute viril… Gustaba elegir a jóvenes casamenteras; y para lograr su objetivo carnal, lo hallaba en la complicidad del futuro consorte cornu.., compensándole,con un puesto de trabajo. O bien a través de La familia de la joven casamentera, mientras durase la lujuria carnal, no faltarían mejoras en la despensa o en el patrimonio.
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El fanatismo religioso del Negro con la Patrona del pueblo: La Virgen de los Milagros, hacía que Una vez al año corría con todos los gastos de mejoras. Lo mismo costeaba el mantenimiento de la ermita, que el empedrado del paseo que la sitiaba; sin olvidar el cuidado de las múltiples palmeras decorativas exteriores. Cuando recién nombrado el Obispo de Badajoz, hizo por primera vez su visita pastoral para dá el sacramento de la confirmación a los jóvenes de Magaños; Ordenó confeccionar un nuevo traje para la patrona: Personalmente eligió a las bordadoras, costureras y zurcidoras, de donde salió una relación con Herminia, una joven soltera, toda elegancia y belleza -posteriormente Herminia casaría de conveniencia con el alguacil del pueblo-,y quedaría de ermitaña. Para el acto pastoral, el Negro, aumentó los gastos para una nueva corona de media luna incrustada de preciosos metales. Confió al mejor pintor de la comarca plasmar sobre la bóveda del altar un gran cielo azul; donde en un lazo ancho, serpenteando sobre un castillo en ruina, se podía leer: “En memoria de los cristianos de Magaños que dieron su vida en la lucha contra el invasor: los moriscos”…
En su honor y agradecimientos, don José el párroco de Magaños, en las fiestas Patronales, dió una misa solemne, en la misma, raleaba: “Dios es el único que sabe distribuir la riqueza”; a lo que el Negro respondió con arrobas de vino para todos los feligreses.

Todos los domingos el Negro acudía a misa de doce; haciendo su entrada en el pueblo por la calle del Olivo Bajo del Cuco. Acolchado a la grupa de la yegua torda. Exhibiendo destreza de jinete; sombrero cordobés; chaleco de piel escotado; calzón de cuero ajustado; botas altas con espolines plateado y fusta en mano enguantada. .................. Siempre escoltado por Sansón, un perro bóxer leonado. Pero ese domingo, su suerte empezaría a cambiar.. Cuando cabalgaba próximo a la ermita, la yegua hizo una señal extraña que el jinete no supo interpretar; la yegua se detuvo en seco en mitad de la calle polvorienta. Una pelota de goma rodó ante ella. La pelota se detuvo justo ante sus cascos. El niño, petrificado, observaba.. Pantalón corto de un único tirante cruzado. Acompañado del amigo que vestía camiseta y calzoncillo. Ninguno de los dos se atrevía a exponer su delicado cuerpecillo al alcance de los cascos del animal. Sansón, sin ladrar. Agazapándose entre las largas patas de la yegua, con cautela, se aproximó hacia donde estaba la pelota. El niño fijó la mirada en el can, en el momento que Sansón, impulsado por una fuerza elástica, saltó con tanta furia incontenible que, cayendo con toda su rabia sobre la pelota de goma la abrazó de un solo bocado.. Sansón enfurecido dando grujidos apagados comenzó a batirse con la pelota… Hasta dejarla irreconocible entre sus colmillos..... El Negro, con poco brío, riendo la acción de Sansón: “¡ Sansón, sansón!”..; Sansón dócil, baboseando con la cabeza encorvada, y la pelota irreconocible prendida en la boca, se sosegó tumbándose panza arriba delante de la yegua. “¡Suelta! ¡Suelta!”, le ordenó. Pero Sansón que esperaba una caricia de recompensa por el trabajo hecho; malicioso antes de liberar la pelota de sus colmillos, con furia de nuevo la sacudió… Esparciendo por el suelo babas y trozos de goma ..

El Negro, preguntó: ¿De quién es la pelota?
-El niño -aún paralizado, llorisqueando-, mía.
–Haber chaval, no tienes por qué llorar. Los hombres no lloran…., Anda, dile a tu padre que me vea
-Pa…, que.., dijo el niño, entrecortadamente, con grandes aforos de hipo.

-El amigo que veía que la pelota ya no existía, y que la esperanza de tener otra era tan remota como imposible; envalentonado, ajustándose los calzoncillos de tela, para animar al amigo, con media legua, le incitó: agagra un cacho de peñaco y rgompe lo cuegno, al Nego.
-Sí. Halo tú.
………… Farida.