ANTOLOGÍA POÉTICA DEL MAR; AUTOR: JOSÉ MARTINEZ MONROY JOSE MARTINEZ MONROY (1601 - 1682) CRUZANDO EL MEDITERRÁNEO ¡Hermosa noche! Por Oriente asoma de bruma envuelta en anchurosa franja, y cruzando sus velos en la altura, doquiera tibia oscuridad derrama. Huye la luz, bordando las esferas con ricas orlas de colores varias, y en los mares revueltos del ocaso la refulgente cabellera baña. Teñida en rayos de ilusión, desea flotar ligera en la extensión el alma, rasgar los tules y aspirar los gratos frescos aromas que suspende el aura. Tiembla la brisa de placer, meciendo los blandos pliegues de ondulantes gasas; partiendo sombras, las espesas nubes el aire en cintas de arrebol desgarra, y el cielo por encima de los orbes, corona de diamantes, se destaca. ¡Hermosa noche! Las estrellas brotan cual copos de zafir, rosas de nácar, que al perfumado ambiente de los cielos sus pétalos de chispas abrillantan. La luna, su fulgor plácido y triste rompiendo, bellos tornasoles lanza, florón do cuelgan los perdidos paños que en la bóveda inmensa se desatan, encantada azucena, sol de nieve, globo de luz de rutilante plata, águila de la noche, que tendiendo allá en lo azul con majestad las alas, reposa sus miradas sobre el mundo, que entre velos de lumbre pura y blanca, y en los brazos mecida del espacio, con sueño arrobador, muda descansa; y sus rayos en hilos destilados por el tenue vapor rielando pasan, y mil plumas fantásticas dibujan del mar tranquilo en las azules aguas. El mar, undoso ceñidor celeste que con sus lazos a la tierra abarca, y colgada, en los cielos la suspende, con un jirón del firmamento atada; el mar, la losa del sepulcro inmenso que el cadáver del mundo encierra y guarda do sus copas altísimas cimbrean, cual saúces de la muerte, las montañas; el mar, que empaña su cristal bramando, al aliento que el aire desparrama, sepultando una ola en otra ola, que se pierden gimiendo en sus entrañas, cual del triste los míseros gemidos se pierden en el mar de la esperanza. Allá, extendida en la dudosa línea que en el vasto horizonte se señala, donde las ondas apacibles mueren, donde se besan con amor las aguas, cual tierno corazón que infunde vida en el gigante mundo, late Italia. Pedazo de la lumbre de la gloria que las cenizas de la tierra inflama; mentira hermosa, del Edén caída; de una bella ilusión sagrada estatua que yace sepultada entre ilusiones; lira doliente, melodiosa arpa que del cielo en la crespa cabellera sus cuerdas de marfil y oro enredaba, hasta tanto que al mundo desprendida osaron los tiranos desgarrarla, para tejer con ella sus coronas, para cubrir de su borrén la infamia. Y hoy sus tonos armónicos anega entre el llanto inmensísimo que abrasa los senos de la mar, como los mártires anegan sus quejidos entre lágrimas; y hoy descansa en monótona agonía con laureles de espuma coronada, blancas flores del campo de los mares que su perfume de murmullo exhalan; y al aire da su llanto dolorido y al aura dice, si la besa el aura, que pida al cielo libertad y vida, ¡ay!, porque vida y libertad le faltan. |