Los valores como principio (2) Pudiera parecer a veces que últimamente vivamos instalados en el disparate, ya que los parámetros sensatez y decencia se llegan a confundir con libertinaje y bravuconería, hasta el extremo, y no en pocas ocasiones, de que casi nos obligan a tragarnos programas donde los libertinajes propiciados, éstos precisamente por esa ausencia de valores de los que hablamos nos los presentan como una oferta televisiva más, hablo de aquellos personajes, memorables todos ellos por sus bajezas y desatinos, donde de alguna manera a fuerza de entrevistas y a golpe de talón demuestran que la aritmética nunca altera la ética; sin embargo, los sufridores somos los que terminamos pagando siempre el pato si nos avergonzamos y nos sonrojamos porque realmente sentimos vergüenza ajena tanto de los presentados como de los presentadores que sacan a escena tales desmanes. El mundo de hoy, comenzado ya el siglo XXI, representa un cambio sustancial en cuanto a la cantidad y las posibilidades de información. A duras penas a finales del siglo XIX existían la radio, el teléfono o los coches; la televisión era prácticamente una quimera y la prensa un bien muy escaso. Muchísimas personas, incluidas las de las zonas más industrializadas, nacían y morían sin haber salido casi de sus casas. La escuela como una institución reconocida estaba comenzando su andadura y no precisamente en todas partes ni de igual manera. Por tanto, acceder a la información era un privilegio; sin embargo, nuestro mundo de hoy se encuentra desbordado, cientos de cadenas de televisión emitiendo durante todo el día desde cualquier rincón del mundo; lo mismo se puede decir de la radio, la prensa escrita o el propio internet, herramienta ésta que en cierta manera está revolucionando el conocimiento. Nos encontramos, pues, en una sociedad saturada por todo tipo de estímulos que, en un primer momento, pueden parecer formativos, pero que, en realidad, las más de las veces resultan indigeribles y no asimilables, llevándonos, por tanto, a un estado de confusión y adoctrinamiento consumista sin pautas ni barreras, donde todo vale. Uno de los papeles de la escuela, quizás uno de los más importantes de ahora en adelante, debiera ser el de conseguir que los nuevos ciudadanos lleguen a ser eso, ciudadanos capaces de reconocer sus derechos y su posición crítica ante el mundo, con unos valores bien arraigados. Un mundo en el que las innovaciones tecnológicas traspasan la frontera de la imaginación y de la intimidad. ¿Cómo digerir todo esto? La mayoría de las veces no estamos en condiciones, primero porque no siempre somos capaces de asimilarlo todo, y, segundo, porque a veces somos incapaces de distinguir entre realidad y adoctrinamiento. LUIS ANTONIO GARCÍA MARTINEZ La Nueva España 9-12-2008
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