La Multa Después de meter todo el equipaje del Papa Benedicto en la limusina, el chofer se da cuenta de que el Papa aún está parado en la acera. - Disculpe Su Santidad, ¿podría, por favor, tomar asiento y así poder marchar? -Verás hijo, dice el Papa, la verdad es que nunca me dejaron conducir en el Vaticano cuando fuí Cardenal, y realmente me gustaría hacerlo hoy. - Lo siento, Su Santidad, pero no le puedo dejar conducir, perdería mi trabajo... ¿Y si pasara algo? - ¿Quién va a saberlo? Además, podría haber algo extra para tí....., dice el Papa con una sonrisa. Reacio, el chofer se sienta atrás y el Papa salta al volante. El chofer se arrepiente rápidamente de su decisión cuando nada más salir del aeropuerto el Pontífice pisa a fondo el acelerador hasta poner la limusina a 180 km/h -¡¡Por favor, reduzca la velocidad Su Santidad!!, suplica el preocupado chofer. Pero el Papa hunde más el pie en el acelerador hasta que se oye una sirena. - ¡¡¡ Oh Dios mio, voy a perder mi carnet y mi trabajo!!! se lamenta el pobre conductor. El Papa se detiene a un lado y baja la ventanilla mientras el policía se acerca, pero cuando el policía le echa un vistazo regresa a su motocicleta y llama por radio: - ¡Necesito hablar con el jefe! El jefe se pone al aparato y el policía le dice que detuvo una limusina que iba como las balas. - ¡¡Arréstalo!!, dice el jefe. - No creo que podamos hacer eso, el tipo es muy importante. - ¡¡Con más razón!! - No, realmente es importante. - ¿A quién tienes ahí? ¿Al alcalde? - Este.... MÁS!! - ¿Al gobernador? - Mmmmmm.......¡PEOR! - - Mie.... da, ¿Quién es el tipo? - Creo que es Dios..... - ¿Y por qué piensas que es Dios? - ¡¡¡Porque lleva al Papa de chofer!!!
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