La Algaba - Sevilla

El Betis funciona. A todo gas. Sin fisuras, y a la velocidad de la luz. Como sólo lo hacen los clubes que ponen toda la carne en el asador. Como debe ser. Imprimiendo calidad y carácter en el partido. Ayer cualquier aficionado al fútbol tuvo la oportunidad de reinventarse a sí mismo. El secreto es sencillo: la esencia del balompié en Andalucía se destila en verde y blanco. Como la bandera que nos representa a todos. Así es el sentir bético: impasible, valiente, intrépido y valeroso. El Real Betis es un cohete. Y los béticos que lo representan, tienen mucho que aportar. Porque nuestro equipo no es sólo una masa social, sino un conjunto de sentimientos. Un estilo de vida. Un encanto que se lleva en lo más hondo del alma y que sólo se comprende si se ha tenido la dicha de nacer bajo el influjo del escudo que protagoniza el afecto y el respeto. El escudo del Real Betis Balompié.

Hoy empezaba en la ciudad de Granada una nueva etapa. Un importante compromiso que sin duda era una excelente piedra de toque para calibrar un conjunto que está llamado a sentar cátedra. Porque sobra clase para demostrar a todos los simpatizantes de este deporte, que el Betis dispone de suficientes agallas y conciencia para derrotar a cualquier rival que se ponga por delante. Y es que se puede perder, pero no hacer el más absoluto de los ridículos. Eso lo saben bien los aficionados que salen derrotados en todos los envites continentales de medio pelo. Pero no es el momento de llorar con las desgracias de un equipo que no ha hecho los deberes y que vive de las supuestas viejas rentas que nunca han conseguido, sino de alegrarnos del equipo de todos los andaluces, y bandera de una ciudad que suspira en verde y blanco.

Granada. Bella ciudad que representa el último suspiro del Al-Andalus. Bastión nazarí reconquistado en el siglo XV por los Reyes Católicos y en 2011 por el Betis. Boabdil claudicó en Sante Fe y el bueno de Fabri en el nuevo estadio de Los Cármenes. Por eso ayer fue de nuevo un día grande. Por varios motivos. Pero el principal, la absoluta superioridad sobre el terreno de juego del equipo bético. Desde que comenzó a rodar el balón, no hubo excusas. Sólo valía ganar, y así se hizo. Frente a un público entregado con su equipo, y frente a todos los elementos que se pusieron en contra. Pero recordemos: somos del Betis, y sólo podemos optar al triunfo. Un equipo que hipnotiza con su juego al rival, y que no tiene otro camino que el éxito. Un árbitro descaradamente a favor del contrario y que nunca castigó el juego sucio y duro del Granada. Y las soluciones a todo el desaguisado exterior que intenta perturbar el comportamiento ejemplar del Betis son muy simples. Frente al público, casta. Frente a la adversidad, raza. Frente a un juego barriobajero, arresto. Frente a un trencilla que permite la barbarie, lucha. Y frente a los que no creen en las posibilidades del mejor equipo de Sevilla, talento.

Desde el minuto uno, el Betis ha sido el dominador del encuentro, sin ningún género de dudas. Si se trabaja en la línea correcta, llegan los resultados. Y en Heliópolis bien que saben dar al aficionado lo que este demanda. A base de juego y resultados. Es así de fácil. La primera victoria del año en el primer choque. No hay más. Esto es solvencia deportiva, señoras y señores. Así se fabrican los sueños. Mientras tanto, en la acera de enfrente lloran sin tapujos. Normal. Esta es la diferencia de cómo se tratan a sus aficionados desde Nervión y desde la Ciudad del Sol. Maravilloso espectáculo que han sabido conducir hacia la victoria. Tres puntos importantes que sitúan al Betis en la parte noble de la clasificación, como debe ser.

No cabe duda de que nos encontramos ante uno de los fenómenos del fútbol europeo, y por eso desde el viejo continente sólo existen muestras de cariño hacia un equipo que ha evidenciado un tremendo apego con la humildad y con la gloria. Presumir de lo que no se tiene no es ejemplo de un trayecto limpio y sobrio. Y eso les sobra a muchos presidentes que tenemos cerca. La existencia siempre es dual. Unos ríen, y otros lloran. Los que tienen que vender humo, suelen terminar mal. Los que trabajan en silencio y no intentan demostrar lo que no son, suelen finiquitar de forma fructífera sus objetivos. Por eso ayer en Granada se demostró quién es el amo. Y quién obedece las directrices del vencedor.

Se ha visto una vez más los que llevan el mando de la competición, y exhibiendo de nuevo el juego que desplegó durante la pasada campaña, en el día de ayer un glorioso y ejemplar Betis, ha vuelto a sentar cátedra. Un engranaje perfecto que se traduce en un fútbol de ida y vuelta y de primer toque que enamora allá por donde va. Mención especial para el debutante bético más joven: Alvaro Vadillo. Dieciséis años de clarividencia, que aseguran un porvenir tanto al propio jugador como al Betis muy brillante.

Un resultado (0-1) que visto lo visto, parece muy corto. Porque al menos un par de goles más a favor del equipo verdiblanco hubiera sido lo justo. Marcador más holgado o menos, lo realmente importante es el resultado a favor. Y cuando un equipo bien armado y con ganas de hacer bien las cosas exhibe un potencial tan amplio, el contrario no tiene más que aplaudir el buen hacer del rival.

No cabía otra posibilidad. No preocupaba un mal resultado, porque tras una espectacular pretemporada, se esperaba la victoria. Porque el bético sabe que tiene un conjunto de garantías, y el rival también es consciente, de la misma forma, que se enfrenta con un grande, no con el Sevilla. Es cierto que el Real Betis no depende del rival, porque tiene argumentos de sobra, para ganar con solvencia todos los encuentros que disputa. No se trata de estudiar al contrario, porque en un intercambio de golpes, el equipo vapulea a cualquier conjunto que se le pone por delante.

El día de hoy era importante. Por varios motivos. Pero sobre todo, porque el aficionado que tantas y tantas buenas noticias ha venido disfrutando durante la pasada campaña, deseaba comprobar otra temporada más, cómo y de qué manera se juega a este deporte llamado fútbol. Se debía dejar claro que con una plantilla mayúscula y un magistral entrenador que sabe lo que se trae entre manos, es mucho más fácil conseguir los objetivos propuestos durante la pretemporada. Es verdad que durante toda la pretemporada, se ha venido ganando casi desde el vestuario, debido a una clara superioridad en todas las facetas del juego. Dominando. Mandando. Surtiendo de alegrías a la grada, y pisoteando sin contemplaciones a todos los equipos que osaban cruzarse con el mejor conjunto de Andalucía.

Aunque su once lo componen futbolistas que no dejan de ser humanos. Podría parecer, durante toda la pretemporada, donde se ha dejado una impronta fabulosa, y sólo hay que recordad el magistral choque disputado en tierras transalpinas, que se trataba de un equipo plagado de extraterrestres, que venían de otro planeta cada vez que tocaba partido, y se marchaban tras endosar otra derrota a su contrincante de turno, a su lugar de origen. Jugadores, en suma, de otra galaxia. Pues bien, después de dominar el partido con mano de hierro y dar lecciones de futbol a propios y extraños, el Betis se manifestó como un conjunto muy a tener en cuenta. Ayer frente al Granada, se ha verificado de nuevo que han salido de los vestuarios como cohetes. Como nos tiene acostumbrados. Con superioridad. Con clase, talento y maestría. Con ese hechizo que sólo esa camiseta puede imprimir. No hace falta señalar que el Betis ha gozado de una posesión de escándalo, y ha controlado el esférico en todo momento.

Por todo ello, sólo queda felicitar al bético y darle la enhorabuena por tan magno espectáculo. Sólo los aficionados que saben lo que quieren tienen la posibilidad de regocijarse con un partido de este calibre. La historia se construye con unos cimientos bien firmes, y con ilusión. De otra manera, no se puede explicar el impresionante inicio de liga del Betis.

Todo pinta muy bien, sin duda. Viva el Betis!