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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
06-07-14 23:03 #12128213
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 76ª Sección
Visión Espiritual de Juan Evangelista.-
Y me levantó en espíritu el Ángel de Dios, a un monte grande y alto y me mostró a la ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo desde el mismo Dios. Fui levantado con la fuerza del poder Divino a un monte alto de suprema inteligencia y luz de ocultos sacramentos, y con el espíritu ilustrado vi a la esposa del Cordero, que era su mujer, y como a ciudad santa de Jerusalén; esposa del Cordero, por la similitud y amor recíproco del que quitó los pecados del mundo, y mujer, porque le acompañó inseparablemente en todas sus obras y maravillas y porque ella salió del seno de su Eterno Padre para tener sus delicias con los hijos de los hombres, por hermanos de esta Esposa, y por ella también hermanos suyos del mismo Verbo humanizado. Vi la como ciudad de Jerusalén, que encerró en sí y dio espaciosa habitación al que no cabe ni en los Cielos ni en la tierra, y porque en esta ciudad puso el templo y propiciatorio donde quiso ser buscado y obligado para mostrarse propicio y liberal con los hombres. Y vi la como ciudad de Jerusalén, porque en su interior vi encerradas todas las perfecciones de la Jerusalén triunfante, y el adecuado fruto de la redención humana, y todo se contenía en ella en María. Y aunque en la tierra se humillaba a todos y se postraba a nuestros pies, como si fuera la menor de las criaturas, vi a María en las alturas levantada en el trono y colocada a la diestra de su Unigénito, de donde descendía a la Nueva Iglesia, próspera y abundante, para favorecer a los hijos y los fieles de la Iglesia Cristiana.-

Y Juan Evangelista dice:
Esta ciudad Santa de Jerusalén, es María, que tenía la claridad de Dios, y su resplandor era semejante a una piedra preciosa de jaspe como el cristal. Desde el tiempo que María tuvo ser, fue su alma llena y como bañada de una nueva participación de la Divinidad, nunca vista ni concedida a otra criatura, porque ella sola era la clarísima aurora que participaba de los mismos resplandores del Sol Cristo, hombre y Dios verdadero, que de ella había de nacer. Y esta Divina Luz y claridad fue creciendo hasta llegar al supremo estado que tuvo, ser sentada a la Diestra de su Hijo Unigénito en el mismo trono de la Divina Trinidad y vestida de variedad de todos los dones, gracias, virtudes, méritos y gloria, sobre todas las criaturas. Y cuando la vi en aquel lugar y luz inaccesible, me pareció que no tenía otra claridad más que la del mismo Dios, que en su inmutable ser estaba como en fuente y en su origen y en ella estaba participando, y por medio de la humanidad de su Hijo unigénito resultaba una misma luz y claridad en la Madre y en el Hijo y en cada uno con su grado, pero en la misma sustancia, que no se hallará en otro de los bienaventurados ni entre todos ellos juntos.-

Y por la variedad parecía al jaspe, por lo estimable era preciosa y por la hermosura de alma y cuerpo era como cristal penetrado y bañado y sustanciado con la misma claridad y luz. Y tenía la ciudad un grande y alto muro con doce puertas y en ellas doce Ángeles, escritos los nombres de las doce tribus de Israel: tres puertas al Norte, tres puertas al Sur, tres puertas al Este y tres puertas al Oeste. El muro que defendía y encerraba esta ciudad santa de María, era tan alto y grande, cuanto lo es el mismo Dios y su Omnipotencia infinita y todos sus atributos, porque todo el poder y grandeza Divina y su sabiduría inmensa se emplearon en guarnecer a esta gran Señora, en asegurarla y defenderla de los enemigos que la pudieran asaltar. Y esta invencible defensa se dobló cuando descendió al mundo para vivir en él sola, sin la asistencia visible de su Hijo, y para asentar la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, que para esto tuvo todo el poder de Dios por el nuevo modo de su voluntad contra los enemigos de la misma Iglesia visibles e invisibles.-
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Y porque después que fundó el Altísimo esta ciudad de María, franqueó liberalmente sus tesoros y por ella quiso llamar a todos los mortales al conocimiento de sí mismo y a la eterna felicidad sin excepción de gentiles, judíos, ni bárbaros, sin diferencia de naciones ni de estados, por eso edificó esta ciudad santa con doce puertas hacia las cuatro partes del mundo sin diferencia. Y en ellas puso a los doce Ángeles que llamasen y convidasen a todos los hijos de Adán, y en especial despertasen a todos a la devoción y piedad de su Reina; y los nombres de las doce tribus en estas puertas, para que ninguno se tenga por excluido del refugio y sagrado de esta Jerusalén divina y todos entiendan que María tiene escritos sus nombres en el pecho y en los mismos favores que recibió del Altísimo para ser Madre de clemencia y misericordia y no de la justicia. El muro de esta ciudad tenía doce fundamentos y en ellos estaban los nombres de los doce Apóstoles del Cordero. Cuando María, la Madre y Maestra estuvo a la diestra de su Hijo y Dios verdadero en el trono de su gloria, María se ofreció a volver al mundo terrenal para plantar la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, entonces el mismo Señor la encargó singularmente el cuidado de los Apóstoles y grabó sus nombres en el inflamado y candidísimo corazón de esta Divina Maestra y Madre del Unigénito humanizado.-

Y en él se hallaran escritos los nombres de los Apóstoles, y todos los verían, si fuera posible que lo pudiéramos ver. Y aunque entonces éramos solos once los Apóstoles, vino escrito en el lugar de Judas Iscariote, el nombre del Apóstol Matías, tocándole esta suerte de antemano. Y porque del amor y sabiduría de María, salió la Doctrina, la enseñanza, la firmeza y todo el gobierno con que los doce Apóstoles y Pablo fundamos la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, y la plantamos en el mundo, por esto escribió los nombres de todos en los fundamentos de esta ciudad mística de María, que fue el apoyo y fundamento en que se aseguraron los principios de la Nueva Iglesia y de sus fundadores los Apóstoles. María, con su Doctrina nos enseñó, y con su sabiduría nos ilustró, con su caridad nos inflamó, con su paciencia nos toleró, con su mansedumbre nos atraía y con su consejo nos gobernaba, con sus avisos nos prevenía y con su poder Divino, de que era dispensadora, nos libraba de los peligros. A todos acudía como a cada uno de nosotros y a cada uno como a todos juntos. Y los Apóstoles tuvimos patentes las doce puertas de esta ciudad santa más que todos los otros hijos de Adán. Y mientras vivió como nuestra Maestra y amparo, jamás se olvidó de alguno de nosotros, sino que en todo lugar y tiempo nos tuvo presentes y nosotros tuvimos su defensa y protección, sin faltarnos en ninguna necesidad ni trabajo. Y de esta grande y poderosa Reina, por ella participamos y recibimos todos los beneficios, gracias y dones que nos comunicó el brazo del Altísimo, para ser idóneos ministros del Nuevo Testamento. Y por todo esto estaban nuestros nombres en los fundamentos del muro de esta ciudad mística, que era María.-

Y el Ángel que hablaba conmigo, tenía una medida de oro, como caña para medir la ciudad, sus puertas y su muro. Y la ciudad está puesta en cuadrángulo, con igual longitud y latitud. Y midió la ciudad con la caña de oro, con que tenía doce mil estadios. Y su longitud, latitud y altura eran iguales. Para que yo entendiese la magnitud inmensa de esta ciudad santa de Dios. La midió en mi presencia el mismo que me hablaba. Y para medirla tenía en la mano una vara o caña de oro, que era el símbolo de la humanidad deificada con la persona del Verbo y de sus dones, gracia y merecimientos, en que se encierra la fragilidad del ser humano y terreno y la inmutabilidad preciosa e inestimable del ser divino que realzaba a la humanidad y sus merecimientos. Y aunque esta medida excedía tanto a lo mensurado, pero no se hallaba otra en el cielo ni en la tierra con que medir a María santísima y su grandeza fuera de la de su Hijo y Dios verdadero, porque todas las criaturas humanas y Angélicas eran inferiores y desiguales para investigar y medir esta ciudad mística y divina. Pero medida con su Hijo,bera María proporcionada con él, como Madre digna suya, sin faltarle cosa alguna para esta proporcionada dignidad. Y su grandeza contenía doce mil estadios, con igualdad por todas cuatro superficies de su muro, que cada lienzo contenía doce mil de largo y de alto, con que venía a estar en cuadro y correspondencia muy igual.-
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Tal era la grandeza e inmensidad y correspondencia de los dones y excelencias de María, que si los demás santos lo recibieron con medida de cinco o dos talentos, ella sería de doce mil cada uno, excediéndonos a todos con inmensa magnitud. Y aunque fue medida con esta proporción cuando bajó de Cielo, lo fue en su Inmaculada Concepción, prevenida para Madre del Verbo eterno, pero en esta ocasión que bajó del cielo, fue para plantar la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, y fue medida otra vez con la misma proporción de su Unigénito, que esta sentado a la diestra del Padre y se halló con la correspondencia ajustada para tener allí aquel lugar y volver a la Nueva Iglesia, para hacer el oficio de su mismo Hijo y Reparador del mundo. Y la fábrica del muro era de piedra de jaspe; pero la ciudad era de oro finísimo, semejante al vidrio puro y limpio. Y sus fundamentos estaban adornados con todo género de piedras preciosas. Las obras y compostura exterior de María, que se manifestaban a todos como en la ciudad se manifiesta el muro que la rodea, todas eran de tan hermosa variedad y admiración a los que la miraban y comunicaban, que sólo con su ejemplo vencía y atraía los corazones y con su presencia ahuyentaba los demonios y deshacía todas sus fantásticas ilusiones, que por eso el muro de esta ciudad santa era de jaspe. Y con su proceder y obrar en lo exterior se hizo María, Reina y Señora del Cielo de la Tierra, mayores frutos y maravillas en la primitiva Iglesia, que todos los Apóstoles y Santos de aquel siglo.-

Pero lo interior de esta Divina Ciudad era finísimo oro de inexplicable caridad, participada de la de su mismo Hijo, y tan inmediata a la del ser infinito que parecía un rayo de ella misma. Y no sólo era esta ciudad de oro levantado en lo precioso, sino también era como vidrio claro, puro y transparente, porque era un espejo inmaculado en que reverberaba la misma divinidad, sin que en ella se conociese otra cosa fuera de esta imagen. Y a más de esto era como una tabla cristalina en la que estaba escrita la Ley del Evangelio, para que por ella y en ella se manifestase al mundo entero, y por eso era de vidrio claro y no de piedra oscura como las de Moisés para un pueblo solo. Y los fundamentos que se descubrían en el muro de esta gran ciudad todos eran de preciosas piedras, porque la fundó el Altísimo de su mano, como todopoderoso y rico, sin tasa ni medida, sobre lo más precioso, estimable y seguro de sus dones, privilegios y favores, significados en las piedras de mayor virtud, estimación, riqueza y hermosura que se conoce entre las criaturas. Y las puertas de la ciudad, cada una era una preciosa margarita. Doce puertas, doce margaritas, y la plaza oro lucidísimo como el vidrio. Y no había templo en ella, porque su templo es el mismo Dios Omnipotente y el Cordero.-

El que llegare a esta Ciudad Santa de María para entrar en ella por medio de la FE, por la Esperanza, por Veneración, por la Piedad y devoción, hallará la preciosa margarita que le haga dichoso, rico y próspero en esta vida y en la otra bienaventurado por su intercesión. Y no sentirá horror al entrar en esta ciudad de refugio, porque sus puertas son amables y de codicia, como preciosas y ricas margaritas, para que ninguno de los mortales tenga excusa si no se valiere de María y de su dulcísima piedad con los pecadores, pues nada hubo en ella que dejase de atraerlos a sí y al camino de la eterna vida. Y si las puertas son tan ricas y llenas de hermosura a quien llegase, más lo será el interior que es la plaza de esta admirable ciudad, porque es de finísimo oro y muy lucido, de ardentísimo amor y deseo de admitir a todos, enriquecerlos con los tesoros de la felicidad eterna.-
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Y para esto se manifiesta a todos con su claridad y luz, y ninguno hallará en ella tinieblas de falsedad o engaño. Y porque en esta Ciudad Santa de María venía el mismo Dios por especial modo y el Cordero, que es su Hijo Sacramentado, que la llenaban y ocupaban, por esto no vi en ella otro templo ni propiciatorio más que al mismo Dios Omnipotente y al Cordero. Ni tampoco era necesario que en esta Ciudad se hiciera templo para que orase y pidiese con acciones y ceremonias como en los demás, que para sus súplicas van a los templos, porque el mismo Dios y su Hijo eran su templo y estaban atentos y propicios para todas sus peticiones, oraciones y ruegos que por los fieles de la Nueva Iglesia Cristiana, María siempre ofrecía. Y esta Ciudad, no tenía necesidad de luz del sol ni de la luna, porque la claridad de Dios la daba luz y su lucerna es el Cordero. Después que nuestra Reina volvió al mundo de la diestra de su Hijo Santísimo, no fue ilustrado su espíritu con el modo común de los Santos, ni como el que tuvo antes de la Ascensión, sino que, en recompensa de la visión clara y fruición de que carecía para volver a la Iglesia militante, se le concedió otra visión abstractiva y continua de la divinidad, a que correspondía otra función proporcionada. Y con este especial modo participaba del estado de los comprensores, aunque estaba en el como de mediadora. Y fuera de este beneficio recibió también otro, que su Hijo Santísimo Sacramentado en las especies del pan perseveró siempre en el pecho de María como en su propio sagrario, y no perdía estas especies sacramentales hasta que recibía otras de nuevo. De manera que María, mientras vivió en el mundo terrenal, y después que descendió del cielo, tuvo consigo siempre a su Hijo Santísimo y a Dios verdadero Sacramentado. Y en sí misma le miraba con una particular visión que se le concedió, para que le viese y tratase, sin buscar fuera de sí misma su Real presencia.-

En su pecho le tenía, para decir con la Esposa: Asilo, y no le soltaré. Con estos favores ni pudo haber noche en esta Ciudad Santa, en el que alumbraba la gracia como luna, ni tuvo necesidad de otros rayos del sol de justicia, porque lo tenía todo con plenitud y no por partes como los demás santos. Y caminarán las gentes en su resplandor, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria y su honor. Ninguna excusa ni disculpa tendrán los desterrados hijos de Eva, si con la divina luz que María ha dado al mundo, para que caminasen a la verdadera felicidad. Para que se ilustrase su Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, la envió del cielo su Hijo y Redentor en sus primeros principios y la dio a conocer a los primogénitos de la Nueva Iglesia. Después de la sucesión de los tiempos ha ido manifestada su grandeza y santidad por medio de las maravillas que esta gran Reina y Señora María, ha obrado en innumerables favores y beneficios que de su mano ha recibido la humanidad. Y en estos últimos siglos, que son los presentes, dilatará su gloria y la dará a conocer de nuevo con mayor resplandor, por la excesiva necesidad que tendrá la Nueva Iglesia de su poderosa intercesión y amparo para vencer al mundo, al demonio y a la carne, que por culpa de los mortales tomarán mayor imperio y fuerzas, como ahora las tienen para impedirles la gracia y hacerlos más indignos de la gloria. Contra la nueva malicia de Lucifer y sus seguidores quiere oponer el Señor los méritos y peticiones de su Madre y la luz que envía al mundo de su vida y poderosa intercesión, para que sea refugio y sagrado de los pecadores y todos caminen y vayan a él por este camino tan recto, seguro y lleno de resplandor. Y si los reyes y príncipes de la tierra caminasen con esta luz y llevasen su honor y gloria a esta Ciudad Santa de María y exaltar su nombre y el de su Hijo Santísimo y empleasen la grandeza, potestad, riquezas y potencia de sus estados, asegúrense que si con este norte se gobernasen merecerían ser encaminados con el amparo de esta suprema Reina en el ejercicio de sus dignidades y con grande acierto gobernarían sus estados o monarquías.-
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Y para renovar esta confianza en nuestros Cristianos príncipes, profesores y defensores de la santa FE, les hago manifiesto, que el Supremo Rey de los Reyes y Reparador de las monarquías ha dado a María, especial título de Patrona, Protectora y Abogada de estos Reinos Cristianos. Y con este singular beneficio determinó el Altísimo prevenir el remedio de las calamidades y trabajos que al pueblo Cristiano por sus pecados le habían de sobrevenir y afligir y sucedería en estos siglos presentes como con dolor y lágrimas ya lo experimentamos.

El Dragón infernal ha convertido su saña y furor contra la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, conociendo el descuido de sus cabezas y el de los miembros de este cuerpo místico y que todos aman la vanidad y deleite. Y la mayor parte de estas culpas y de su castigo toca a los más Cristianos, cuyas ofensas, como de hijos, son más pesadas, porque saben la voluntad de su Padre Celestial que habita en las alturas y no la quieren cumplir más que los extraños. Y sabiendo también que el reino de los cielos padece fuerza y se alcanza con violencia, ellos se han entregado al ocio, a las delicias y a contemporizar con el mundo y la carne. Este peligroso engaño del demonio castiga el Justo Juez por mano del mismo demonio, dándole por sus justos juicios licencia para que aflija a la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, y azote con rigor a sus hijos.-

El Apóstol Juan sigue diciendo:
El mayor testimonio y prueba de la clemencia de María son: Que Las puertas de esta Jerusalén divina no estaban cerradas ni por el día ni por la noche; para que todas las gentes lleven a ella su gloria y honra. Nadie, por pecador y tardo que haya sido, por infiel y pagano, llegue con desconfianza a las puertas de esta Madre de misericordia, que quien se priva de la gloria que gozaba a la diestra de su Hijo para venir a socorrernos no podrá cerrar las puertas de su piedad a quien llegase a ellas por su remedio con devoto corazón. Y aunque llegare en la noche de la culpa o en el día de la gracia y a cualquier hora de la vida, siempre será admitido y socorrido.

Si el que llama a media noche a las puertas del amigo que de verdad lo es le obliga por la necesidad o por la importunidad a que se levante y le socorra dándole los panes que pide, ¿qué hará la que es Madre y tan piadosa que llama, espera y convida con el remedio? No aguardará que seamos importunos, porque es presta en atender a los que la llaman, oficiosa en responder y toda suavísima y dulcísima en favorecer y liberal en enriquecer. Es el fomento de la misericordia, motivo para usar el Altísimo de ella y puerta del cielo para que entremos a la gloria por su intercesión y ruegos.-

Nunca entró en María cosa manchada ni engañosa. Nunca se turbó, ni admitió indignación ni odio con los hombres, no se halló en ella jamás engaño, culpa ni defecto, nada le falta de cuanto se puede desear para remedio de los mortales. No tenemos excusa ni descargo, si no llegamos con humilde reconocimiento, que como es pura y limpia también nos purificará y limpiará a nosotros. Tiene la llave de las fuentes del Redentor, de que dice Isaías, saquemos agua, y su intercesión, obligada de nuestros ruegos, vuelve la llave y salen las aguas para lavarnos ampliamente y admitirnos en su felicísima compañía y la de su Hijo y Dios verdadero por todas las eternidades.-
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