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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
12-05-14 06:47 #12015319
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 24ª Sección
porque ninguna fue pequeña en capacidad y disposición tan inmensa como la de esta gran Reina y Señora del Cielo y de la Tierra. Cuando salieron las dos Señoras de su retiro, Isabel se ofreció a María por esclava y a toda su familia y casa para su servicio, y que para su quietud y recogimiento admitiese un aposento de que ella misma usaba para la oración, más retirado y acomodado para esta ocupación. María con rendido agradecimiento admitió el aposento y le señaló para su recogimiento y para dormir; y nadie entró en él fuera de las dos primas. Y en lo demás se ofreció a servir y asistir a Isabel como sierva, pues para esto le dijo María que había venido, a visitarla y a consolarla.-

María vio a Zacarías que estaba con su mudez y le pidió su bendición como a Sacerdote del Señor que ejercía, y Zacarías se la dio. Pero aunque le vio con piedad y ternura de que estaba mudo, como sabía el sacramento que había encerrado en aquel trabajo, no se movió a remediarle por entonces, pero hizo oración por él. Isabel, que ya conocía la buena dicha del castísimo esposo José, aunque entonces la ignoraba él, le acarició y regaló con grande reverencia y estimación. Y después de tres días que había estado en casa de Zacarías, José pidió licencia a su esposa María para volver a Nazaret, dejándola José en compañía de Isabel para que la asistiese en su embarazo. Se despidió José de María, con acuerdo que volvería a por María cuando le diese aviso; y Isabel le ofreció algunos dones que llevase a su casa, pero de todo recibió muy poco, y esto por la instancia que le hizo, porque era el varón de Dios no sólo amador de la pobreza, pero de corazón magnánimo y generoso. Con esto José Caminó de vuelta hacia Nazaret, con la pollina que había traído. Y en su casa le sirvió en ausencia de su esposa una mujer vecina y deuda, que solía acudir a las cosas que se le ofrecían traer de fuera cuando estaba en su casa María.-

Estando ya María en casa de Zacarías, se recogió y se postró en presencia del Altísimo y le pidió, que la gobernase y le ordenase lo que debía hacer el tiempo que estuviese en casa de Isabel y de Zacarías, para que en todo fuese agradable y cumpliese enteramente el mayor beneplácito de su altísima Majestad. Oyó su petición el Señor y la respondió: Esposa y paloma mía, yo gobernaré todas tus acciones y encaminaré tus pasos a mi mayor servicio y agrado y te señalaré el día que quiero que de regreso vuelvas a tu casa; y mientras estuvieres en la de mi sierva Isabel, tratarás y conversarás con ella, y en lo demás continúa tus ejercicios y peticiones, en especial por la salud de los hombres, para que no use con ellos de mi justicia por las incesantes ofensas que contra mi bondad multiplican. Y en esta petición me ofrecerás por ellos el Cordero sin mancilla que tienes en tu vientre, que quita los pecados del mundo. Estas serán ahora tus ocupaciones.-

Con este magisterio y nuevo mandato del Altísimo, ordenó la Princesa de los Cielos todas las ocupaciones que había de tener en casa de su prima Isabel. María todos los días se levantaba a media noche, continuando siempre este ejercicio, y en él María se entregaba a la incesante contemplación de los misterios divinos, dando a la vigilia y al sueño lo que perfectísimamente y con proporción correspondía al estado natural del cuerpo. En cada uno de estos tiempos y en todos recibía María nuevos favores, ilustraciones, elevaciones y regalos del Altísimo. Tuvo en aquellos tres meses muchas visiones de la Divinidad por el modo abstractivo, que era el más frecuente, y más lo era la visión de la humanidad santísima del Verbo con la unión hipostática, porque su virginal tálamo, donde le traía, era su perpetuo altar y oratorio.-
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Le miraba con los aumentos que cada día iba recibiendo aquel sagrado cuerpo, y en esta vista, y los sacramentos que cada día se le manifestaban en el campo interminable de la divinidad y poder divino, crecía también el espíritu de María; y muchas veces con el incendio del amor y sus ardientes afectos llegara a desfallecer y morir, si no fuera confortada por la virtud del Señor. Acudía entre estos disimulados oficios a todos los que se ofrecían del servicio y consuelo de su prima Isabel, aunque sin darles un momento más de lo que la caridad pedía. Volvía luego a su retiro y soledad, donde con mayor libertad se derramaba el espíritu en la presencia del Señor. Tampoco estaba ociosa por ocuparse en el interior, que al mismo tiempo trabajaba en algunas obras de manos durante muchos ratos. Y fue tan feliz en todo el precursor Juan Bautista, que esta gran Reina con las suyas le hizo y labró los fajos y mantillas en que se envolvió y crió, porque le solicitó esta buena dicha la devoción y atención de su madre Isabel, que con la humildad de sierva que la tenía se lo suplicó a la divina Señora, y ella con increíble amor y obediencia lo hizo por ejercitarse en esta virtud y obedecer a quien quería servir como la más inferior de sus criadas; que siempre en humildad y obediencia vencía María a todos. Y aunque Isabel procuraba anticiparse en muchas cosas a servirla, ella con su rara prudencia y sabiduría incomparable se anticipaba y lo prevenía todo para ganar siempre el triunfo de la virtud.-

Tenían sobre esto las dos primas grandes y dulces competencias de sumo agrado para el Altísimo y admiración de los Ángeles; porque Isabel era muy solícita y cuidadosa en servir a María y en que lo hiciesen todos los de su familia; pero la que era maestra de las virtudes, María, más atenta y oficiosa prevenía y divertía los cuidados de su prima, y la decía: Amiga y prima mía, yo tengo mi consuelo en ser mandada y obedecer toda mi vida; no es bien que vuestro amor me prive del que yo recibo en esto, siendo la menor; la misma razón pide que sirva no sólo a vos como a mi madre, si no también, a todos los de vuestra casa; tratadme como a vuestra sierva mientras estuviere en vuestra compañía.-

Respondió Isabel: Señora y amada mía, antes me toca a mí obedeceros y a vos mandarme y gobernarme en todas las cosas; y esto os pido yo con más justicia, porque si vos, Señora, queréis ejercitar la humildad, yo debo el culto y reverencia a mi Dios y Señor que tenéis en vuestro virginal vientre, y conozco vuestra dignidad digna de toda honra y reverencia.-

Replica María y la dice: Mi Hijo y mi Señor no me eligió por Madre para que en esta vida me diesen tal veneración como a Señora, porque su reino no es de este mundo, ni viene a Él a ser servido, más a servir y padecer y enseñar a obedecer y humillarse por los mortales, condenando su soberbia y por su mucho lujo. Pues si esto me enseña Su Majestad altísima, y se llama deshonra de los hombres ¿cómo yo, que soy su esclava, y no merezco la compañía de las criaturas, consentiré que me sirvan las que son formadas a su imagen y semejanza?.-

Contestando Isabel la dijo a María: Señora y amparo mío, eso será para quien ignora el sacramento que en vos se encierra, pero yo, que sin merecerlo recibí del Señor esta noticia, seré muy reprensible en su presencia, si no le doy en vos la veneración que debo como a Dios
y a vos como a su Madre; que entre ambas, es justo que yo sirva como esclava a sus señores.-

Respondió María: Amiga y hermana mía, esa reverencia que debéis y deseáis dar, se debe al Señor que tengo en mis entrañas, que es verdadero y sumo bien y nuestro Salvador, pero a mí que soy pura criatura y entre ellas un pobre gusanillo, miradme como lo que soy por mí, aunque adoréis al Creador que me eligió por pobre para su morada, y con la misma luz de la verdad daréis a Dios lo que se debe y a mí lo que me toca, que es servir y ser inferior a todos; y esto os pido yo por mi consuelo y por el mismo Señor que traigo en mis entrañas.-
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En estos coloquios gastaban algunos ratos María e Isabel. Pero la sabiduría divina de nuestra Reina la hacía tan estudiosa e ingeniosa en materias de humildad y obediencia, que siempre quedaba victoriosa, hallando medios y caminos con que obedecer y ser mandada; y así lo hizo con Isabel todo el tiempo que estuvieron juntas, pero de tal suerte que ambas respectivamente trataban con magnificencia el sacramento del Señor que en su pecho estaba oculto y depositado en María, como Madre y Señora de las virtudes y de la gracia, y su prima Isabel como matrona prudentísima y llena de la divina luz del Espíritu Santo. Y con ella dispuso cómo proceder con la Madre del mismo Dios, dándole gusto y obedeciéndola en lo que podía y juntamente reverenciando su dignidad, y en ella a su Creador. Propuso en su corazón que si alguna cosa ordenase a la Madre de Dios, sería por obedecerla y satisfacer a su voluntad; y cuando lo hacía pedía licencia y perdón al Señor, y junto con esto no la ordenaba cosa alguna con imperio sino rogándola; y sólo en lo que era para algún alivio de la Reina, como para que durmiese y comiese, la hacía con mayor fuerza; y también la pidió hiciese alguna labor de manos para ella, y las hizo; pero nunca Isabel usó de ellas, porque las guardó con veneración.-

Por estos modos conseguía María la práctica de la doctrina que venía a enseñar el Verbo humanizado, humillándose el que era forma del Padre Eterno, figura de su sustancia y Dios verdadero de Dios verdadero, para tomar la forma y ministerio de siervo. Madre era esta Señora del mismo Dios, y Reina de todo lo creado, superior en excelencia y dignidad a todas las criaturas y siempre fue sierva humilde de la menor de ellas y jamás admitió obsequio ni servicio suyo como porque se le debiese, ni jamás se engrió ni dejó de hacer humildísimo juicio. ¿Qué dirá aquí ahora nuestra execrable presunción y soberbia, pues muchos llenos de abominables culpas somos tan insensatos, que con aborrecible demencia juzgamos se nos debe el obsequio y veneración de todo el mundo? Y si nos le niegan, perdemos tan aprisa el poco seso que las pasiones nos han dejado. Toda la vida de la Madre de Jesucristo, es una estampa de humildad y una sentencia contra nuestra soberbia.-

Ruego y pido a todos los fieles, hijos de la luz, que pongamos este ejemplo de proceder delante de los ojos, para humillarnos en su presencia. Fue Isabel muy favorecida del Señor desde el día que le tuvo por huésped en su casa, en el vientre de su Madre María. Y con las continuas pláticas y trato familiar de esta divina Reina, como sabía y conocía los misterios de la encarnación, fue creciendo la gran matrona en todo género de santidad, como quien la bebía en su fuente. Algunas veces merecía ver a María en oración arrebatada y levantada del suelo y toda llena de divinos resplandores y de hermosura, que no podía verle él rostro ni pudiera sufrir su presencia si no la confortara la virtud divina. En estas ocasiones y en otras, cuando a excusa de María podía mirarla, se postraba y se ponía de rodillas delante y en presencia suya y adoraba al Verbo encarnado en el templo del virginal vientre de la Madre.-
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Todos los misterios que conoció por la divina luz y por el trato de la gran Reina los guardó Isabel en su pecho, como depositaría fidelísima y secretaria muy prudente de lo que se le había fiado. Sólo con su hijo Juan Bautista y con Zacarías, en lo que vivió después del nacimiento del hijo, pudo Isabel conferir algo de los sacramentos que todos conocieron; pero en todo fue mujer fuerte, y sabia.-

En casa de Zacarías, servía una criada de inclinaciones siniestras, inquieta, de condición iracunda y acostumbrada a jurar y maldecir. Con estos vicios y otros desórdenes que hacía, guardando el aire a sus dueños, estaba tan rendida al Demonio, que fácilmente la movía este tirano a cualquiera miseria y desacierto, y por espacio de catorce años la asistían y acompañaban muchos Demonios, sin dejarla un momento, para asegurar la presa de su alma; sólo cuando esta mujer estaba en presencia de María, se retiraban los demonios, porque la virtud de María los atormentaba, y más en esta ocasión que tenía en su virginal relicario al Señor poderoso y Dios de las virtudes. Y como desviándose aquellos crueles exactores no sentía la criada los malos efectos de su compañía y, por otra parte, la dulce vista y trato de María, iba obrando en ella nuevos beneficios, comenzó la mujer a inclinarse y aficionarse mucho a su Reparadora y procuraba asistirla con mucho afecto y ofrecérsele a su servicio y granjear todo el tiempo que podía para ir a donde estaba Su Alteza, y la miraba con reverencia; porque entre sus torcidas inclinaciones tenía una buena, que era un linaje de natural piedad y compasión de los necesitados y humildes y se inclinaba a ellos y a hacerles bien.-

María, que conocía y veía todas las inclinaciones de aquella mujer, el estado de su conciencia, el peligro de su alma y la malicia de los Demonios contra ella, convirtió los ojos de su misericordia, la miro con piadoso afecto de madre. Y aunque aquella asistencia y dominio de los Demonios conoció María que era justa pena de los pecados de aquella mujer, con todo eso, hizo oración por ella y le alcanzó el perdón, el remedio y la salvación. Luego mandó a los Demonios, con el poder que tenía, dejasen aquella criatura libre y no volviesen más a turbarla ni molestarla. Y como no podían resistir al imperio de María, se rindieron y atemorizados, huyeron ignorando la causa de aquel poder de María; pero conferían entre sí mismos con indignada admiración y decían los Demonios: ¿Quién es esta mujer que sobre nosotros tiene tan extraordinario poder? ¿De dónde le viene tan exquisito poder, que obra todo lo que quiere? Concibieron por esto los enemigos nueva indignación y saña contra la que les quebrantaba la cabeza. Pero aquella feliz pecadora quedó libre de sus uñas, y María la amonestó, corrigió y enseñó el camino de la salvación y la transformo en otra mujer blanda de corazón y sin condición. Y en esta renovación perseveró toda la vida, reconociendo que todo le había venido por mano de María, aunque no supo ni penetró el misterio de su dignidad, pero fue humilde, agradecida y acabó su vida santamente.-

No era de mejor condición que esta criada, otra mujer vecina de la casa de Zacarías, que por serlo solía entrar en ella y acudir a la conversación de los de la familia de Isabel. Vivía libre y atrevidamente en la guarda de la honestidad, y como supo de la llegada de María a aquella ciudad, sin compostura ni reserva, dijo con liviandad y curiosidad en casa de Zacarías: ¿Quién es esta forastera que nos ha venido por huésped y vecina, tan a lo santo y retirado de esta ciudad? Y con el deseo vano y curioso de inquirir novedades, que tales personas suelen tener, procuró ver a María y reconocer el traje y la cara que tenía. Impertinente y ocioso era este fin en esta vecina, más no lo fue en el efecto; porque habiéndolo conseguido hablar, quedó esta mujer tan herida en el corazón, que con la presencia y vista de María se transformó en nuevo ser.-
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Mudó sus inclinaciones, y sin conocer la virtud de aquel eficaz instrumento, la sintió, produciendo sus ojos arroyos de lágrimas copiosísimos con íntimo dolor de sus pecados. Y sólo con haber puesto la vista con atención curiosa en María, sacó esta feliz mujer el recambio de la virtud de la castidad, quedando libre de los hábitos e inclinaciones sexuales. Se retiró entonces, con este dolor a llorar su mala vida, y después solicitó el ver y hablar con María. María se lo concedió para confirmarla en ella, como quien sabía y conocía el suceso y que tenía el origen de la gracia en su divino vientre, que hace santos y justifica; en cuya virtud obraba la Abogada de los pecadores. Admitió a ésta con maternal afecto de piedad, la amonestó y catequizó en la virtud, y con esto la dejó mejorada y esforzada para la perseverancia.-

Corrían ya dos meses después de la venida de María a casa de Isabel, y la discreta matrona prevenía ya su mismo dolor con la partida y ausencia de María. Temía, con razón, perder la posesión de tanta dicha y conocía que no podía caer debajo de merecimientos humanos, y como humilde y santa ponderaba más en su corazón sus propias culpas, recelándose si por ellas se le ausentaría aquella hermosa luna con el Sol de Justicia que encerraba en su tálamo virginal. Lloraba algunas veces a solas con suspiros porque no hallaba medios para detener el sol, que tan claro día de gracia y luz le había causado. Suplicaba al Señor con muchas lágrimas pusiera en el corazón de su prima y María, para que no la dejase sola; a lo menos, que no la privase tan presto de su amable compañía.-

La servía con gran veneración, asistencia y cuidado. Meditaba qué haría para obligarla; y no era maravilla y prudente mujer que solicitase lo que pudieran codiciar los mismos Ángeles, pues a más de la luz divina que con grande plenitud había recibido del Espíritu Santo, para conocer la dignidad de María, ella por sí misma, con su dulcísima y divina conversación y con los efectos que Isabel sentía de su trato, la había robado el corazón; de suerte que sin especial favor no pudiera vivir, apartándose de ella, después que la conoció y la trató.-

Natividad de Juan:
Era tiempo oportuno de que saliese a luz el gran profeta del Altísimo, y más que profeta, Juan Bautista, que preparando los corazones de los hombres señalase con su dedo al Cordero que había de remediar y santificar el mundo. Y primero que saliese del materno vientre, manifestó el Señor al bendito niño que le llegaba la hora de su nacimiento para comenzar la carrera de todos los mortales en la común luz de todos. Tenía el infante uso perfecto de razón, elevado con la divina luz y ciencia infusa que de la presencia del Verbo humanizado había recibido, y con ella conoció y atendió que llegaba a tomar puerto en una tierra maldita y llena de peligrosas espinas y a poner los pies en un mundo lleno de lazos y sembrado de maldades, donde muchos padecían naufragio y perecían.-

Entre este conocimiento y el orden divino y natural de nacer, estaba el grande niño como suspenso y dudoso; porque de una parte las causas naturales habían conseguido su término en formar y alimentar el cuerpo hasta su perfección, con que naturalmente era compelido con fuerza para nacer, y él lo conocía y sentía que le despedía y arrojaba la posada materna; se juntaba a la eficacia de la naturaleza la voluntad expresa del Señor que se lo mandaba,
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