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Santibáñez el Bajo - Caceres

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España > Caceres > Santibáñez el Bajo
23-05-16 17:04 #13150087
Por:El_ pizarroso

La Pingolla de FELIX BARROSO "TANTO MONTA"
Este articulo de opinión es de FELIX BARROSO GUTIERREZ,que en el día de hoy 23/5/2016,a salido publicado en EXTREMADURA PROGRESISTA o DIGITAL EXTREMADURA

No podía ser de otra manera. Por ello, siendo la efeméride de San Ulpiano y San Turstano, en la propia yema de la Semana Santa, vino a esta tierra de tránsito para los que creen en el Más Allá aquella niña menuda a la que le pusieron por nombre Ulpiana Blanco Montero. Corría el 3 de abril y la primavera ya iniciaba sus trotes por vegas y arapiles. Hija era del “ehparragueru” (así se les apoda a los vecinos del lugar de Valdeobispo) Rogelio Blanco Domínguez y de Martina Montero Montero. Cuando Ulpiana rompió el silencio con el primer vagido, su padre marchaba camino de los treinta y seis estíos, y su madre rondaba las veinticinco primaveras. Familia con tierras y con posibles.

Creció Ulpiana temerosa de Dios y de sus santos y pronto vertió lágrimas a raudales. Su primer marido, Basilio Montero Jiménez, cayó mal caído de un caballo desbocado y no volvió a levantar cabeza. Con una niña a cuestas, contrajo segundas nupcias (siguió el paso de sus dos abuelas) con un vecino de la pedanía de El Bronco, llamado Juan Martín Martín, colorado, casi albino y fuerte como un toro. Los vecinos le decían Ti Juan “El Tardíu” y también “Ti Juanillón”. Del matrimonio salió Filiberto Martín Blanco, espigado y listo, que cursó los estudios de perito agrónomo y anduvo metido en muchos proyectos por tierras oscenses.

Su innata conciencia social le llevó a contactar con “Cristianos por el socialismo”, movimiento que fundara el zaragozano Alfonso Carlos Comín Ros por los años 70 del pasado siglo, antes de que muriera en la cama el dictador de nefasto recuerdo. Filiberto regresó a sus tierras extremeñas, se afincó en Cáceres y por los años 80 era concejal socialista en esta ciudad, siendo alcalde Juan Iglesias Marcelo.

Andando mi heterodoxa persona repartiendo cucharadas de jarabes pedagógicos por tierras de Las Hurdes, recibí una llamada de “Fili”, que así le conocían en el pueblo. Yo jamás había cruzado una palabra con él y mi recuerdo sobre su figura era totalmente nebuloso. De cuando yo era un chavalín tenía de él un cliché de hombre trajeado y con corbata, y poco más. Estaba interesado sobre mis investigaciones y proyectos sobre la Memoria Histórica. Al poco, llegó a la comarca jurdana acompañando a Manolo Veiga López, presidente de la Diputación cacereña y del que siempre me honró su amistad (nuestra correspondencia epistolar fue profusa). Comimos juntos. Veiga se marchó con un par de alcaldes de la zona, y Filiberto se quedó toda la tarde conmigo. Se emocionaba cuando hablábamos de nuestro pueblo. Se le notaba a la legua su gran amor por él. No tenía reparos en afirmar que el cristianismo y el socialismo lo mamó de su madre, de aquella Ti Upiana que, según cuentan, se la veía muchas noches, con una jarra de aceite u otras viandas cubiertas por el embozo de su negra saya, acudiendo a casa de los vecinos más pobres, enfermos y necesitados.

Filiberto, remedando a su madre, se explayaba: “Hiju, hay que dal-li a la genti baja una ayúa, que a nusótruh, gráciah a Dioh, tenémuh lah trójih y lah tinájah llénah y ótruh lah tienin vacíah”. Y siempre le remachaba, siendo muchacho: “Tú, Fili, ajúntati con tóh loh de tu tiempu, sean rícuh o próbih, tengan o no tengan, que tóh son híjuh de Dióh y Dióh te lo tendrá en cuenta”. Añadía Filiberto que su padre, Ti Juan “El Tardíu”, a veces se metía con su madre y la llamaba “Santa Teresa”, que es el nombre que daban en el lugar a las mantis religiosas, las cuales recogen sus patas delanteras, inclinan la cabeza y da la impresión que están rezando a todas horas. Y me hablaba sobre lo austera que era su madre, que se pasaba con cualquier cosa, unas sopas o unas patatas, pero jamás les faltaron a los criados sus buenas ollas de garbanzos, con sus presas correspondientes.

No tenía Filiberto el carisma que Manolo Veiga, el que afirmaba en 2008 que “a Juan Carlos Rodríguez Ibarra le ha sobrado demasiado metraje, como a algunas películas” y que se quejaba cuando decía: “Ahora, en política, lo que existe es mucha propaganda y mucha prosodia”. ¡Pues si llega a vivir estos últimos años! No obstante, Filiberto tenía tanta o más sensibilidad social que el que fuera presidente de la Diputación cacereña. “Un socialista -me reflexionaba- que olvide que los medios de producción deben estar en manos de los trabajadores y que la única nobleza que existe es la del trabajo y de las manos encallecidas, y no la de los logreros y arribistas, jamás será un buen socialista”.

Ya no están con nosotros ni Manolo ni Filiberto. Los despeñó la parca en la sima del vacío absoluto, del no ser. Mejor así, que se han evitado hacerse mala sangre, y no podrán escuchar como un servidor los amargos lamentos de un honesto paisano y socialista de toda la vida de Zarza de Granadilla: “Dehdi que m,enteré bien enterau de andi ha íu a dehbocalsi Gelipi Gonzali, llevu, cumu la Dolorosa, sieti puñálih claváuh en lo máh aentru del mi corazón”. No es para menos, que algunos analistas hablan que Felipe González ha llegado a tal punto de incapacidad intelectual y de liderazgo político, que piensa más con el estómago que con la cabeza. Su obsesión por Venezuela adquiere tintes patéticos. No tiene empacho en afirmar en “Cambio 16” que la corrupción española es un “juego de niños” comparada con la española. ¿Por qué no habla de la podredumbre que había en dicho país, con ricos gordos como cebones y pobres revolcándose entre los estercoleros, cuando mandaba su íntimo amigo Carlos Andrés Pérez? ¿Y por qué no dice que, en Venezuela, la oligarquía antichavista ha roto la cadena de distribución e importación y ahora los pobres las están pasando canutas ante la escasez de alimentos? Esas cosas no las dice porque, entonces, no recibiría el aplauso de PRISA ni habría sido propuesto por Esperanza Aguirre, la rodeada de corrupción por todas partes menos por una: su lengua viperina, para ser presidente de consenso de este país después de las elecciones del 20-D.

Ti Upiana, aquella paisana tan poquita cosa pero con un corazón muy grande, la que fuera nieta paterna de Tío Mateo Blanco y de Tía Carmen Domínguez (ambos auténticos “ehparraguéruh”), encaminó bien a su hijo Filiberto, que siempre miró a los desposeídos por la fortuna no con ojos de ñoña caridad, sino de justicia distributiva. Seguro que él (jamás Felipe González, el acaudalado gozne de las puertas giratorias) se preguntaría muchas veces por los desahuciados que se pudren en su deambular terreno, como Helder Cámara, que fuera obispo brasileño de la Teología de la Liberación: “Cuando alimenté a los pobres, me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay tantos pobres, me llamaron comunista”.

Tanto monta, monta tanto don Felipe como don Mariano. Tal para cual. La derecha ha llegado a toda una compenetración, producto de la alternancia política, con aquel PSOE al que se le cayeron la “S” y la “O”, que no es el PSOE en el que creían aquel vecino de Zarza de Granadilla y nuestros amigos Manolo Veiga y Filiberto Martín. Felipe y Mariano, junto con sus incondicionales, ya caminan de la mano por la senda neoliberal y neoconservadora. La socialdemocracia, como en toda Europa, no es más que un mero títere de los poderes oligárquicos y antidemocráticos. Cuentan, claro está, con todo el populacho, que no pueblo, que jamás medita su voto y lo echa por inercia en las urnas, aferrado a ese dicho reaccionario y conservador de “vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer”. ¡Ay de los hinchas de la España profunda! Que sepan que “no hay ladrón sin encubridor” y que “tan ladrón es el que mete la mano como el que agarra el saco”. El refranero corta por lo sano. Pero no le mientes a los compadres de los corruptos los maravedíes, porque se curarán, los muy canallas y los muy hipócritas, gritando que “la corrupción es parte de la condición humana”.

Histéricos se ponen cuando el Papa Francisco les aturde los oídos y les recarcome las conciencias, tal como hacía el pasado 13 de mayo: “La lucha contra la pobreza no es solo un problema económico, sino también moral, que llama a una solidaridad global y al desarrollo de un enfoque más equitativo hacia los necesitados y las aspiraciones de los individuos y pueblos de todo el mundo”. ¿Acaso pueden presentarse antes las cercanas elecciones del 26 de junio estos que tanto montan/montan tanto con las manos limpias y una honesta legitimidad de ejercicio, a prueba de bombas? Para manos impolutas y generosas, las de Ti Ulpiana Blanco Montero y las de su hijo Filiberto. Pero aquella nieta materna de Ti Felipe Montero Corrales y de Ti Ana Montero Gutiérrez se fue para no volver siendo las 23,00 horas de un 21 de julio de 1992. Sus canas habían rebasado ya la raya de los noventa. El calendario marcaba la festividad de San Arbogesto y Santa Práxedes (santa que, en Las Hurdes, se vuelve santo).

Ese mismo día se estrellaba contra el suelo, desde un décimo piso en el barrio madrileño de “El Pilar”, el excampeón de España y Europa de boxeo José Manuel Ibar, más conocido por “El Tigre de Cestona” y “Urtain”. Las canículas de finales de julio a veces son aterradoras. También para algunos pueden ser tremebundos y estremecedores los días que suceden al solsticio del verano. Sería lo esperado si parte del pueblo no anduviera escaso de la suficiente madurez democrática.

Buenas tardes.
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