algunas veces Uno de éstos pasados días, me encontraba de compras por Zaragoza. El tiempo estaba revuelto. Chispeaba. La gente caminaba deprisa. Cabizbajo. Sólo se escuchaba el persistente bocinazo de los coches y el monótono traqueteo de alguna máquina agrietando el asfalto. Se percibía tristeza. Incertidumbre. Decidí entrar en una cafetería situada en una bocacalle del Paseo de la Independencia, la cual frecuento cuando me encuentro en la Capital. Es un rincón acogedor, con mesitas de madera y pobremente iluminado. La decoración es agradable, y el ambiente que se percibe, ayuda a recordar. Invita a soñar. El bar se encontraba vacío de clientes, y ocupando uno de los taburetes de madera, eché una ojeada a uno de los periódicos que, desordenados, esperaban que alguna desocupada mano les sacasen de la monotonía en que se hallaban envueltos. Pedí un té verde. No habría tomado ni tres sorbos de la infusión, cuando se personó en el establecimiento, una joven de aspecto un tanto desaliñado. Tras requerir los servicios de la mujer que estaba tras la barra llamándola repetidas veces, consiguió que ésta se acercara a la joven cliente, con evidentes signos de desgana: -¿Si? - Un cortado corto de café, por favor. La camarera, una mujer de mediana edad, y con cara de pocos amigos, permaneció, mientras le preparaba la consumición, mirando con palpable recelo a la joven. Evidentemente, ésta le insperaba poca confianza. La joven se percató...y yo también. Al cabo de unos breves minutos, la muchacha llamó a la de la cara de vinagre para que se cobrase el café, y la de detras de la barra extendió el brazo con diligencia para atrapar el billete que le ofrecían. La joven cliente, una vez recogidos los cambios, se dirigió hacia la salida, despidiéndose con un breve "adios", al que sólo yo contesté. De repente, la muchacha, volvió a entrar hacia la barra y le dijo a la camarera: - Perdone, pero me ha dado mal las vueltas. - Las reclamaciones en el acto -le espetó, con evidente desprecio, la empleada -. - Es que .... me ha dado varios euros de más.. La otra, trató de sonreir con un gesto forzoso, invitando a la cliente, a acercarse para solucionar la equivocación, y es aquí cuando la muchacha, dejó caer su rabia contenida y espetó un contundente ..¡LAS RECLAMACIONES EN EL ACTO!. Y orgullosa y feliz, salió del recinto, con la cara alta, muy alta, ésta vez para no volver a entrar. Yo, no pude sino soltar una sincera carcajada, a la vez que le decía a la camarera: ya ve... algunas veces son las ranas las que j0den a los peces. Y después de abonar la consumición, también volví a salir de allí con la cabeza muy alta, y ésta vez, para no volver muy probablemente nunca más. Sin acritud. "Rompe"
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