San Juan de Mozarrifar - Zaragoza

Desde que saltó la liebre del trasvase a Barcelona, el Presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, vive en un sinvivir. Primero dijo que, antes de tomar decisiones, había que esperar a los informes jurídicos, pero al día siguiente ya no necesitaba esperar a los informes para declarar que no era un trasvase y que “a sus órdenes, José Luis”. Se ha llenado la boca desde entonces explicando que no era un trasvase y haciendo gala de solidaridad a los habitantes de Barcelona. Y, sin embargo, ahora pide que se paralicen las obras porque ya se ha acabado la sequía en Cataluña. Pero, si no es un trasvase del Ebro, ¿qué más le da a Marcelino que llueva o no en Barcelona? Si la “conducción” sólo afecta a aguas ya trasvasadas en 1981, esto es, que estarían ya fuera de la cuenca del Ebro, entonces ¿por qué tiene Marcelino que meterse en si se hace o no la dichosa conducción?

Pues sí. Es que se trata de un trasvase, que afecta al río Ebro y, por supuesto, a las comunidades del Ebro que tenemos derecho a oponernos a esa nueva detracción de caudales. Así de claro. Pero el Presidente aragonés está en un lío y no sabe cómo salir de él, no sabe cómo evitar las consecuencias que este asunto puede acabar teniendo para su propio futuro político, para su gobierno y para su partido, el PSOE. Ha construido su hegemonía en Aragón envolviéndose en la bandera del No a Trasvase y ahora ve cómo haber dado su bendición a este trasvase a Barcelona le puede costar su carrera política. Al menos en Aragón. En Madrid igual le hacen ministro para pagarle los servicios prestados, claro.

Y sí, es verdad que las lluvias recientes han permitido superar la situación de emergencia que motivó la aprobación del Real Decreto-Ley del trasvase a Barcelona, por lo que éste debería quedar sin efecto, como establece su propia disposición final 3ª. Esos argumentos los esgrimió Bizén Fuster en nombre de CHA en el Pleno de las Cortes el pasado jueves, pero la propuesta fue rechazada por PSOE y PAR, cuyos portavoces incluso llegaron a hacer chistecitos de Fuster comparándolo con el hombre del tiempo. Ya no repetirán la gracia en el próximo Pleno, porque ayer lunes fue Marcelino el que se copió los argumentos de Bizén. ¡Qué paradoja! No me extraña que los representantes del PSOE estén despistados con este asunto, cambiando cada semana de argumentario.

Al grano. Este Real Decreto-Ley cifra las “circunstancias de extraordinaria necesidad” en un déficit de 3,9 hm3 al mes y justifica el trasvase en el objetivo de evitar restricciones de agua a cinco millones de personas durante un período máximo de nueve meses (hasta la inauguración de la desaladora). Por tanto, de la propia ley se deduce que el volumen máximo necesario en Barcelona y entorno es un total de 35,1 hm3. Pues bien, desde el 1 de abril hasta ahora las lluvias han permitido que la reserva de los cinco embalses del sistema Ter-Llobregat se incrementara en 45,46 hm3. Y parece que las lluvias van a continuar. Por consiguiente, ya han desaparecido las circunstancias de extraordinaria necesidad que justificaron el trasvase a Barcelona. Debe entenderse que el Real Decreto-Ley ha perdido su vigencia, tal como recoge la disposición final 3ª. Las obras deben paralizarse. El erario público puede ahorrarse los 180 millones de euros que cuestan las tuberías.

¿O no? ¿Por qué el Gobierno español y la Generalitat de Cataluña insisten en seguir adelante con el trasvase? ¿No era temporal? ¿No era una medida excepcional? ¿A quién pretenden engañar? Lo cierto es que, desde el principio, se trata de un trasvase permanente, que se hará, aunque no resulte necesario. ¿Por qué? ¿Qué hay detrás de este proyecto?