Épila - Zaragoza

No lo puedo evitar, es superior a mis fuerzas. Cada vez que cojo el barco para ir a Ibiza, se me llenan los ojos de sueños épicos y líricos de marinero. Pero si soy hombre de tierra de secano, cómo me puede enganchar tanto un faro en un islote, un cormorán que se sumerge, una barca de pescadores faenando. Cinco años en esta pequeña isla, todo el mundo te conoce de vista. Los jóvenes saben de mi blog, figura como uno de los pocos de literatura de Baleares, pues la gente saluda pero nadie pregunta, un respeto que se agradece. Vas tan libre por la vida. Llego a Ibiza, charla con mi paisano, risas, futuras comidas, encuentros; pero cuando arribo a La Savina, me siento en casa, como nunca me sentía en Ibiza. Un periodista me dijo, que al ser de pueblo, cosa que proclamo, Formentera se adapta más a mi carácter. Y luego ese carácter pausado tan mediterraneo, no es que no se interesen, porque cuando hace falta te lo demuestran, pero mientras tanto, te dejan vivir tu vida a tu aire. Un amor tardío, al mar, la soledad acompañada del paisaje, refugio de todos los naufragos de la vida.

El sonido del mar siempre, un lujo. Que envidia me das.

Borrado por su Autor.

Esta ahí a la vista y no le damos importancia. Pero un día estas triste o deprimido y te cura al rato de contemplarlo, con su inmensidad y nuestra insignificancia. Y luego ya en verano, pues es una gozada sumergirte y disfrutar de su pureza y el efecto de renovación que tiene. Será difícil vivir lejos algún día.