Muelas de los Caballeros - Zamora

Querida Tere: El último recuerdo que tengo de ti, fue durante la sesión fotográfica de Lisi y Raquel. ¿Recuerdas, cómo inundamos de lucecitas la bahía de Benidorm? Al atardecer, le dimos nueva dimensión al mar en calma y el dueño de la barca, pescador de oficio, manejaba los remos con destreza, mientras las niñas acariciaban el agua con sus pálidas manos. Posaban para mí sus gráciles cuerpos de blancos en el Mediterráneo de Sorolla. Las candelas se alejaban flotando sobre la cera de colores y algunas llegaban hasta la orilla arenosa de la playita del puerto. Lisi y Raquel no podían estar más bellas, ni nosotros más emocionados y el crepúsculo nos sorprendió con el aliento entrecortado. Fue en esos instantes cuando las llamitas cobraban vida propia y surgió la mejor fotografía.

Siempre me han conmovido esos mensajes luminosos flotando sobre hojas de misterio. Y me pregunto si tienen alma, si los conduce una mano invisible. Yo creo que, por lo menos, transportan una enorme carga emocional.

En un viaje a la India (Varanasi) con mi hija Laura, contemplamos la inmensidad del río Ganges. Al anochecer, miles de lamparitas surcaban las apacibles aguas como si lo hicieran en un lago. Todos los perfumes de la india descendían hasta los miles de personas que admirábamos la Madre Ganga. En ese momento recordé nuestra maravillosa tarde jazmines con Lisi y Raquel, y en un lugar como la India, donde todo, absolutamente todo es trascendente y bello, resulta muy fácil conjuntar esa hermosura en un lugar determinado. Tres barcas con sus correspondientes barqueros (hermoso oficio. Leer a Tagore), niños y niñas, guirnaldas de amarillos exultantes y mil lamparitas con pétalos de rosas. Desde una barca, fotografiaba las niñas de pelo negro depositar con delicada suavidad las diminutas canastitas encendidas sobre el agua sagrada, y las largas hiladas de luz que se alejaban de nosotros a la vez que se atenuaba su fulgor. El misterioso río se tornaba inquietantemente hermoso, los barqueros de posturas aristócratas, guardaban silencio mientras los niños de ojos grandes reían sin parar. Esos son los grandes momentos en los que se humedecen los ojos y se anuda la garganta

Tere, tal vez las candelas brillen con igual fuerza sobre las aguas del río Negro. Todo es proponérselo.
Besos.