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14-02-06 10:39 #186289
Por:No Registrado
fascismo
Interesantísmo artículo de R. Argullol, en El País de hoy. Saludos

El fascismo de la posesión inmediata
RAFAEL ARGULLOL
EL PAÍS - Opinión - 14-02-2006

A excepción de unos cuantos fanáticos que apenas saben a qué se refieren cuando la defienden, fascismo es una palabra insultante usada por unos y otros como arma arrojadiza. En general, incluso por parte de la derecha, es el término más utilizado para descalificar al adversario por sus supuestas tendencias totalitarias. También con frecuencia fascismo es sinónimo de barbarie.

Sin embargo, el uso contemporáneo de esta palabra arrastra perfiles confusos pues todavía hoy muchos la emplean acusadoramente para describir hechos inmediatos pero, en el momento de imaginar el escenario, se remiten a una parafernalia ideológica del siglo pasado. Se teme a unos bárbaros y, a falta de otro modelo de referencia, se cree que esos bárbaros volverán con sus esvásticas, sus brazos en alto y sus camisas negras, azules o pardas. Algunos, sin duda, tendrían la cíclica tentación de una mascarada de este tipo. Pero, fuera de una nostalgia más bien patética, su porvenir es escaso pues no queda nada de la atmósfera ideológica ni de la cultura que incubó al anterior monstruo. Por tanto, no es el fascismo histórico el que acecha.

No obstante, si el fascismo es una forma de calificar la barbarie actual entonces no podemos albergar demasiadas dudas de que el peligro existe. ¿De dónde proviene? Sólo muy oblicuamente de las grandes doctrinas que prometían al hombre un mundo feliz a través de la superioridad de una raza, una clase social o un estado. Nuestra barbarie contemporánea es reacia a las grandes doctrinas porque un vértigo depredador ni siquiera admite la enunciación de palabras y, mucho menos, de ideas. El nuestro es el fascismo de la posesión inmediata. Su doctrina es tácita, silenciosa, abrumadora: queremos esto y aquello, y lo queremos inmediatamente pues es el botín de guerra que la vida nos ha otorgado.

Y quizá sea, en efecto, esta inmediatez en la rapiña lo que conecte al nuevo fascismo con el antiguo. Los viejos fascismos estaban convencidos de que sus ideas justificaban la rapacidad y la conquista mientras los nuevos fascistas también lo encuentran todo justificado si el premio es el disfrute sin dilaciones del objeto o sujeto que se ha prometido.

Algunos incautos (incautos con cátedra a menudo) han respaldado durante años la bondad de esta actitud como una modalidad moderna del hedonismo. Naturalmente han olvidado un matiz que lo cambia todo. Si la búsqueda de la posesión es la consecuencia de la aventura y el descubrimiento, el buscador -el auténtico hedonista- se ve inmerso en un juego de derechos y deberes, de transgresiones y límites que le dibujan el territorio vital. Avanza, retrocede, arriesga, gana, pierde: así se crea la geografía íntima del ser humano. Por el contrario, si la posesión se concibe como un derecho de conquista, ilimitado y sin contrapartidas, el depredador jamás se mira en el espejo de sus contradicciones y deberes.

Es más que probable que los ritos iniciáticos de las más diversas tradiciones apuntaran en esta dirección. Al anciano, disminuida la fuerza, le esperaba el don de la sabiduría pero al inicio de su vida, como niño, había crecido en la libertad del instinto. Entre ambas edades el adulto había tenido que superar ciertas pruebas destinadas a conocer el delicado equilibrio de los derechos y de los deberes, la mutua dependencia del individuo y la comunidad.

Nuestra barbarie, en cambio, ha exteriorizado la figura, antes meramente transitiva, del púber en Adolescente (así en mayúsculas) anulando las demás edades: al niño se le saca a la fuerza de la niñez para que sea pronto el adolescente, al adulto sin contornos contrastados, se le mantiene en la Adolescencia; y al mismo tiempo, negado para la sabiduría, se le recomiendan las payasadas suficientes para simular el retorno a su propia sombra maquillada. El viejo fascismo se recreaba con la efigie, más o menos delicuescente, de un Joven Salvaje que, como Sigfrido en el mito wagneriano, irrumpiría en el horizonte humano para purificarlo y regenerarlo. Todos conocemos perfectamente las consecuencias del trágico manoseo de este mito. La figura favorita del nuevo fascismo es el Adolescente, un protagonista que se caracteriza y es caracterizado por la incapacidad permanente para dibujar su geografía vital. Para ese héroe de nuestro tiempo sólo vale la posesión inmediata pero, de lo contrario, se sume en un estado de sopor o de abulia.

Para ese héroe, para esa barbarie nuestra época ha creado un sistema pertinente: una economía de la posesión inmediata. En la medida en que se impone el nuevo fascismo nuestro bienestar, nuestros gustos, nuestros deseos dependen de aquella economía. Naturalmente, en el sentido más estricto, el capitalismo asume y promueve el modelo con su continua exaltación y exhibicionismo de la codicia. El bárbaro habla el lenguaje que los bárbaros puedan entender: compra, posee, ¿cómo dejarías de hacerlo si todo es para ti y sin apenas esfuerzos y para tu eterna felicidad? Y para que ese lenguaje de la depredación dichosa llegue a todos los rincones tenemos la más imponente fábrica de la hermosa mentira, la publicidad, nuestra única religión verdaderamente universal.

La felicidad es la propiedad. Un viejo lema de todas las épocas que el bárbaro de la nuestra escucha acelerado: posee rápidamente. Rápido, rápido, fast food en todas direcciones. De acuerdo con este principio, y pese a todas las proclamas, la pornografía desbanca al erotismo en todas las esferas de la vida sensorial y espiritual. La lógica del deseo exige el detenimiento, la apuesta, la responsabilidad de la elección, el descubrimiento de las sensaciones y de los pensamientos. Pero el Adolescente tiene pavor a estos retos y opta inevitablemente por la facilidad pornográfica, por el consumo de lo que se pone de inmediato al alcance de su mano sin necesidad de aventura alguna. Para él se han inventado grandes categorías que quizá también sea oportuno escribir en mayúsculas: la Marcha, la Diversión, el Espectáculo. Cuando se detiene la noria todo parece impregnado de una insondable apatía.

¿Por qué temer a los bárbaros si los bárbaros ya están aquí? Últimamente se multiplican las alarmas. Las ciudades se defienden con nuevas ordenanzas contra lo que los periódicos llaman decorosamente incivismo y que en la mayoría de los casos ha sido la pura y dura instalación de la barbarie durante muchos años en sus calles y en sus noches. Los responsables de educación denuncian tímidamente el acoso escolar cuando hace ya mucho tiempo que el odio a la cultura está activamente pertrechado en muchas escuelas con el cómplice silencio de maestros y padres de familia. Y ha sido necesario que muriera una mendiga en un cajero automáticoy fueran apalizados unos cuantos indigentes más, para que mucha gente aparentara enterarse de que en la economía de la posesión inmediata el entendimiento exige con frecuencia violencia e incluso crímenes.

¿Así que es posible que haya entre nosotros un fascismo nuevo, bien distinto al anterior, que ha madurado sigilosamente? ¿Y qué es lo que hemos hecho mal, desde nuestra tolerancia y nuestra corrección, si es que hemos hecho algo mal? ¿Por dónde han entrado los bárbaros? Sociólogos y educadores han empezado a explicarse: ha faltado autoridad. Los políticos dicen lo mismo, aunque con la boca pequeña y porque tienden a acusarse unos a otros. Ha faltado autoridad y también, sobre todo, osadía espiritual para saber en qué consistía la autoridad. La tibieza y el miedo proceden de todos los ángulos, con un conservadurismo anticuado y deslegitimado y un progresismo incapaz de hacer frente a sus propios fantasmas. Unos satisfechos prohibiendo y los otros prohibiendo prohibir.

La cuestión es saber si nos atreveremos a resistirnos frente a la nueva barbarie y con qué medidas ¿Nos atreveremos, por ejemplo, a ir más allá de las declaraciones moralistas para adentrarnos en el corazón del monstruo? Es fácil proclamar que se necesita otra educación para el futuro lo cual es evidentemente cierto. Pero, ¿no podríamos empezar a legislar contra los aspectos más agresivos de la posesión inmediata? ¿No podríamos poner en jaque alguno de los engranajes que perpetúan la violenta somnolencia del nuevo bárbaro?

Está muy bien mejorar la educación futura de los cachorros pero mientras los padres de los cachorros sigan atrapados por los fuegos fatuos la rueda continuará girando en la misma dirección. Se trata, por tanto, de poner palos en la rueda y de atreverse a desenmascarar algo de aquella industria del encantamiento.

Los invitados al banquete de la adolescencia perpetua no dejarán de exigir sus dosis diarias de depredación mientras se les siga mostrando que la velocidad en la rapiña es lo ejemplar y deseable. El aspirante a bárbaro -antes de llegar a ser un bárbaro consagrado- es informado de que la salud de un país depende de los beneficios de los bancos o de las ganancias de las inmobiliarias, cifras tan fulminantes como obscenas que, debidamente embellecidas por las imágenes publicitarias, son recibidas como una invitación personal a la captura rápida del botín: haz como nosotros, tómalo todo con prontitud porque nadie te va a pedir cuentas por ello. El mimetismo funciona a la perfección. Posee, bendito, posee.

La resistencia a la barbarie significaría compararse a una democracia capaz de poner en evidencia lo contrario: posee, maldito, posee hasta llegar al nihilismo final. Pero para conseguirlo, además de educar para el futuro, deberíamos proponernos radicales Leyes Antimentira. Deberíamos prohibir -sí, prohibir- el exhibicionismo de la codicia: especuladores, ni sois ejemplares ni es legal que utilicéis vuestro dinero en el embellecimiento propagandístico de vuestros obscenas ganancias ni estamos dispuestos a que vuestro engaño se difunda impunemente.

Si esperamos a que la mejora de la educación detenga la barbarie podemos encontrarnos con que ya no haya tiempo para tal mejora. Si creemos que los nuevos fascistas están en la calle apalizando mendigos como parte del derecho a la diversión acertaremos una parte del diagnóstico. No obstante, si queremos golpear el corazón de la barbarie antes de que sea demasiado tarde, lo oportuno es empezar a actuar, sin dilaciones, contra los inspiradores de la gran mentira moral de nuestra época: la vida entendida como un botín de guerra que hay que tomar inmediatamente por un derecho de conquista. Que nadie nos has concedido.

Rafael Argullol es escritor y filósofo.
Puntos:
14-02-06 12:55 #186379 -> 186289
Por:Mariano Estrada

RE:fascismo
Hola, Agustín:

Tal vez sea acertada la diagnosis, pero ¿quién le pone remedio a la situación si los que mandan son los primeros interesados en mantenerla y los que obedecemos carecemos no sólo de capacidad de respuesta, sino del necesario interés en responder, y en la mayoría de los casos ni siquiera somos capaces de distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo excelente de lo pernicioso? ¿O sí lo sabemos y escondemos la cabeza bajo el ala porque, al fin y al cabo, la nevera está llena del futuro más inminente, que es el relleno a tope de la andorga?

Tal vez la solución pase por una crisis profunda de la sociedad de consumo, en la que, a costa de perder lo que tenemos, empecemos a saber lo que vale.

Un abrazo
Puntos:
14-02-06 16:48 #186565 -> 186379
Por:No Registrado
RE:RE:fascismo

De acuerdo, de acuerdo, Agustín, Mariano.

El artículo da en el clavo del problema de hoy: nada es casual, y todos ponemos la cabeza debajo del ala para no ver lo que pasa. Los políticos los primeros: ¿quién le va a poner el cascabel al gato? Los padres están preocupados por mantener la casa, disponen cada vez de menos tiempo, y ceden ante el chantaje de los hijos, abocados al consumo inmediato para "ser más que los demás" en su colegio. Pero eso es lo que define la ley de la selva, o de los bárbaros como dice Cullell, el más fuerte, gana. El que tiene la cartera más importante o el mejor coche, se lleva a la chica más guapa. Ley de selección natural, pero tergiversada por el cambio de valores.

Si siempre ha sido así, es cierto que ahora se está agrandando el problema, por eso que bien se apunta en el artículo: la inmediatez. Quiero ésto, y lo quiero ya. No tengo tiempo de esperar. Y nuestro horizonte es cada vez más estrecho. Tenemos un plan y esperamos ardientemente que llegue tal evento, para pasar inmediatamente al siguiente evento, buscando el placer inmediato, no el de largo plazo. Y con cada evento, seguimos estando insatisfechos, queremos más y más y más, en una constante búsqueda de la felicidad, que solo encuentran los místicos, justamente porque se apartan de todo lo real, de lo cotidiano. Y seguramente, los tontos: aquellos a los que no les preocupa casi nada. Y los locos: ajenos a las correcuitas del resto. Mal arreglo tiene el asunto. Soy pesimista. En estos casos, las sociedades necesitan un fuerte revulsivo, o mejor dicho, se suelen autorreciclar con un tsunami social, que tira por tierra lo construido artificialmente: puede ser una guerra (hay ejemplos mil) o puede que los islamistas nos saquen del ensimismamiento y nos pongan en nuestro sitio. No quiero ni pensarlo. Pregunta del millón: ¿Por dónde van a explotar nuestras sociedades?

Saludos,

Ramón Arcusa

Puntos:
15-02-06 10:13 #187076 -> 186565
Por:José Miguel

RE:RE:RE:fascismo
Por desgracia la vida es así, Agustín, Mariano y Ramón. Desde lo más remoto de los tiempos, el hombre, ha querido lo suyo y lo ajeno y ha deseado prosperar en conocimientos y bienes materiales, - muchas veces en demasía-, para ello ha tenido luchas con las tribus vecinas. Más tarde, según se ha ido avanzando, el mundo se ha organizado en países, no obstante, ha continuado habiendo guerras por el afán de conseguir más de lo que tenemos, es decir, que somos irremediablemente depredadores y egoístas. Y el mundo y nosotros somos así. Pero sinceramente, prefiero pensar que hay una gran parte de personas que les gusta observar las plantas; escuchar una sinfonía o una canción moderna, contemplar un amanecer, ayudar al prójimo entregando su vida por otros; que existen místicos; ignorantes, simples y hasta algún loco, si sólo pensáramos que todos, que completamente todos, somos depredadores, criminales o fascistas de los que denuncia el artículo, no merecería vivir ni un minuto más.

Últimamente hemos hablando que, aunque lentamente, se ha conseguido prosperar en muchos campos; la media de vida se ha duplicado con respecto a no hace muchos años. Hemos dicho también, que hay democracias, - como la de USA -, que son casi ejemplares, y soy partidario de que la nuestra, - en muchas cosas -, debe tomarla como ejemplo. Hemos criticado a un partido, porque pensamos que lo está haciendo mal en muchas cosas, y tenemos esperanza de que gobierne otro para ver si mejoran las cosas , o no. Criticamos a ETA porque nos consideramos años luz de esos criminales; defendemos a la concejala de Azkoitia porque es persona humana, y no al bárbaro que tiene debajo. Y criticamos el Estatut porque lo consideramos insolidario. ¿Y todos esos comentarios, no los hemos hecho personas que deseamos un mundo mejor? ¿No hay una gran parte de gente que lo único que quiere es trabajo para poder llevar a su familia adelante, y como mucho, poder ir al fútbol el domingo?

Es cierto también, que algunos jóvenes y menos jóvenes, están descarrilados por las litronas y las rayas, y para estos hemos estado de acuerdo en pedir medidas más contundentes, para ellos, o para los incitadores; y también, que muchos de nuestros hijos los hemos educado mal, sin embargo estamos preocupados y deseamos mejores proyectos de enseñanza ¿Pero no hay alguno bueno? ¿No se ha avanzado nada? ¿No hay un porcentaje de jóvenes majos? ¿No será mejor hacer crítica a los descarrilados para intentar, aunque sea ilusoriamente, mejorarlo todo? ¿No debemos pensar y hablar de lo bueno que hemos conseguido y seguir luchando para mejorar lo malo? ¿Ahora que tenemos llena la andorga estamos deseando un revulsivo para volver a pasar hambre, dejémosla como está e intentemos llenársela a otros? Aunque detesto algunas cosas del progreso, en nuestros comentarios lo hemos defendido, y parece que ahora está mal.

Yo discrepo o tengo otra visión en el conjunto del artículo y de algunas apreciaciones, lo considero demasiado destructivo y catastrofista, aunque no esté exento de un porcentaje de realismo, pero estoy cansado de sólo escuchar todo lo malo que ocurre en esta vida. ¿No hay nada bueno? ¿Todos somos fascistas de la posesión inmediata? Si estoy en este mundo para intentar hundirlo en lugar de luchar, - aún ha sabiendas de que cuesta mejorarlo -, para que cada día nos concienciemos, aunque sea un poco, de que se puede mejorar, mejor no estar.

¿Quién le pondrá el cascabel al gato, pues nosotros, denunciando todos lo malo que veamos, llamando la atención a quién no cuide la naturaleza, a quién tire un papel al suelo, votando a quién se comprometa a luchar contra esas cifras tan fulminantes como obscenas, contra todo las ganancias rápidas, y si no tiene solución, pensemos que hay una gran parte de personas que no están con eso, pero intentar solucionarlo con medidas drásticas, no? Sé que se puede pensar que soy un infeliz y que no veo la realidad, pero si no tiene un mínimo de solución, si no existen esas personas que merecen la pena, me gustaría aún serlo más.

Un abrazo.
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