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Muelas de los Caballeros - Zamora

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16-12-05 03:25 #151358
Por:Mariano Estrada

Marías: el negativismo no es una actitud inteligente
Al margen de lo que nos diga mañana el amigo Agustín, que se declara admirador profundo de Ortega y, por lo tanto, debemos entender que también de su alumno más aventajado y su epígono más prestigioso, yo voy a adelantar aquí uno de sus muchos pensamientos:

Dice Julián Marías que hay demasiadas personas que todo lo ven negativo. Dice también que lees un periódico o ves la televisión y pasa exactamente lo mismo. Afirma incluso que la gente que no tiene nada que decir se convierte en negador sistemático, con la única idea de aparentar ser alguien o algo. Por lo que llega a la siguiente conclusión:

Creo que el negativismo es una de las actitudes menos inteligentes y más dañinas, a la cual se debe que se frustren y malogren tantos intentos de hacer las cosas bien, de vivir mejor, de acertar.

Claro que esto nada tiene que ver con el pensamiento crítico. Personalmente creo que lo ideal sería ser crítico y optimista. Lo que pasa es que eso es muy difícil en una sociedad como la nuestra que, después de haber luchado tanto para erradicar la pena de muerte, permite que haya ciertos juegos que, extremados, pueden llevar a matar por las buenas a cualquiera que a un imbécil se le ocurra señalar con una equis. Y esto es sólo un ejemplo.

De todos modos, y a pesar de que soy crítico en una dosis bien alta, me declaro moderadamente optimista.

Un abrazo
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16-12-05 09:02 #151379 -> 151358
Por:José Miguel

RE:Marías: el negativismo no es una actitud inteligente
Agustín siempre se ha declarado pesimista, y yo, - según él -, optimista, así pues él nos podrá decir mejor si la postura que ha tomado es la menos inteligente, yo no creo que sea así, porque de eso último él sí tiene algo..

Igual que tú, Mariano, pienso que es dificil ser optimista en una sociedad como la nuestra. Pero también creo en otra cosa, que esa actitud muchas veces no depende de uno mismo, sino del cambio de algún componente de nuestro cuerpo que te hace cambiar, y lo que ayer lo veias blanco, hoy lo ves negro.

Y en la parte que a mi me toca, yo que creo que mi dosis de crítico no es muy alta, procuro ser lo más optimista posible.

Un abrazo, y hoy cuando vea las 3,25 le va a dar algo.
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16-12-05 17:03 #151670 -> 151379
Por:No Registrado
Marías
Hay que ver cómo cambian los tiempos. Si yo fuera el día de mañana un filóso de prestigio -cosa impensable- debería contar en mis memorias que fue Mariano Estrada el que me informó de la muerte de Marías, a través de un foro, para mayor anécdota.

Bien. Confesaré que Julián Marías, como Ortega, su maestro, es uno de los pensadores más intensos de España. De él valoro algo que Ortega siempre consideró necesario: escribir la filosofía con clarida y sencillez. Por esto, cualquier libro de Julián Marías puede ser leído por toda persona inquieta. No me cansaré de repetirlo: ideas claras, escritura clara, ordenada y sencilla. Su pérdida supone mucho para nosotros, a pesar de que los noticieros han dejado la noticia en un segundo plano. Cuando murió Ortega, España se conmovió. Muere Marías, ¿y alguien se ha enterado o sentido dolido?

Además, quisiera destacar que Marías fue el gran continuador de Ortega, pero rompiéndolo: es decir, el mejor alumno es aquél que conserva los buenos consejos del maestro pero depurándolos y mejorándolos. Por ello, no es un repetidor de las ideas de Ortega, sino un pensados comprometido, lúcido y original, injustamente tratado por la política de su tiempo; y, sobre todo, pos sus compañeros de profesión.

Xavier Zubiri, por ejemplo, es otra cosa. Él fue un discípulo de Ortega menos fiel, ya que su obra es muy compleja, confusa y farragosa. Como anécdota, os diré que los libros de Marías -como los de Ortega- no son extensos: escribieron muchos, pero evitando tochos. Zubiri, tal vez porque era vasco, no sabía escribir un libro con menos de trescientas o cuatrocientas páginas, y claro, leerlo es más delicado. No obstante, su único libro breve "Cinco lecciones de filosofía" (Alianza) es muy ameno para introducirse a la filosofía.

¿Y qué libros os podría recomendar del gran Marías? Misión imposible. Lo ideal sería que cada cual se fuera a la librería y ojeara los que por allí hubiere. No obstante, por si os sirve, dos de mis favoritos son: "La felicidad humana" y "La educación sentimental". Su "Historia de la filosofía" goza de una excelente crítica, pero yo no la he leído, a causa de que estoy empachado de historias de la filosofía; las he leído de todos los autores y todos los colores, y ya licenciado no ando yo para historias sino para ideas.

Hoy siento algo de rabia. Y, es que, España no ha cumplido con su tradición de ensalzar muertos. El mismísimo diario El País, donde su hijo Javier escribe, sólo le dedica dos páginas. Los otros diarios una extensión similar, o algo menos. Así es España. Así es la cultura.

Saludos,

Agustín
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16-12-05 17:47 #151711 -> 151358
Por:No Registrado
RE:Marías: el negativismo no es una actitud inteligente
Yo creo que negativismo y pesimismo son ligeramente discrepantes. El negativista es negativo y no ve lo positivo; el pesimista, aún siendo negativo, suele poseer dosis de optimismo o cierta vitalidad.

Saludos,

Agustín
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16-12-05 20:08 #151800 -> 151358
Por:Natalie

RE:Marías: el negativismo no es una actitud inteligente
¡Hola, Mariano!
Pues también yo, a pesar de los pesares, me considero optimista, no una gran optimista, pero sí!!!
Prefiero ver el vaso medio lleno que medio vacío!!!!
Claro que hay momentos de pesimismo, ¿quién no los ha tenido???, pero prefiero tener una actitud frente a la vida optimista!!!
Un abrazo
Natalia
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17-12-05 00:27 #151927 -> 151800
Por:No Registrado
RE:RE:Marías: el negativismo no es una actitud inteligente
Hola...

Ya que habláis de Julián Marías, aquí os dejo un artículo publicado en... 1984, y reproducido hoy el ABC. Filósofo y profeta. Si no encontráis analogías con ésta legislatura, que venga Dios y lo vea. Y entonces no estaba ZP... Ahí va, con mis saludos.

La libertad en regresión
TERCERA DE JULIÁN MARÍAS PUBLICADA EN 1984

HACE falta estar ciego para no ver la progresiva y rápida disminución de la libertad en España desde hace año y medio; desde 1981 había experimentado lo que podríamos llamar un principio de entumecimiento: había menos vivacidad, menos alegría, menos espontaneidad personal y social, un sentido más débil de empresa, de camino abierto hacia el futuro; la libertad era todavía respetada, pero no incitada o estimulada.

Desde las últimas elecciones la cosa ha cambiado, y muy de prisa. Conste, desde el primer momento, que esas elecciones fueron perfectamente limpias y legítimas, irreprochables desde el punto de vista democrático. Esto es esencial, pero no basta. Siempre he creído que si la democracia no está inspirada por el liberalismo, por la llamada a la libertad, por su constante estímulo, pierde su justificación y acaba por convertirse en un mecanismo -más poderoso que otros- de opresión. La justificación inicial del Poder -su origen impecablemente democrático- tranquiliza respecto a la forma de su ejercicio; y entonces se convierte en prepotencia, esa combinación de alarde del Poder y abuso de él.

Abuso legal -se dirá-. Sí, y en cierto modo eso es lo más grave: que la legalidad pueda amparar el abuso. La tendencia al intervencionismo del Estado es un rasgo que caracteriza la historia de Europa desde el final del antiguo régimen, desde la Revolución Francesa; cuando el liberalismo lo ha templado, ha permitido el admirable desarrollo de los países europeos y a la vez el incremento de la libertad; cuando el impulso liberal ha decaído o ha sido combatido con éxito, grandes porciones de Europa han entrado en diversas formas de servidumbre y se ha atenuado o extinguido en ellas el espíritu creador, la iniciativa personal y social, la capacidad de invención. Dos guerras mundiales han sido el atroz precio que ha habido que pagar por ello, y la perpetuación del espíritu antiliberal en media Europa y gran parte del mundo es la causa de que propiamente no haya paz.

En España, el Gobierno tiene pleno derecho a gobernar, y hasta a no hacerlo demasiado bien. Pero una cosa es gobernar y otra acometer apresuradamente la transformación de la sociedad española en todos sus campos. Apenas hay zona o porción de ella en que el poder público no haya intervenido: la economía, la educación, la justicia, la condición de los funcionarios, la industria, la información, la vida privada. Y dentro de cada campo, en el detalle de las ocupaciones, en las instituciones privadas, en el ámbito de las posibilidades de cada organización social o de los individuos. Esto ha producido una retracción de la libertad que afecta a la inmensa mayoría de los españoles. Nos sentimos, por lo pronto, observados -lo que no es poca limitación de la libertad-; el Estado (y en la práctica esto quiere decir no un nombre excelso, sino sus servicios particulares y las personas que están a su cargo) pretende saber cada vez más cosas de nosotros. Mientras se nos dice que faltan innumerables jueces, y hay que convertir en tales a los que no pueden o no quieren hacer una oposición, se nos anuncia que se va a jubilar a los que tienen entre 65 y 70 años (edad que quizá no sea muy buena para torear o hacer montañismo, pero parece inmejorable para juzgar). La educación va a estar cada vez más controlada y más lejos de la iniciativa social; la Universidad está viendo comprometida su autonomía no sólo administrativa, sino sobre todo intelectual.

Da la impresión de que se quiere aprovechar un tiempo limitado para dejar la sociedad española transformada, quizá de manera irreversible; para llevarla adonde acaso no quiera ir. Pero al mismo tiempo, mezclada con cierta desconfianza, se percibe una voluntad de continuar, un mal disimulado deseo de que sea «para siempre», que me recuerda demasiado la actitud que se dibujó en 1939.

Esto puede parecer excesivo; pero si se repara en la manera oficial de referirse al pasado inmediato, a la fase inicial y creadora del Reino de España, en que se operó la inmensa transformación del Estado mediante un consenso -tal vez excesivo-, en libertad y contando con todos, esa impresión se refuerza de un modo inquietante. Hay una equívoca propensión a asimilar ese periodo con los cuarenta años que lo precedieron, con el largo tiempo que en un quinquenio se transformó sin violencia ni heridas. Se quiere insinuar que en octubre de 1982 se operó no un cambio de Gobierno, sino un cambio de régimen. Y esto es una peligrosa falsedad. Se está produciendo algo que no existía en absoluto, y que me inquieta profundamente: la exasperación. Innumerables españoles, de todos los estratos sociales, de todas las ideologías, se sienten incómodos, vigilados, manipulados, hostigados. Cuando quieren proyectar algo se encuentran con que el Poder ha intervenido ya -o va a intervenir- para limitar sus posibilidades o para orientarlas en cierta dirección determinada. Esa dilatación de los pulmones que suele llamarse libertad resulta más difícil. Cuando se mira el periódico se encuentra en él cada día una nueva regulación, una restricción, un cambio, por lo general no deseado, en todo caso no consultado.

La mayor parte de la información encubre esto, y es parte de esa orientación: respecto del pasado, respecto del valor de los cambios propuestos, acerca de las posibilidades del futuro. Hay muchos españoles que se dan cuenta de todo esto; pero son más los que tienen pocos recursos para superar la manipulación informativa: tienen una vaga impresión de estar siendo utilizados, llevados no se sabe bien adónde; sienten un indeciso malestar; pero tardan en enterarse, en saber a qué atenerse.

Pero al fin se enteran; pueden tardar dos años, acaso tres, pero la perplejidad no es ilimitada. Richelieu se preguntaba «si se debe dejar que el pueblo viva a su gusto»; el pueblo acaba por advertirlo, quizá con irritación. Cuando en un país hay que realizar ciertas operaciones -por ejemplo económicas- urgentes, indispensables, penosas, hay que cumplir tres condiciones. La primera, explicarlas, justificarlas, conseguir la aceptación de la inmensa mayoría. La segunda, no ir al mismo tiempo en sentido contrario: por ejemplo, no sumar a la austeridad de unos el despilfarro de otros, no intenta convertir al país en una minoría de trabajadores y una mayoría de parásitos. La tercera, la más importante, no provocar fricciones que hagan imposible el asentimiento; no hostigar, una tras otra, a las fracciones del cuerpo social para convertirlo en otra cosa, en lugar de dejarlo inventar, proyectar, realizar con holgura y espontaneidad las transformaciones que broten de su fondo creador y fecundo.

Me parece un deber -ya urgente- advertir estos riesgos, antes de que se consume lo que no se ha producido por fortuna, pero algunos de cuyos síntomas me parecen inconfundibles, y que se van a acentuar si no se vuelve a inyectar la libertad en el mecanismo de la democracia: la ruptura de la concordia.
Puntos:
17-12-05 09:06 #151966 -> 151927
Por:No Registrado
Marías profético
En efecto, Ramón, otra de las virtudes de los mejores filósofos es la de predecir, no como la bruja Lola, sino a través del análisis y crítica del presente. Me quedo con este párrafo, que bien podría servir de fórmula para el gobierno ZP, si acaso lo leyera éste; no obstante, todos sabemos que él lee al republicano cívico Philip Pettit. Asimismo, y siguiendo con el debate sobre la educación, ayer me comentaba una psicóloga que en Suiza matienen la ley de educación de 1940 y les va muy bien. Precisamente, lo que viene a decir Marías: el ansia por cambiar todos los ámbitos del Estado cuando vino el gobierno socialista parece perjudicial. Y aquí viene Zapatero, El Señor de los Bonsáis II, y sigue la misma fórmula que González en los ochenta. Dicen que hay que aprender de los errores y horrores históricos: ¿sabrá esta perogrullada don ZP?

Saludos,

Agustín

Pero al fin se enteran; pueden tardar dos años, acaso tres, pero la perplejidad no es ilimitada. Richelieu se preguntaba «si se debe dejar que el pueblo viva a su gusto»; el pueblo acaba por advertirlo, quizá con irritación. Cuando en un país hay que realizar ciertas operaciones -por ejemplo económicas- urgentes, indispensables, penosas, hay que cumplir tres condiciones. La primera, explicarlas, justificarlas, conseguir la aceptación de la inmensa mayoría. La segunda, no ir al mismo tiempo en sentido contrario: por ejemplo, no sumar a la austeridad de unos el despilfarro de otros, no intenta convertir al país en una minoría de trabajadores y una mayoría de parásitos. La tercera, la más importante, no provocar fricciones que hagan imposible el asentimiento; no hostigar, una tras otra, a las fracciones del cuerpo social para convertirlo en otra cosa, en lugar de dejarlo inventar, proyectar, realizar con holgura y espontaneidad las transformaciones que broten de su fondo creador y fecundo.
Puntos:
19-12-05 00:52 #152719 -> 151966
Por:No Registrado
RE:Marías profético
Sí, Agustín. este hombre era profético. En La Vanguardia de ayer domingo, se le recuerda también. He aquí el artículo. Sin comentarios.

Recordando a Julián Marías

JUAN-JOSÉ LÓPEZ BURNIOL, Notario
(en La Vanguardia del 18 dic 2005)

En la Semana Santa de 1980, Julián Marías escribió un ensayo, titulado ¿Cómo pudo ocurrir?, en el que se pregunta cómo fue posible que, en la España de los años 30, se llegase a una guerra civil. Su respuesta se resume fácilmente: "Se llegó a la guerra simplificando la realidad española, reduciéndola a esquemas, polarizándolos, convirtiéndolos en algo abstracto, algo que se puede odiar sin que la humanidad concreta se interponga y mitigue el odio; manipulando hábilmente al pueblo español desde dos extremos profesionalizados, con ayuda de la torpeza y falta de estilo de las soluciones más civilizadas y razonables, que fueron perdiendo atractivo y eficacia. Larga serie de errores, el último de los cuales fue la guerra".
La responsabilidad por el desencadenamiento de este proceso fatal es --a su juicio-- clara: "La guerra fue consecuencia de una ingente frivolidad. Los políticos españoles, apenas sin excepción: la mayor parte de las figuras representativas de la Iglesia; un número crecidísimo de los que se consideraban intelectuales -y desde luego los periodistas-; la mayoría de los económicamente poderosos; los dirigentes de sindicatos, se dedicaron a jugar con las materias más graves, sin sentido de la responsabilidad, sin imaginar las consecuencias de lo que hacían".
Las circunstancias son hoy distintas y otra guerra es imposible, pero las palabras de Marías sirven para describir con precisión la situación actual: reducción simplificadora de la realidad a estereotipos abstractos que se pueden odiar; manipulación profesional; torpeza y falta de estilo de las soluciones más civilizadas y razonables; frivolidad e irresponsabilidad. No puede ser. La sociedad -la gente- debe reaccionar indignada y sublevarse ante este desvarío.
Puntos:
19-12-05 00:55 #152722 -> 152719
Por:No Registrado
RE:RE:Marías profético
Perdón, no se publicó en La Vanguardia, sino en El Periódico... Tanto leer periódicos...
Puntos:
19-12-05 01:30 #152733 -> 152722
Por:Mariano Estrada

RE:RE:RE:Marías profético
Hola, Ramón:

No serías el primero que se vuelve majara. Mira lo que el pasó a Alonso Quijano por leer tantos libros de caballerías...

Es cierto que las cosas que describe Julián Marías en ese texto tienen muchas coincidencias con las cosas que están ocurriendo hoy en España.

Y tal vez sean los ciudadanos los que acaben poniendo las cosas en su sitio. A los políticos se les va tanto la bola...

Un abrazo
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