MALTRATO ANIMAL, UN CRIMEN LEGAL Los del Patronato del Toro de la Vega se justifican cuando ya no les quedan argumentos diciendo que mueren muchísimos más animales en las plazas, que lo suyo es una vez al año únicamente –como si una vida por si sola no tuviese valor – y los taurinos simplemente callan y consienten, en gran número porque desde su óptica de absoluto desprecio al animal y total indiferencia ante su sufrimiento están de acuerdo con esas tradiciones salvajes y el resto, aquellos que las ven demasiados bárbaras, los que piensan que el toro no merece morir bajo las lanzas o quemarse vivo - pero sin embargo se deleitan con la pica, las banderillas y la espada- simplemente no se meten en el asunto para no verse salpicados, no vaya a ser que nuestro gobernantes, en un alarde hoy por hoy impensable de lucidez y cordura, decidan que ya ha llegado el momento de erradicar la brutalidad y la muerte de un ser vivo como supuesta forma de cultura y diversión. Así que unos y otros siguen con su exaltación de la tortura cada uno esgrimiendo sus patéticas razones, a cual más rebuscada, incongruente y absurda pero todas ellas con un denominador común: pretender convertir cara a la galería el padecimiento de un animal en una actividad imprescindible y de indudable valor social. Cambia el pueblo, el toro, la indumentaria o la plaza, pero el final siempre es uno: un animal agonizante, manando sangre por su heridas y que muere a manos de uno o varios energúmenos, una pandilla cafre y violenta. Y puesto que como todos ellos comparten el deseo de poder seguir maltratando y matando a un ser que consideran inferior y criado para tal carnicería, acaban, cómo no, haciéndose las víctimas y arremetiendo contra los “malos”: los antitaurinos, esos a los que tachan de terroristas o cazasubvenciones, según les dé, nada digno de asombro por otra parte cuando a menudo tienen el “cuajo” de afirmar que ellos por encima de todo aman y respetan al toro. Uno entra en las páginas de los partidarios del Toro de la Vega, lee los comentarios de Coria, Medinaceli o de las corridas y la verdad, dan la impresión muchas veces de ser asociaciones benéficas, dedicadas a proteger la naturaleza, a cuidar de los más necesitados y a preservar y fomentar la cultura, que están siendo atacadas por una horda de furibundos melenudos, con espantosas camisetas y pancartas amenazantes. Dicen cosas tales como: “nos insultan”, “nos sentimos acosados”, “no respetan nuestras costumbres”… Tiene guasa el asunto. Ellos cogen a un animal tan capaz de sentir como nosotros, le procuran una tortura atroz y al final lo matan de algún modo despiadado y pobrecillos, se sienten presionados y ofendidos por aquellos que piden respeto a la vida y que gritan que la tortura no puede ser legal. ¿Y el toro?, ¿no les preocupa cómo se siente?, o es que a lo mejor como ellos dicen, el animal se encuentra feliz con bolas de fuego sobre su cabeza, recibiendo los lanzazos o cuando la pica le destroza por dentro; salta contento a la plaza y corre dichoso por el campo perseguido por lanceros e incluso por excavadoras como hacen en Galápagos (Guadalajara).
|