Barcial de la Loma - Valladolid

LA TORMENTA

Llovía intensamente. Solo se oía la desaforada batería de truenos y el estridente golpeo del granizo en la chapa de la gavilladora aparcada en el corral. Los demás ruidos ocasionados por la tormenta permanecían inapreciables ante la voluptuosidad de los anteriores.
La calle era un canal por el que bajaba a velocidad de vértigo toda la porquería acumulada durante meses.
La tenue luz de la bombilla de la cocina temblaba en cada una de las anunciadas estampidas.
De pronto, el trueno de los truenos pasea su presencia por la estancia moviendo desaforadamente las leguas de fuego que salían del manojo de sarmientos que Madre había encendido para hacer la cena. Se va la luz y arrecia la lluvia con granizo. Ella me abraza protegiéndome, a la vez que busca un asidero que la liberalice el miedo que la atenaza. Llora y reza, llora y reza. Repite constantemente:
¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos Señor de todo mal!
¡Dios mío, sálvanos!
¡Dios mío, salva la cosecha!
Era la noche de San Juan, cuando el cereal permanece altivo medrando y abandonando el color verde de su juventud para transformarse en espiga madura de color beige. Yo tenía nueve años, y como la mayoría de los niños de aquella época, el miedo no era muestro compañero habitual, pero sí lo recuerdo impreso en el rostro de Madre, que en cinco minutos parecía haber envejecido veinticinco años.
En ese momento, se abre la puerta del corral y una bocanada de aire húmedo, invade la casa, seguido por un bulto negro que parece salir de ultratumba. Es Padre que envuelto en una manta oscura, viene de la cuadra, de atender y tranquilizar al ganado. Su rostro, aparece tenso. El era un hombre serio. Lo daba la dura tierra. de Castilla, pero nunca se mostraba impaciente.
Con el paso de los años me di cuenta, que su carácter estaba esculpido por su fe en Dios y las adversidades de una tierra poco generosa. La cicatera luz de la lumbre no podía ocultar su desasosiego. Avanzó lento y se sentó cadenciosamente cerca del fuego en la silla de paja que Madre siempre le acercaba, no sin antes recoger la picadura de tabaco que le esperaba en la repisa de la chimenea. Esta vez no fue reprendido por la multitud de pequeñas quemaduras que anidaban en su camisa ocasionadas por las chipas de sus cigarros. Ceremoniosamente comenzó a liar uno de ellos, hecho con aquella picadura llamada “cuarterón” mientras Madre le traspasaba con la miraba suplicándole una casi imposible buena noticia. El sabía que hasta la mañana siguiente, no tendría más satisfacción que la que pudiera sacar al deseado pitillo.
En respuesta a uno de los suspiros de Madre, él balbucea:
- Como haya descargado pa Castroverde estamos perdidos.
Esta afirmación enmudece nuestros sentidos y el silencio en la casa es la constante de nuestras vidas por largos momentos.
La tormenta va cediendo, y mi curiosidad de niño me incita a seguirla desde la ventana de mi habitación.
En el cielo la luna asoma furtiva queriendo ocupar el sitio que le corresponde, mientras las nubes caminan raudas, huyendo del desastre provocado.

En esos momentos vuelvo a oír a Madre, que me llama para cenar.

Eco.

Ha venido a mi memoria, cuando siendo niña, y en esas noches que descargaban las tormentas sin piedad, oia a mi madre decir,dios mio, que no sea nada ,que tu padre está en el campo, recuerdo que me subia en la puerta de doble hoja, en la parte de abajo, a esperar a ver si le veia venir, con la calle a oscuras, porque se habia ido la luz.
Y cuando llegaba nos poniamos todos alrededor de él y nos contaba lo mal que lo habia pasado, que si las ovejas se espantaban,....
Cuantas penalidades, pero yo recuerdo que yo fuí muy feliz en mi niñez, es dierto que carecí de muchas cosas, ahora lo entiendo ,pero entonces, no te dabas cuenta de ello, y de lo que tenias, poco, lo dabas un valor infinito.
Un besote para todos, y perdonar que me haya puesto un poco nostalgica

Hola, Eco.

A mí también me han venido a la memoria recuerdos archivados en lo más profundo de la memoria caché, como dicen ahora para referirse a la memoria más lejana y profunda.

El relato está bien traído, la escena es familiar y cotidiana, el dramatismo está conseguido, pero en la forma yo te haría algunas observaciones en privado. Cuida un poco el estilo y escribirás cosas vrdaderamente bonitas. No es una reprimenda, líbreme Dios, es un comentario cariñoso que ni tan siquiera llega a crítica ni a consejo.

Saludos cordiales de James.