ZAPATERO Y LA RELIGION Zapatero decía antes de llegar al poder, y así actuó, que no se pueden tomar decisiones contra la opinión mayoritaria de los españoles. Ése fue el argumento que utilizó para oponerse a la participación de nuestro país en la guerra de Irak y para retirar, posteriormente, las tropas. Entonces, citaba las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), como garante de sus decisiones. No entro a criticar las medidas que ha tomado el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en relación a la reducción del 5% del sueldo de los funcionarios, a la congelación de las pensiones, a la regulación laboral y a la subida del IVA. Todas estas medidas, y más que pueden venir, no han contado ni contarán con el beneplácito de la población. A pesar de todo, han sido aprobadas y se justifican diciendo que son totalmente necesarias porque resultan beneficiosas para la crisis económica que vive la población. Pero no son a estos temas a los que me quiero referir, sino al hecho religioso y a la actitud de los españoles frente a este fenómeno. Lo hago para salir al paso y crear opinión ante la nueva ley que prepara el Gobierno sobre la libertad religiosa. Nada se sabe del contenido de su formulación ni tampoco del momento en que será presentada al Parlamento. Pero nos tememos que no sea muy respetuosa con lo que siempre ha expresado el pueblo. Como no quiero que nos sorprenda y nos pille desprevenidos, expreso mi opinión con el fin de que sea refrendada por otros colegas que piensan lo mismo. Los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas dicen que el 74% de los españoles se considera católico, el 2% creyente de otra religión, el 15% no creyente y el 7% se confiesa ateo. Hay un 2% que no contesta. Así pues, tres de cada cuatro españoles manifiestan que son católicos, aunque sus vidas y comportamientos no siempre sigan los principios de la religión. Esto aparece con claridad cuando se analiza, entre otros comportamientos, la práctica religiosa. Uno de cada cinco suele cumplir con la obligación de ir una vez a la semana a la iglesia, generalmente los domingos, para oír misa, otro quinto lo hace alguna vez al mes, o al año, y los dos quintos siguientes, nunca o casi nunca. Ahora bien, este grupo de no practicantes en modo alguno reniega de su religión, de la religión católica. Todos, o casi todos los que se confiesan católicos, se casan por la Iglesia, quieren ser enterrados por el rito católico y suelen bautizar a sus hijos cuando nacen. En todas estas ocasiones acuden a los ritos católicos para manifestar su identidad, aunque sea social, con la religión. Además, muchos de ellos pertenecen a cofradías y celebran la Semana Santa como el gran acontecimiento religioso de la sociedad y de su fe en particular. Que se lo pregunten, si no, a los andaluces sevillanos, o a los castellanos zamoranos, o vallisoletanos, por poner sólo algunos ejemplos. Siendo éste el perfil religioso de los españoles, es lógico que no se pueda contradecir, a través de una ley religiosa, las convicciones de un pueblo. Le recuerdo al señor Rodríguez Zapatero lo que decía antes de llegar al poder y las razones que alegó para retirar las tropas de Irak. No se puede ir en contra de la opinión de los españoles. Glosando esta afirmación e interpretando a través de ella los contenidos de una ley religiosa, es preciso subrayar que se debe velar por las convicciones de la gente, sobre todo cuando detrás de ellas hay ideas, actitudes, comportamientos y valores totalmente necesarios para la convivencia. Por supuesto que la religión está referida al ámbito individual. De hecho, cada uno tiene sus convicciones y realiza sus prácticas según le dicta su propia conciencia, pero la religión católica tiene también un alcance social, ahí está la historia, nuestra historia. Todo está impregnado de la religión católica. Sin ella, no sería posible entender nuestra cultura. Precisamente por ello la gente se vale de la religión para poner de manifiesto ante la sociedad los acontecimientos más importantes de su vida. Reducir la religión a la vida privada quitando del ámbito público toda referencia a los símbolos religiosos, y en concreto la cruz, sería cercenar algo muy importante de nuestra sociedad. La religión católica ha delimitado los comportamientos sociales. De hecho, todos hemos aprendido que debemos buscar la verdad y no ofuscarnos con el error; apostar por la ética y no por la mentira y la falsedad; cultivar la templanza y el respeto, como símbolos de nuestra convivencia; apostar por la compresión y el amor, como raíces del buen hacer. Erradicar los símbolos de la religión sería como reducir al ámbito privado comportamientos, actitudes y valores que han penetrado lo social a través de la religión. Para muchos españoles, la religión es la base de su vida y de sus comportamientos. Es verdad que vivir con valores y hacer el bien puede sustentarse en otros principios, por ejemplo en la ética, pero ello no avala el que se tenga que hacer con todos aquellos que ya han encontrado un principio, un fundamento, a los comportamientos de su vida. B.G.S. |