Villarrubia de Santiago - Toledo

Unas declaraciones espontáneas del presunto islamista en el momento de su detención en Valencia acreditan el delito de integración en organización terrorista que le imputa el juez de la Audiencia Nacional Javier Gómez Bermúdez. «Me detenéis porque estuve en Gaza, ¿verdad?. Fui allí para hacer la Yihad porque había visto muchos vídeos en internet que me afectaron», manifestó Mohamed Echaabi. «Estuve un año o así.

Me metieron en una habitación y querían ponerme un chaleco con explosivos para que me inmolara, pero yo no quería hacer eso», aseguró el joven. Las declaraciones del presunto terrorista fueron ratificadas ante el juez por dos de los policías nacionales que participaron en el arresto de Echaabi en la Malvarrosa.

El magistrado Javier Gómez sostiene en el auto de prisión que el islamista había manifestado en varias ocasiones su intención de cometer atentados. El joven marroquí pretendía comprar una pistola que pudiera hacer «20 o 40 disparos para atacar a la raza (probablemente israelíes o intereses israelíes), así como a gobernantes, gente de poder o autoridades, no a la gente normal», según las declaraciones de un testigo protegido. Además, el Echaabi le dijo a esta persona que quizás tendría que irse a Francia o Chechenia, «donde es fácil conseguir armas o bombas», porque la policía «estaba encima de él».

Para conseguir dinero con el que financiaría atentados, según el testigo protegido, el islamista planeaba asaltar la casa de una anciana en Valencia con un compinche de nacionalidad rumana. Echaabi sabía que la víctima tenía joyas de oro en la vivienda porque la pareja de su cómplice cuidaba a la mujer mayor. Según el auto judicial, la policía actuó con premura porque «la situación era crítica», en referencia al riesgo de que comprara la pistola.

«Firmes convicciones»

El juez Javier Gómez concede total credibilidad a las manifestaciones espontáneas que el islamista realizó ante la policía -sin presencia de su abogado-, aunque el joven marroquí las negara en su declaración judicial. «Echaabi es un terrorista en sentido legal, aunque no pertenece a una organización terrorista en sentido clásico, pues no se ha acreditado que esté integrado en una estructura con una relación jerárquica o de dependencia, vocación de permanencia y atribución de roles», asevera el magistrado.

El 5 de abril del año pasado, el islamista fue detenido en el puesto fronterizo de Tánger cuando pretendía entrar en Marruecos al sospechar la policía que tenía intenciones de cometer un atentado. Cuatro meses después, Echaabi regresó a España y se afincó en Valencia.

Según las investigaciones policiales, el joven marroquí sufrió un proceso de radicalización en España tras el cual adquirió unas «firmes convicciones extremistas» que le llevaron a viajar a la Franja de Gaza en enero de 2011, con el fin de llevar a cabo una acción de carácter suicida contra intereses israelíes. Prueba de ello son las propias manifestaciones del joven marroquí referentes al chaleco con explosivos.

La estrecha vigilancia policial del sospechoso permitió constatar que tenía la intención de cometer acciones terroristas contra personalidades relevantes o «aquellos que no comparten su visión del mundo», de acuerdo con la doctrina de la Guerra Santa. Echaabi es un presunto terrorista hecho a sí mismo, reclutado por la organización que ahora dirige Ayman al Zawahiri (el sucesor de Bin Laden), y que habría ido radicalizándose mediante el aprendizaje en foros yihadistas de internet, sitios en la web en los que igual se explica cómo preparar un artefacto explosivo que se realiza un curso «on line» sobre los venenos o gases masivos más populares.

El joven marroquí, que recogía y vendía chatarra, residía en el número 40 de la calle Padre Antón Martín en el barrio de la Malvarrosa. Sus cuatro compañeros de piso no descubrieron nada sospechoso durante el mes y medio que compartieron vivienda junto a la barriada de las Casitas Rosa, el supermercado de la droga de Valencia.

La Policía Nacional llevaba más de un año vigilando a Echaabi, considerado como un «lobo solitario», un islamista con permiso para incumplir los preceptos del Islam. Así, el presunto terrorista podía vestir ropas occidentales, beber alcohol, fumar y comer cerdo si con ello lograba pasar desapercibido.