Torrijos - Toledo

El Partido Popular anda dividido y con evidentes tensiones internas. A la cascada de escándalos de corrupción, a los que la dirección nacional no ha podido o querido dar una respuesta eficaz, al desgaste de las recortes sobre recortes, que levantan ampollas en los sectores más sensatos del partido, se viene a sumar una polémica reforma local que no apoyan ni sus propios alcaldes. En esta tesitura, Mariano Rajoy echa mano de Javier Arenas, frente a Dolores de Cospedal, la secretaria general.

Las quejas en las filas populares, reflejo de la indignación ciudadana por el rumbo que ha adoptado el Gobierno de Mariano Rajoy en este año y medio de gestión, se agolpan en los despachos de la calle Génova. Los cargos medios del partido se sienten impotentes para explicar a los ciudadanos por qué hay que seguir recortando sobre los recortes, cuando ésta se ha mostrado como una vía agotada y que sólo ha conducido a disparar el número de parados y a paralizar una economía que ya estaba renqueante.

Además, los escándalos de corrupción, especialmente los relacionados con el antiguo tesorero y hombre de confianza de Mariano Rajoy en los últimos 20 años, Luis Bárcenas, están haciendo mella en las filas de la derecha, claramente descontenta con la respuesta del partido ante los ciudadanos. En este sentido, se señala especialmente los "papelones" y el ridículo hecho por Dolores de Cospedal, en sus declaraciones públicas sobre el escándalo, posteriormente desmentidas y desautorizadas por los hechos. Los titubeos, dudas, rectificaciones y directamente, mentiras vertidas por Cospedal la han convertido en el blanco de muchas dianas dentro del PP.

Y el PP no se puede permitir nuevas crisis políticas. No con Bárcenas administrando cuidadosamente su munición para seguir presionando sobre sus antiguos compañeros. Por ello, y ante el desprestigio manifiesto de Dolores de Cospedal, no sólo entre los ciudadanos de Castilla la Mancha que la ven aparecer por Toledo de vez en cuando, ni ante la Prensa, que ya no sabe si reír o llorar ante sus patéticas comparecencias públicas, Mariano Rajoy ha recurrido a quien, en la época de José María Aznar, se llamaba "la sonrisa del régimen": Javier Arenas Bocanegra, a la sazón vicesecretario del PP y, teóricamente, inferior jerárquico de Cospedal en la cosa interna.

El encargo que Rajoy ha efectuado al sempiterno perdedor de las elecciones andaluzas es delicado: "reconstruir los consensos y la cohesión interna" del PP, no sólo sobre la reforma local, sino en general sobre la actuación del Gobierno ante la crisis y la corrupción.

Esta auténtica desautorización del papel interno de Cospedal ha sido excelentemente bien recibida dentro de los amplios sectores del partido que, cada día tragan menos a Cospedal. Y Arenas se ha lanzado con entusiasmo a la tarea. No en vano, el veterano ex ministro es consciente de que su futuro político sólo puede pasar por Madrid, toda vez que Andalucía no es una plaza apta para las cualidades taurinas de Arenas Bocanegra. Si tiene éxito en esta delicada tarea, su papel interno en el partido recuperará buena parte del terreno perdido en el último congreso. En caso contrario, a lo más que podrá aspirar es a un cómodo exilio europeo, o a un buen retribuido Consejo de Administración, siguiendo los pasos de otros paladines de la época de Aznar, como Angel Acebes, Eduardo Zaplana o Rodrigo Rato por citar sólo los casos más notorios.