La Puebla de Montalbán - Toledo

Don Mariano no da crédito. Contaba ya con la conspiración judeo-masónica del señor Z y había luchado contra ella de manera contundente: el engaño del 11-M, la entrega de Navarra, la bajada de los atributos machos ante ETA, la cesta de la compra, el ridiculo exterior, la España entregada a las ordas independentistas, el casamiento de los maricas, manifestaciones a troche y moche, la guerra de las banderas, del inno, del españolismo. La cruzada de don Mariano, secundado por Ángel, Eduardo, Jaime, Federico, Pedro, Pío y la especial colaboración José María parecía que iba a dar sus frutos.
Pero de la noche a la mañana, sin comerlo ni beberlo, sale un amigo que dice del PP que es "un partido duro, inflexible, anticuado y antipático que reacciona a golpe de calentón" (Pedro J. Ramírez)
Y ahí no queda la cosa, sale otro amigo, el ABC, a decir que tiene que reconocer "los errores del pasado", que no tiene "dotes de cirujano para España", que no tiene "equipo para gobernar".
Pero como a perro flaco todo son pulgas, Alcaraz está que trina porque no encuentra en Mariano apoyo suficiente para la mani del sábado, Losantos no se corta ni un pelo con "maricomplejines" y, para colmo, ¡la iglesia!. Ahora resulta que "la iglesia comulgó con las mentiras del régimen franquista" (Padre Martín Patino) y "pide perdón por actos concretos en la Guerra Civil" (Blazque). Todo se tuerce, Si al menos tuviera un primo...

Sí, con pena y congoja observo que todo se le tuerce a mi admirado don Mariano: su ídolo, el buque insignia de los políticos derechistas, Nicolas Paul Stéphane Sarkozy de Nagy-Bocsa, Presidente de la República Francesa, acaba de recibir en el Elíseo nada más y nada menos que al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez. Estoy por ello deseando ver a Mariano para preguntarle así: ¿pero no nos habías dicho, querido Mariano, que con Chávez sólo podía reunirse un bobo solemne como Zapatero?, ¿cómo entonces también se reúne con él el gran Sarkozy?, ¿qué tienes tú, dilecto Mariano, baluarte de nuestros valores patrios, que decirnos ahora sobre esto?, ¿cómo es posible que el respetado, reputado y poderoso presidente francés imite ahora a ese zapaterito leonés, cultivando sus mismas amistades?

Sí, con desasosiego y zozobra observo que todo se le tuerce a mi muy estimado don Mariano: uno de los tres más grandes presidentes que ha habido en la historia de los Estados Unidos de América, Wiliam Jefferson ("Bill") Clinton, se acaba de deshacer en elogios hacia Zapatero y hacia la política de éste. No alcanzo el porqué de esos elogios, pues siempre le he oído decir a mi apreciado Mariano que el zapaterito no tenía el menor crédito entre los estadounidenses y que, con su errática política exterior, había hecho nacer la enemistad entre los Estados Unidos de América y el Reino de España. ¿Cómo es posible, entonces, que todo un prócer estadounidense, un ex presidente para más señas, desmienta con su afable actitud y con su elogioso discurso la existencia de esa enemistad de la que nos hablaba Mariano? Además, si lo miramos bien, es evidente que las loas de Clinton hacia Zapatero no pudieron ser fruto de una improvisación alocada e irreflexiva, pues, como todo el mundo sabe, la esposa de aquél, Hillary Rodham Clinton, lucha ahora por ser la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de EEUU, por lo que resulta evidente que el ex presidente Clinton no se habría atrevido a alabar públicamente a ninguna persona que resultara desagradable a los (votantes) ciudadanos estadounidenses, pues, de haberlo hecho, habría arruinado la carrera política de su esposa Hillry. Con gran pesadumbre llego a la siguiente conclusión: el bobo solemne de Zapatero, para tristeza de los españoles decentes -que, por descontado, sólo lo son los simpatizantes del Partido Popular-, no está mal visto entre la mayoría de los (votantes) ciudadanos de los Estados Unidos, sino, por el contrario, muy bien visto y, por ello, el sagaz y astuto Clinton, que se dedica ahora a promocionar la imagen de su esposa Hillary, no duda en cenar con él, con el zapaterito, y en ensalzarlo de manera pública. Estoy por ello deseando ver a Mariano para preguntarle así: ¿pero no nos habías dicho, caro Mariano, que el zapaterito sólo se juntaba con don nadies y que las gentes importantes lo ninguneaban?, ¿cómo entonces el gran Clinton se pirra por sus huesitos?, ¿qué hay de ese odio y animadversión que, según nos dijiste, sentían los estadounidenses por Zapatero?

Ay, mi Mariano, me pregunto también por qué será que ahora, mientras pienso en ti y escribo esto, oigo por la radio una voz luctuosa que recita estos lúgubres y sentidos versos:
Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana.
Vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.

Menos mal, Mariano de mi alma, vicario de Aznar en la Tierra, que los versos sólo han hablado de un funeral, así a secas, porque si hubieran hablado de un funeral político, pensaría que se estaban refiriendo al tuyo.