ENTRE EL HOY Y EL MAÑANA (Dedicado a ti) I En la desierta explanada, el cielo vierte su fuego sobre este viejo andariego. Al fondo, en la balconada, veo a un señor de sien plateada que se afana, tras el cristal, de acabar con el accidental revoleo de un moscardón, reo al que trata, con un meneo, de aliviar su carga mortal. II Entre las cuatro paredes despilfarra hora tras hora entre una computadora, libros de viejos alcaldes, placas y sus soledades. Soledad en una tierra en la que poco le aferra, pues cuando mira a su cielo escudriñando un anhelo, suspira otro aire, otra tierra. III Ese sueño, si algún día fue conseguir un buen sueldo, ahora, con su sobresueldo, está en la fotografía. Su nueva monomanía es, tal cual tenaz hiedra, trepar el muro de piedra de ese jardín sombrío, en medio del albedrío, que la política engendra. IV Dejar este inhóspito erial, un desierto en el recuerdo y fuente del desacuerdo, para conquistar la imperial ciudad, cuyo regio tapial encierra todos sus deseos y parte de sus devaneos, una altiva barbacana para "Jerónimos" paseos. V Las quimeras, como el viento, carecen de carcelero y surcan, como un velero, los mares del pensamiento sin tener remordimiento. Los recuerdos no son viento, pero tienen un cimiento que les ancla a la memoria, son retazos de una historia que tu ignoras ¡Te la cuento!. VI Con mis recuerdos, tu oirías a la algazara colegial de la vieja profesional: metales, mecanografías ... Viejas nostalgias y alegrías de una mañana de estío en la que un toro bravío embistió contra el palo entre el fémino escándalo y el espanto del gentío. VII Con mis recuerdos, tu oirías el altisonante ruido de aquel ferial embutido entre calles y travesías; illescanas algarabías, blancas para tu recuerdo y yo, todavía, me acuerdo de feriar a todos mis hijos el sentir sus regocijos y, a veces, su desacuerdo. VIII Con mis recuerdos, tu oirías la pólvora y sus castillos y entre castillo y castillo, según mi flaca memoria el baile de la soltería y después el chocolate; más datos no puedo darte, pregúntaselo a Romualdo, mientra tomáis sopicaldos en tu habitual restaurante. IX Las eléctricas campanas quiebran, con su hueca asonancia, el silencio de la estancia, trayéndole a la mundana realidad, un tanto arcana, del antiguo cementerio, el traslado hospitalario, promesas de trabajo... ¡Buen disfraz! de tipo majo con alma de tabernario. X Se sienta y se incorpora mil veces y otras veces mil. pensando que ya pasó abril y a nuestra Virgen implora para que, sin más demora, arregle este largo ocaso, mientras tanto, por si acaso, sonríe al buen comunista ¿Qué diría del falangista? su abuelo ¡Vaya coj*nes!. XI En su vacuo entendimiento, hay más ayer que mañana, su hoy es una honda mesana que aflora el viejo cimiento de tiempos del movimiento. Su mente todo lo empaña para no ver las dos Españas: una lucha por el asiento y otra lucha, a contraviento, contra el asiento en España. XII Vacío de entendimiento y parco en filantropía, su elección fue miopía, simple desconocimiento o global resentimiento. Transcurrido casi un año, ya se pregunta el rebaño, que ni por su política ni por su aptitud ética, merece acabar el año. XIII Tú, camarada Palacios, ¿En cual de las dos Españas entretejes tus marañas?. En la de los eternos reacios, gentes de iglesia y palacios o en aquella de los sueños de la libertad sin dueños, una España sin asiento. Pues, mira al ayuntamiento ¿Reconoces a sus dueños?. XIV Son los mismos que Toledo, los mismos que toda España, aquellos de la guadaña, gobernantes cuyo credo, es el recorte sin miedo al bienestar del obrero, de Illescas y del mundo entero. ¡Rebelaté! camarada contra esta impía cruzada ¿Donde está el tenaz obrero?. XV El reloj de la fachada, fija con monotonía el paso del mediodía. Tras la aburrida jornada fluye la alegre escapada por la calle Real arriba, sin tropiezo ni diatriba. No depara en bella fuente, torre, olmo o plaza; a su mente vacía, esto no le motiva. XVI Fiel a su paso rápido, al cruzar la biblioteca, la garganta se le seca y se aligera el latido; si no le saetea Cupido ni le atrae teatro o poesía ¿Qué le rompe la armonía?. El aroma de la caña o la bandera de España, he aquí la dicotomía. XVII Tras el "dejeuner" manchego, la panza henchida de gozo y el alma en un hondo pozo, baja la calle real ciego, sorteando un sol de oro y fuego. De nuevo, al ayuntamiento, con las melenas al viento, el cuello bien estirado y cierto aire ensimismado que denota aburrimiento. XVIII Ciego a la ciudad y su luz. intuye formas, olores... pero no ve sus colores; sólo sombras y el trasluz de un cristal a contraluz que refleja su figura de intachable caradura que va vertiendo soberbia y estudiada prepotencia. ¿Qué fue de nuestra cordura?. Salud y República. |