LA SALA DE PLENOS (Dedicado a él) Estamos en la sala de plenos y entre nosotros, con el alma ausente, abstraido por viejos sueños sin frenos, el semblante del alcalde presente. Sobre su tez, el niveo fluorescente, refleja ciertos tonos cenicientos, que le dan un porte de disciplente maestrillo de libros polvorientos. Porte rancio de cercanos ancestros, diestros en este arte, pues su retoño pace en la cara oculta de los astros, mustiendo ideas, en un perpetuo otoño. Mientras, la tarde en la noche vertía, con las letanias de cada moción, vertiendo chorros de monotonía, sobre el hastío de su vacío corazón. El reloj nos marca cada minuto, ahonda surcos de instantes y momentos, pues le cuesta la vida en cada intento, de mover sus pesados rodamientos. De súbito, su rostro se ilumina ante la templada voz del obrero, ¡si, obrero!, voz obrera que le encomina a devolver las fianzas del dinero. Dinero que significa pan diario para los que la crisis ha golpeado con cada letra del abecedario y usted ni siquiera se ha sonrojado. Poco le importan a usted los parados, siendo un multipagado declarado, de la secta de los privilegiados, pero estos versos son papel mojado. Seguirá en el estado del bienestar, por ese motivo le hemos bienvotado, pues lo importante, en este país, es estar en el más alto y confortable estrado. Palabras que se llevan el mismo viento, que pule luna, estrellas y luceros, faros en el oscuro firmamento, que iluminan los sueños del obrero. Sueños que abren las tiránicas puertas, a un mundo sin clases ni privilegios. Dejad vuestras puertas abiertas, no tengais miedo a nuestros contagios. Salud y República. |