Espinoso del Rey - Toledo

Son las personas que trabajan de verdad en silencio, en la penumbra de la noche o a la luz del sol. Gente cuyos actos heroicos desconocemos cada día, pues son actos simples, que ocupan tiempo y que ayudan muchos a "ser, "pese a aportar tan sólo un granito de arena en una montaña de actos rutinarios. Para todos ellos van estas líneas, para los que trababan, para los que no trabajan también, pero para todos aquellos que ponen orden donde no lo hay y tratan de dedicar su tiempo a algo más porque a ellos no les importa nada la fama, sólo sienten que con su dedicación, su tiempo y esfuerzo hacen algo mejor este mundo lleno de desorden y cosas desiguales. Si tuviera que elegir entre algunos héroes cotidianos, empezaría por NUESTROS PADRES. Aquellos que se preocupan por sus hijos y que hacen lo posible por sacarlos adelante con sus trabajo y sus medios, muchas veces escasos, para que tengan una educación, un porvenir, un trabajo y en un futuro, una familia. No nos damos cuenta de que estos héroes están aquí, en nuestras casas, hasta que vemos que con su ser un día nos dieron la vida, la misma que a veces no cuidamos como se debería. Ellos son nuestros primeros héroes, pero ellos nunca están en las páginas de los periódicos ni en la televisión. No hace falta, ellos son nuestros héroes anónimos y siempre los tenemos a nuestro lado. NUESTROS PADRES:

Asi es amigo Track.....a nuestros padres.

Y debemos comenzar por reconocer los muchos esfuerzos realizados por nuestros padres para transmitirnos sus principios, creencias y valores de la vida, por enseñarnos lo que sabían y por proporcionarnos los medios adecuados para aprender incluso lo que ellos desconocían o habían olvidado y eso a costa de vivir.


Ellos son los que se encuentran con los brazos abiertos esperando el regreso del hijo que se retrasa o que no llega. Ahí están, para alegrarse con nuestras alegrías y para consolarnos en nuestras tristezas y en nuestras penas. Nuestros sinsabores de la vida son los suyos, nuestros dolores también les duelen, nuestra muerte prematura es su muerte en vida y nuestros logros les alimentan la idea de que “esto de ser padre y madre ha merecido la pena”.

A todos ellos, a los que siguen en medio de nosotros y a los que se fueron.... desde el recuerdo siempre presente, nuestras miradas y palabras agradecidas de hijos que, en muchos casos, ahora nos ha tocado ser padres.

Y todo esto se hace siendo conscientes de sus errores, de algunos castigos no justificados, de imposiciones no dialogadas, de palabras que se dijeron sin ser reflexionadas y que se recuerdan con dolor, de criterios no compartidos, de valores no adaptados a los nuevos tiempos, de cabezonerías propias de los años que se van cumpliendo, de visiones trasnochadas sobre cuestiones actuales que tanto pueden distanciar. Claro que somos conscientes de todo lo dicho, pero eso forma parte de la vida y nunca puede justificar un posible olvido, o la falta de respeto, o el enfado por sus torpezas o la cerrazón de querer hacerles ver lo que ya no pueden asimilar como lo hacían antes.

Y si ellos tuvieron la obligación moral y humana de cuidarnos y de acompañarnos en esta hermosa aventura de la vida, también llegará el momento en el que seremos los hijos los que tengamos que ir proporcionando los cuidados que necesiten y tendremos la misma obligación de hacerlo a medida que vayan perdiendo sus facultades, sus habilidades y capacidades.

En psicología se dice que una de las características de la inteligencia es la capacidad para adaptarse a los cambios que se van sucediendo y hacerlo sacando provecho de todas las etapas que constituyen la vida, con sus muchos aciertos y logros y también con sus errores y fracasos. Si aceptamos eso, entonces nos daremos cuenta que nuestros primeros héroes y heroínas de la infancia seguirán gozando de tan magnífico privilegio.
Papà,mamà.....os quiero.