LA PARRA Se da ese nombre al paraje situado en la esquina noroeste del recinto amurallado de Escalona. Toda esa zona tiene la muralla derruida intencionadamente como lo han sido, para su desgracia, todas las grandes mutilaciones que se han hecho. En años atrás, era frecuente que el pregonero de la Villa, anunciara la prohibición del paso por una determinada zona o lugar, por el peligro que suponía la explosión de barrenos colocados para derruir un trozo de muralla. ¡Qué barbaridad¡ ¿Cómo se podía permitir semejante agresión a la cultura y a la historia de la Villa por aquel entonces? ¿Podéis imaginaros lo que sería la Villa de Escalona, con su muralla entera o casi entera y una zona ajardinada delante de ella? Posiblemente hoy estaría reconocida su monumentalidad y tal vez, declarada Monumento Histórico por el Patrimonio de la Humanidad, con lo que hoy podía haber reportado a la Villa en cuestión de fomentar su Turismo y su Historia. Pero esto hoy en día ya no tiene remedio, y si lo tuviera seria un proceso muy caro, y no están los tiempos hoy por hoy para hacer inversiones de esta índole. Pero bueno vamos a lo nuestro y vamos a hablar sobre (La Parra), que es el tema que hoy quiero publicar. En La Parra había una plataforma terrosa, que descendía por la ladera hasta el reguero que lleva también ese nombre, antiguamente solo había dos o tres casas que hacían calle de un camino, un cerrilete del que bajaba por una pendiente corta y pronunciada hasta el reguero y mas suavemente, por su lado norte, al camino que terminaba en la carretera de Nombela. La Parra era un lugar donde a los muchachos y muchachas les gustaba ir a jugar, también allí, al sol de las tardes templadas, se ponían las mujeres a coser sentadas en sus sillas, resguardando sus ojos de los rayos solares con los pañuelos que solían llevar siempre a la cabeza. En la primavera todas aquellas laderas se vestían hermosamente de verde, un verde intenso que fructificaba mas tarde en airosos tallos rematados con preciosos penachos de color lila. Eran la alcachofas de los cardos borriqueros que se habían abierto en flores y transformando las laderas de un bello jardín natural. En el invierno aquellos tallos se secaban, eran altos, más altos que la chiquillería que los portaban, los tronchaban por su pie y los cogían con las dos manos, los llevaban en posición vertical poniéndolos unos detrás de otros como para desfilar, a este juego en aquel tiempo le llamaban “La Procesión”, que lo terminaban generalmente, en una lumbre al resguardo de la muralla, de un peñasco o de una de las laderas del cerrilete donde el fuego consumía los cardos, se calentaban y posiblemente era causa de más de algún catarro que padecían a consecuencia de ello. P.D. Esta información está basada en el libro Escalona Fortaleza y Villa, escrito en su día por Don Eugenio Pinel Jiménez, el cual me dio autorización para que obtuviera datos e informes del mismo. Gracias por leerme luismgon |