UNA MIRADA ATRÁS (La Feria de la Plaza). La feria de ganados de Escalona, fue instituida en el año 1928, siendo alcalde Don Eugenio Pinel Pulido, y se celebraba los días 16,17 y 18 de septiembre. En esos días y aprovechando la influencia de la gente de otros pueblos de la comarca, e incluso de lugares más lejanos que venían a vender o comprar ganado, se instalaban en la plaza numerosos puestos de gran variedad de artículos. Estos puestos se disponían, ateniéndose a una planificación preconcebida, en los soportales, de columna a columna, separados por paneles o tabiques de madera, y los establecimientos locales, disponían en los suyos grandes exposiciones al exterior. El conjunto constituía un mercado ordenado, atractivo, lleno de colorido y sabor. No había ruidos estridentes ni molestos. Solo se oía el murmullo de cientos de conversaciones, risas, canticos alegres y la música, la entrañable música de los pasodobles que interpretaba la Banda Municipal. Había variedad de olores, a churros recién sacados de la sartén, a ropa nueva, a chucherías y golosinas, a pólvora de los cohetes y de los castillos de fuegos artificiales. En la parte central de la plaza se bailaba y entre pieza y pieza, las mozas paseaban arriba y abajo en grupos de amigas cantando y riendo. Siempre alegres, que la alegría hace más atractiva la belleza, saca fuera la bondad del alma, y da gracia al empaque. Las mozas en su ir y venir miraban de reojo a los mozos, que de pie, formando corros en el centro de la plaza, charlaban y también reían porque la risa es el distintivo de la raza humana, el mejor signo de su juventud y de su nobleza. Aquellas miradas eran mensajes que solo los corazones jóvenes saben interpretar en silencio, casi siempre con acierto. Por eso, en tantas ocasiones, una mirada, una sonrisa, es la semilla de un amor que se transforma en unión de por vida. Las miradas eran compromisos de baile que se cumplían al sonar la música. Alegres notas, alegres sonidos de los instrumentos conjuntados dirigidos por el maestro Valentín Reollo, que al llegar a las murallas del Castillo, se estrellaban transformándose en miles de ecos que se propagaban por un aire limpio llegando hasta el cielo. Los primeros sonidos de la música en las tardes, señalaban el inicio de la fiesta; en cada casa siempre había alguien que advertía a los perezosos: “Vamos que ya está la Música en la Plaza”. El final del baile era siempre una jota. El baile mas español, que en la modalidad regional manchega, era gloria bendita ver como la bailaban las viejas escaloneras, todavía vestidas con sus corpiños y las sayas que movían en airosos vuelos al compas del canto. El baile de la jota manchega es de movimientos suaves, elegantes, muy bien ordenados, y la postura del cuerpo y los brazos, siempre en airosa distinción. Gracias por leerme luismgon
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