Escalona - Toledo

Como hemos explicado anteriormente el terror franquista en torno a la represión fué generalizado y no fruto del azar. Respondía desde el primer segundo a un plan perfectamente estudiado por los militares rebeldes y la oligarquía civil, que, al socaire de los buenos tiempos, con Mussolini en Italia y Hitler en Alemania, veían magníficamente aquél eje de cara a sus intereses económicos. La segunda república, en principio, había supuesto tal golpe de aire frío, tal vigor de ilusión y de progresía que hacía tambalear claramente los pilares de la burguesía incipiente y parasitaria instalada en todo el país como si de un cortijo se tratara. La estructura del alzamiento estaba claramente definida. Era necesario actuar al estilo italiano, con apoyos nazis y capital autóctono. Capital reversible, de ida y vuelta. Que se lo digan a Juan March, lánguidamente llamado último pirata del mediterráneo. March financió no sólo el alzamiento a cargo de Mola, Queipo y Franco. También el cuerpo represor, la estructura de la aniquilación, los paredones y sangrías que a posteriori convirtieron nuestro país en un cementerio de jóvenes y mayores con ideas revolucionarias.

La importación de los modelos italianos- alemanes, fué tan severo que, a veces superó al original. Las cárceles estuvieron dirigidas por auténticos psicópatas, las escuelas por maestros sin estudios, hijos del falangismo cerril, las universidades por patriotas de nueva hornada, el ejército por africanistas herederos del esclavismo, y la policía por torturadores profesionales, gentes sin escrùpulos que medía su asentamiento social con la sangre de sus víctimas. Los empresarios de Franco, banqueros y emprendedores comprendieron que aquello era un filón. Nombres ilustres de la aristocracia, íntimamente emparentados con la iglesia cómplice del golpe de estado, asentaron sus reales hasta la actualidad. Al nombre de Juan March, habría que unir a una caterva de oligarcas que, bien financiando el 18 de Julio o bien exprimiendo la teta terrorífica de la paz instaurada, sostuvieron al dictador hasta su muerte, relativamente reciente. Camilo Alonso Vega, De la Lastra, Cortina Mauri, Fuente, García Hernández, López de Letona, Martín Artajo, Oriol y Urquijo, Silva Muñoz, Aguirre Gonzalo, y otra inacabable lista de parásitos, medradores y financieros que hicieron oídos sordos al horror que financiaban. Es cierto que alguno de ellos ni siquiera sabía que se asesinaba cruelmente a cualquier opositor. Es más, alguno de éstos pájaros nunca se mancharon las suelas de sus zapatos con el polvo de calle. Pero sabían que contribuían a la estructura social, a la paz de los muertos, a la corrupción sistemática, (el aparato económico del règimen era corrupto por naturaleza, desde la autarquía al desarrollismo). Los banqueros de Franco dejaron bien atado el futuro de su prole: si miran la pirámide de inversores actuales, verán a sus herederos zumbando como moscas cropófilas, esta vez con la excusa del consorcio social o de las fundaciones