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El Carpio de Tajo - Toledo

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24-04-12 23:59 #9972609
Por:kalmaera

Versos - ASÍ, ASÍ, ASÍ GANA EL MADRID


Iba yo tan contento bajando la Avenida de la Reina Victoria, hacia el Estadio Metropolitano, donde aquella tarde se iba a decidir el Campeonato de Liga de la Primera División española. Recuerdo que era en abril del año 1.948 y la liga estaba al rojo vivo, pues el Real Madrid era el líder del la División de Honor con 47 puntos y le seguía, pisándole los talones, el Atlético de Madrid, con 46, de modo que aquella tarde se sabría el desenlace, alegre para unos y triste para los otros. Me refiero a las hinchadas de ambos clubes, pues si ganaba el Real Madrid o empataban, el campeón de la liga sería el equipo “merengue”, ya que terminaría con 49 puntos en el primer caso, mientras que su rival terminaría con los 46 con los que comenzaba el partido. En el segundo caso, es decir, empatando, el Real Madrid llegaría a los 48 puntos, mientras el Atleti quedaría con 47, es decir, uno menos que el rival, pero si era el Atleti el que ganaba los dos puntos en juego, se sumarían a sus 46, para llegar a 48, uno más que los de enfrente, proclamándose campeón de la liga de esa temporada.
El Real Madrid estaba a punto de terminar su Estadio Bernabéu, o de Chamartín, como se le solía nombrar y por tal motivo estaba jugando los partidos “de casa” en el campo del Atlético de Madrid, que le cedió graciosamente, siguiendo la trayectoria del bien hacer del club colchonero a través de su historia.
Esa tarde, era un Real Madrid – Atlético de Madrid, es decir, que se jugaba en casa del Real Madrid, aunque por las circunstancias apuntadas, el campo pertenecía al equipo contrario.
Bonita tarde de primavera y la gente se acercaba al campo uniendo la emoción del encuentro y lo agradable de la temperatura, por lo que con ambos alicientes el estadio se llenó a rebosar.
Preámbulo inolvidable para mí, con el himno del Atleti resonando en todo el campo por los altavoces, al término del cual los aplausos se hicieron ensordecedores y ambas aficiones, la atlética o “colchonera” y la madridista o “merengue” se aprestaron a tomar fuerzas engullendo un bocadillo, en su mayoría de calamares, que era lo más común en aquellos momentos, por lo relativamente barato, al tiempo que comenzaba el partido, tras el pitido del silbato del árbitro.
En aquella época, el Atleti tenía un equipo muy potente, en el que descollaban Silva, aquel medio derecho, canario, de una finura jamás igualada en un campo de fútbol (a propósito, recuerdo de él que, posteriormente, en un encuentro con el Real Valladolid, equipo de moda esa temporada, con siete preseleccionados en sus filas, con los dos hermanos Lesmes, Matito, Ortega, Lasala, Coque…que vino al Metropolitano con ínfulas de campeón por ese motivo. Pues salieron derrotados por un tanteo de 7 a 0, esto es, un gol por cada uno de los preseleccionados que exhibía y ese día, lo recuerdo como si hubiese sucedido ayer, la madre de Silva acudió al estadio por primera vez y el jugador de las islas hizo, probablemente, el mejor partido de su vida).También estaba Juncosa, un veloz extremo, Escudero, potente delantero centro y dos interiores de lujo, que hoy harían las delicias de los aficionados con un juego preciosista y efectivo al mismo tiempo, que eran el marroquí Ben Barek y el sueco Carlsson y llevando el timón como entrenador Helenio Herrera, deslenguado, pero sabio en su quehacer.
Comenzó el partido con precauciones por ambos bandos, como suele suceder en estas ocasiones y todo indicaba que se cumpliría el pronóstico, que daba ganador al Real Madrid, aunque con escaso margen.
Esta impresión sólo duro unos 10 minutos, pues a partir de ese momento comenzó el Atleti a desarrollar su habitual juego rápido y bien trenzado que dejó al Real Madrid desarbolado y a su merced y al cuarto de hora Ben Barek traducía en gol el buen juego del equipo y el 0 a 1 subiría al marcador, decimos bien, pues el partido se estaba jugando en el campo propiedad del Atlético de Madrid, pero en esa ocasión los “colchoneros” oficiaban de visitantes. No obstante, en el marcador apareció 1 – 0, ante el estupor del público, que consideraba, con razón, que el marcador no reflejaba la verdad. La gente comenzó a querer comprender y achacó el error al empleado que se encargaba de poner los números en el marcador, por la costumbre, creyendo que se los estaba apuntando al equipo de siempre, esto es, al Atlético de Madrid, cuando los metía en el Metropolitano. Esa impresión corrió como la pólvora por el graderío y cuando el equipo del Atleti volvió a marcar el marcador reflejaba 0 - 2 . Lo mismo sucedía cuando se marcaron los 3 restantes, haciendo un total de 0 a 5 a favor de los “colchoneros”, que esa tarde hilaron, cosieron y bordaron un fútbol de altos vuelos, haciendo verdaderas diabluras. No fueron más debido a la proverbial suerte del Real Madrid y a que sus rivales no quisieron humillar a los que, al fin y al cabo, son colegas en la profesión y llevan el nombre de Madrid en sus camisetas, como ellos.
Sin embargo, entre las aficiones sí hubo sus más y sus menos, pues los seguidores de los vencedores se burlaban con rechifla de los blancos, señalándoles el marcador y coreando a voces Real Madrid 5 Atlético de Madrid 0 y las carcajadas se oían en La Cibeles, lugar donde se reúnen los partidarios del Real Madrid en las grandes ocasiones de su equipo. Pero aquel día allí no había nadie celebrando nada, que nada tenían que celebrar.
Abandonamos el campo, ondeando nuestras banderas al viento suave del atardecer y hasta Cuatro Caminos era una fiesta, con alegría desbordante y una hemorragia de rojo y blanco como serpiente bicolor.
Aún tengo memorizados los cánticos de esa tarde y antes de llegar a casa entré en un bar de Bravo Murillo, a tomar unas cañas y allí no se hablaba de otra cosa que del baño que “habíamos” dado a nuestros eternos rivales. No me explico por qué, pero las cañas, en ese momento, me hicieron recordar a la ambrosía.
Dormí de un tirón, con la sonrisa puesta en mi boca, que me duró hasta que bajé a la calle con prisas por comprar el MARCA, cosa que hacía todos los días, pero en el quiosco habitual se había agotado y ya temía no poder pasar mis ojos por las letras que hablarían de la hazaña del Atleti. Continué a paso ligero hacia el próximo punto de venta de prensa, donde allí sí lo encontré, pero me tuve que pellizcar para comprobar que no estaba durmiendo todavía ante lo que estaba delante de mis ojos, en la primera página del diario: El Real Madrid campeón de liga, tras vapulear de manera inmisericorde al Atlético por 5 a 0. Figuraba en letras grandes y en rojo, junto a una fotografía del marcador del estadio, con ese 5 – 0 ya comentado, apareciendo también en páginas interiores que hasta los seguidores del Atleti habían cantado, uno por uno los goles que le había metido el Real Madrid a su equipo, pero no mencionando que era en tono irónico, dando a entender todo lo contrario.
No podía dar crédito a mis ojos, pero allí estaba, frente a mí, haciéndome dudar si no estaría soñando en ese momento y para salir de dudas eché una ojeada a los restantes periódicos y pude comprobar que en todos aparecía la victoria del Real Madrid y pensé que la noticia la distribuyó la agencia efe y de ahí la unanimidad.
Vi que no sólo yo era el sorprendido, pues mucha de la gente que pasaba a mi lado iba comentando también lo sucedido, algunos con cara de sorpresa y los más de indignación, pues en el barrio de Cuatro Caminos se contaban por miles los aficionados al fútbol partidarios del Aleti.
Transcurrieron los días y el resultado del partido era la comidilla de las calle y de los mentideros de todo Madrid.
El presidente del Club, que a la sazón era D. Manuel Gallego, hizo unas declaraciones explosivas, defendiendo la legitimidad del equipo a ser el verdadero campeón de liga de la temporada, lo que hizo salir a la palestra al presidente del Real Madrid, D. Santiago Bernabéu que con su habitual cachaza le rebatió diciendo, por todo argumento: “Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita. El diario MARCA, órgano oficial del Movimiento nos ha dado la victoria y a ver quién se atreve a corregirle”.
Era tanta la indignación de la grey atlética, que el Sr. Gallego no tuvo más remedio que recurrir a la justicia, alegando todo lo que había de irregular en la concesión del campeonato de liga al Real Madrid, pero la justicia, como tantas veces, tardaba en ofrecer su veredicto, hasta que al fin lo dio a conocer. Era, ni más ni menos, que dar la razón al Real Madrid, que había presentado, al parecer y según su criterio, pruebas concluyentes para que se le otorgase en propiedad el tan traído y llevado título.
Los abogados del Real Madrid, sin duda los mejores de España, habían conseguido inclinar la balanza a su favor, no sólo por su inmensa sapiencia, sino. y con más motivo, por las relaciones que mantenían con todos los estamentos más influyentes del país y no digamos de las relaciones del equipo con los miembros del Gobierno. Ellos siempre han estado favorecidos por la Administración cuando lo ha necesitado, ya que el Real Madrid siempre ha sido y será el “equipo del Gobierno” y hay que mencionar en su favor que nunca ha chaqueteado y siempre ha estado y estará en su lugar, sin cambio alguno, el que cambia es el Gobierno y hasta el régimen, pero ellos no.
La sentencia, a todas luces injusta, hizo mella en el ánimo de los seguidores del Atleti, que cada día aumentaban en su fobia al equipo contrario y a la justicia y el descontento desbordaba a pasos agigantados la prudencia de la que hacían gala siempre.
Un domingo por la noche, aparecieron unas octavillas que repartían unos jóvenes, se supone que partidarios del equipo “colchonero”, en las bocas del metro y en otros lugares estratégicos, como la Puerta del Sol, Plaza Mayor, Glorietas de Atocha y Cuatro Caminos, etc y a la puerta de los bares a los que concurría una numerosa y abigarrada clientela. Así también en la Calle de la Victoria y aledaños y tascas más visitadas de las plazas y calles más significadas y en las que se invitaba a la asistencia a una manifestación de protesta por lo que consideraban una injusta sentencia de los tribunales contra el Atleti . Esta tendría lugar el domingo siguiente a las 8 de la noche, comenzando en la Plaza de España y recorriendo la Gran Vía, para terminar en la Plaza de Cibeles.
Esto hacía que las cosas tomaran mal cariz y que incluso intervinieran en el asunto personajes relevantes del cotarro político y hasta en las Cortes se comentó por los pasillos. Incluso en una sesión a celebrar en las cortes sucedió que los ministros y diputados que son como la demás gente, aunque no lo parezca, sobre todo a ellos, se enzarzaron en una discusión que iba subiendo de tono, hasta el extremo de que parecía se llegaría a las manos. La cortó de raíz el ministro de la gobernación D. Camilo Alonso Vega, al cual soterradamente se le conocía como “D. Camulo”, indicativo de su carácter, que tuvo la feliz ocurrencia de cuadrarse, hacer el saludo militar y levantando la voz cuanto pudo, exclamar: “A sus órdenes, Excelencia”, mirando a la puerta de entrada, ante lo cual se acallaron inmediatamente las voces y haciéndose un silencio sepulcral, ante el temor de que fuera el Caudillo en persona el que irrumpiera en la sala sin previo aviso.
No fue así, pero hasta sus oídos llegó la noticia, pero corregida y aumentada, pues alguien, con aviesa intención, había exagerado las consecuencias que podría traer la tal manifestación, para que se tomaran las más duras represalias policiales.
Al Generalísimo, que estaba en todo, no se le pasó por alto que los enemigos de España aprovechasen la ocasión de sacar partido de una simple manifestación futbolera, arrimando el ascua a su sardina con la habilidad que les caracterizaba, como de costumbre.
Seguramente, pensó que ya tenía bastante con soportar a las emisoras que hostigaban constantemente al régimen desde la odiada Unión Soviética y los países sojuzgados por ella y que, aunque con deficiente audición, escuchaba una minoría clandestinamente en la España de la época. Además estaban los problemas que había en los Pirineos con los maquis, por lo que se le ocurrió la idea de que tenía que intervenir personalmente, con objeto de conseguir acallar a todos los que estaban inmersos en el debate.
Mandó llamar a su secretario y le ordenó tomar nota de lo que le iba dictando, para que se publicase al día siguiente en el Boletín Oficial del Estado, con la observancia de obligado cumplimiento y así dar carpetazo a un conflicto que podría traer graves consecuencias para la estabilidad de la patria.
No recuerdo la literalidad del decreto que se publicó en el B.O.E., pero sí la sustancia del mismo y, en esencia, venía a decir que oídas ambas partes que habían ocasionado el motivo del litigio y tratando de conseguir la más exquisita equidad, igualando a ambos contendientes para así hacer sentir a cada uno el haber recibido lo mismo que el otro, ordenaba que a cada uno se le concediese un punto de los dos en juego. Es decir, considerar que había terminado el partido empatado y así no habría ni vencedores ni vencidos, felicitándose por haber conseguido una fórmula que forzosamente tenía que dejar satisfechos a los dos equipos, al haber recibido por igual.
Claro que lo que el Caudillo consideraba una solución salomónica no satisfizo a la hinchada atlética, pero tuvo que acatarla, por no haber más altas instancias a las que recurrir.
De esta manera, el Real Madrid sumó un punto a los que tenía y quedó con 48, proclamándose Campeón de Liga 1.945/46, mientras el Atlético de Madrid aumentaba también un punto, pero se quedaba en 47.
También es verdad que tanto esa liga como las anteriores y las que luego siguieron tienen un claro y justo vencedor si entrasen en competición las aficiones de los diferentes equipos y no sería otra que la del Atlético de Madrid, ejemplar en todos los sentidos. Es amante del Club y de todo cuanto representa, con alegría desbordante en las victorias, haciendo una piña de hermandad, sin ofender ni menospreciar al contrario, al igual que hacen nuestros jugadores en el terreno de juego, sin chulería, llamada ahora prepotencia por eufemismo y una tristeza infinita en las derrotas. Esto nos impele a querer más a nuestro Atleti, al que nunca abandonamos, como si estuviésemos matrimoniados con él y así no nos separamos de su vera ni en la alegría ni en la tristeza, virtud exclusiva de la familia atlética.
Ese fue el origen de esa cantinela que se escucha de vez en cuando, aunque no con tanta frecuencia como debiera, pues ocasiones de hacerlo las hay y muchas, en los campos de fútbol de todo el país:
ASI, ASI, ASI GANA EL MADRID.
Ya sé que algunos me dirán que esto es un cuento, pero yo les diría, a mi vez, que es cierto que es un cuento, pero que podría haber sido una realidad, dada la trayectoria de ambos protagonistas.
Quiero añadir que al Real Madrid le debemos mucho y lo reconozco, habiendo sido el mejor embajador que jamás ha tenido España, a la que se la conoce en cualquier punto del planeta no exclusivamente por ello, pero sí en gran medida gracias a su concurso. Al hacer este cuento, no me ha guiado la animadversión hacia él, sino dar forma a un pensamiento común entre mucha gente de nuestro país, que comparto plenamente, lo reconozco y que nadie se sienta ofendido por ello.


Cuando digo pensamiento de mucha gente, me refiero a que somos muchos los que pensamos que, además de la potra que le acompaña desde siempre, baste recordar que cuando sus delanteros tiran a gol y el balón da en el poste, lo hace terminando dentro de la portería la mayor parte de las veces. Al contrario, cuando los ejecutores son de cualquier otro equipo, no digamos del Atleti, el balón que da en el poste rebota indefectiblemente hacia la línea de córner, en el mejor de los casos. Cuando interviene en un sorteo, sea en la Copa de España, sea en la Copa de Europa, siempre le toca el rival más fácil y si la clasificación se hace por el sistema de liguilla, el grupo en el que cae será siempre el más débil, por arte de birlibirloque.
Ya sé que al Real Madrid no debe achacársele su buena suerte y que para sí la quisieran los demás equipos, pero es que se puede tomar hasta como agravio comparativo, aunque no lo sea. Hasta tiene la suerte de su mala suerte y me explico: cuando va ganando por 2 o 3 a cero, uno de sus delanteros tira a puerta y el balón da en el poste o el travesaño y se va fuera o el árbitro pita un penalti inexistente en su contra, ambas cosas de acontecer rarísimo y se tiran un montón de tiempo comentándolo y aumentándolo, no sólo sus aficionados, sino la radio y la televisión, que junto a los periódicos parecen ser propiedad del Real Madrid. Esto le sirve de coartada y ya tienen tela por cortar durante años y años.
Dejemos aparcada la suerte y vayámonos a las ayudas que recibe ese equipo de gentes que no tendrían por qué ser proclives a prestar su concurso a la consecución de las metas madridistas, comenzando por los árbitros. Si tienen alguna duda, siempre inclinarán su decisión a favor de este equipo, cuando no directamente sin duda ninguna que la justifique y se podrían citar numerosísimos casos que corroborarían este aserto, para mí indiscutible y no sólo los árbitros españoles. También los del resto de Europa, cosa incomprensible para mí, pues le arbitran en competiciones internacionales únicamente, lo que supone que muchos más espectadores les pueden juzgar, al televisar a toda Europa, o quizá todo el mundo, esa clase de partidos, con el consiguiente riesgo para ellos.
Y no es que compre a los árbitros, como creen muchos, idea que no comparto de ninguna de las maneras, sino que su solo nombre impone un no sé si respeto o miedo, que hace inclinar la balanza hacia el mismo platillo, el de siempre, que no hace falta mencionarlo por ser de sobra conocido.
COLORIN COLORAO, QUE ESTE CUENTO S’ACABAO.

Cristino Vidal Benavente.
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