Versos - Por el día de la madre DÍA DE LA MADRE (a mi madre) Quisiera que este día no acabase, para así dedicarte en la mañana, más la tarde de toda la semana y así toda la vida continuase, un homenaje y luego se juntase con otro y otro más, pues tengo gana de conseguir tenerte tan cercana, que entrambos el amor se traspasase. Vienen a mí recuerdos del pasado que avivan los deseos de decirte, que siempre te he querido, pero ahora quisiera que estuvieras a mi lado y ya para los restos compartirte con la gloria de que eres acreedora . DÍA DE LA MADRE Domingo, uno de mayo, celebramos con inmensos respeto y alegría, que no en vano a este mundo nos traía el ser al que este día dedicamos. Para siempre, los hijos recordamos a la madre que fuera nuestra guía para no tropezar en esta vía, que es el mundo falaz en que habitamos. No hay nada comparable a su ternura, tampoco proceder más generoso y menos imponente fortaleza, como la de una madre. Sin fisura amparará a su hijo sin reposo y si fuera preciso, con fiereza. Señora de una pieza, merece los elogios encendidos de todos los que somos bien nacidos. A LA MEMORIA DE MI MADRE Te fuiste sin decir adiós siquiera a un submundo de sombras y quebrantos, dejándome sumido en tantos llantos que dudo que en el mundo más hubiera. Quedaste del autismo prisionera y en los ojos mostrabas tus espantos que debieron ser duros y ser tantos, que tuviste que echarlos hacia afuera. Recuerdo con dolor aquella historia que fue la consecuencia de perderte y aunque pienso que moras en la gloria, yo vivo en el infierno por tenerte de nuevo encadenada a esa memoria que quieren me persiga hasta la muerte. QUIERO VERTE YA, MADRE Tendré que recurrir al mismo cielo si tengo que decirte, madre mía, las cosas tan hermosas que diría para que te llegase mi consuelo. Ten en cuenta que vivo aquí en el suelo, tan lejos de esa gran sabiduría que en la gloria tenéis, pues a porfía quitáis de la ignorancia todo velo. Quiero decirte cuánto pienso ahora en ti, que hasta quisiera fenecer por no ver a la muerte que me ronde, a pesar de que siempre es previsora y llega, porque así tiene que ser, mas veo que de mí, pasa y se esconde. ¡CÓMO RECUERDO A MI MADRE! Será porque barrunto tu presencia y por eso el recuerdo es tan intenso, que no se encontrará por ningún censo ningún amor igual en quintaesencia. Estoy muy amarrado a tu querencia y al transcurrir del tiempo más te pienso, tanto que es imposible ya un ascenso, que ya lo empleo todo a suficiencia. Bien sabes que me quedan pocos plazos para dar el gran paso a tu morada y muero por meterme entre tus brazos para luego sentirte, madre amada, cómo juntas del alma mis pedazos, que quedó por tu ausencia destrozada. AÚN CONSERVO TU VOZ, MADRE Conservo aquella voz en mis oídos, de cuando de pequeño me mandabas a la escuela y después solicitabas los abrazos y besos prometidos que te daba con todos mis sentidos, a cambio de los muchos que me dabas tú, porque eras muy pródiga y tirabas de largo, a superar los recibidos. No duró mucho tiempo tanta gloria, que los tiempos llegaron muy revueltos y todo se fue al traste por desgracia, pues tuvo que acabar aquella euforia viniendo en su lugar miedos envueltos con males, en terrible contumacia. A MI SANTA MADRE Tuve madre y no gocé de su dulce compañía, que aunque en el mundo vivía a otro mundo se me fue; mundo de sombras oscuras, de miedos y de quebrantos. Sólo Dios sabe por cuántos sufrimientos y amarguras terminó en aquel abismo, con tantos y tantos daños, por cuántos y cuántos años como en cruel ostracismo. De su madre, todo el mundo da la mejor opinión, pero yo con más razón y en eso soy tan rotundo, porque tengo esa certeza al recordar sus virtudes, pues todas sus actitudes fueron de inmensa nobleza. Llena de bondad estaba, dechado de valentía y nada suyo tenía, pues contenta lo entregaba a todo el que la pedía y aunque no se lo pidiera, que, además de buena, era tan lista que comprendía que favores debía hacer a los más necesitados, modestos y atormentados, que no sabían resolver los muchísimos problemas de aquellos tiempos malditos que eran muchos, infinitos, de consecuencias extremas. Recuerdo su humanidad, su corta y frágil figura, su educación, su ternura, su viveza y humildad. Le causaba pena enorme la desgracia de la gente, con la que estaba presente hasta verla ya conforme. Tenía tan gran corazón que posada parecía, pues a todos acogía repartiendo comprensión. Amiga de todo el mundo, nunca se echó para atrás ayudando a los demás y un carácter furibundo cuando veía una injusticia, que si no la corregía como propia la sufría aunque le fuera adventicia. A su influjo no sustraigo mis más caros pensamientos de su enseñanza avarientos, los cuales con gran arraigo crecieron por siempre en mí y he tratado de imitar en todo y así lograr hacer lo que en ella vi. Cada día me acuerdo de ella más fuerte que el día anterior y es que revivo el amor que en mí dejó tanta huella, que me viene a la memoria llamando tan insistente, que inunda toda mi mente por su fuerza persuasoria y aunque me da mucha pena rememorar su recuerdo, lo haré, pues así me acuerdo de quien sufrió por ser buena. En la otra vida estará esperando a que yo vaya; seguro que no me falla y a su lado me pondrá. Cristino Vidal Benavente. |