Cosas del pueblo - Mis maestros Yo tuve un primer maestro, D. Vicente se llamaba, de una pierna cojeaba y mal tenía el brazo diestro. Aun con eso que tenía, hizo bien su magisterio y hacía temblar el misterio cuando las correas cogía, pues castigaba con ellas si una faena le hacíamos y aunque mucho resistíamos, te hacía ver bien las estrellas. Por cierto que el día primero que en esa escuela pisaba, conmigo también entraba Salva “conejo casero”. Nos pusieron a la entrada y frío debió de hacer, pues echamos a correr consumando la escapada. Más tarde fue D. Francisco con el que yo aprendería, que tan malhumor tenía que al recordarlo me cisco. Solía tener una vara que muy bien se cimbreaba y con la misma cruzaba de lado a lado la cara. Si las orejas tapabas te calentaba las manos, así resultaban vanos los esfuerzos que empleabas. Y si hablamos de pegar el pobre “cojo comino” tenía muy negro el destino, pues su madre al terminar de pegarle desde casa el maestro continuaba lo que la madre acababa y así cobraba sin tasa. Jamás D. Francisco pudo pegar a Eustasio “manazas”, que utilizaba sus bazas: los codos como felpudo. Nunca tocó sus orejas aunque lo intentó mil veces y parecía que con creces lo conseguía por sus quejas, pues a más de cuatro calles llegaban los alaridos, las voces y los quejidos, los llantos y hasta sus ayes. Sigamos con D. Francisco, cazador inveterado que se iba hacia el otro lado cuando presenció aquel cisco. Eran los dos “conejeros” que andaban muy a la gresca, cuando terminó la pesca en la que eran los primeros. Lo que el marido fue a hacer fueron los dos manotazos que soltó con ambos brazos al rostro de la mujer. El maestro que lo ve al marido recrimina y le dice: ya termina, volvió la espalda y se fue. Pero no llegaba lejos y la señora se erguía y a voces le respondía que guardase sus consejos. Es mi marido y lo hace porque yo le dejo hacer no se vuelva Vd. a meter, coja la escopeta y cace Si la señora se indigna lo hace con mucha prudencia, guardando su independencia cosa muy loable y muy digna. Cristino Vidal Benavente. |