Cosas del pueblo - Los juegos Parece ser que hay dificultades para colocar escritos largos, pues estoy tratando de poner algo sobre los juegos y me lo rechaza, indicándome que hay palabras ofensivas y ya me contaréis qué palabras pueden haber que ofendan en la descripción de unos juegos. Lo he dividido en dos partes, colocando primero ésta y después pondré la otra, a ver si es la cantidad lo que rechaza. Aprovecho la ocasión para decir que, si colocase todo, me considero con la libertad suficiente para decir al foro que es él el ofensivo, además de ridículo. También me viene al pelo para decir que debería ser el Ayuntamiento quien se preocupase de sacar un foro en el que pudiésemos escribir a voluntad, pero eso sí, sin ofender ni poco, ni mucho, ni nada; creo que no es costoso hacerlo, si es que cuesta algo. Voy a tratar de explicar los juegos a que jugábamos de chicos y donde estábamos y los voy a recordar os diré que con cariño, pues no hay cosa más hermosa que lo hermoso de una cosa que la hicieras cuando niño. Por la “pérrica” empezamos que ahora ya no se conoce, produciéndonos un goce que con fruición recordamos, pues se trataba de un juego en el que un chico corría tras de otros y si había tocado a los otros, luego el tocado se unía a él y de la mano agarrados, corrían tras los rezagados metidos en su papel, que no era otro que ampliar la ristra lo más posible y que fuera defendible, sin que los puedan pegar. El juego acaba por fin si ya no queda uno solo, aunque siempre habrá algún bolo que quiera darse postín. Si la pérrica se agranda se exponen a los trompazos que les dan con ambos brazos, por cierto una buena tanda. Ahora al mocho con la tala nos vamos a referir y baste sólo decir que es un palo y una pala, lanzando la pala al palo cuanto más lejos mejor, pues resulta perdedor recibiendo un varapalo, el que más cerca lo echa y si el golpe no devuelve a pegar el otro vuelve y el perdedor se despecha. Al “corcho” también jugamos y este juego consistía en que un chico se ponía encorvado y lo saltamos cada vez un poco más, comenzando en una raya y cuanto más lejos vaya más fuerte el golpe te das, si no te apoyas muy bien en el chico que agachado, es con fuerza golpeado y aguanta requetebién. Bonitos nombres se usaban que mi memoria no borra, que iban desde el “mano” al “porra” en el orden que saltaba. Después del mano iba el “tras”, mi memoria que no es vaga me dices que luego el “zaga” y el “porra” que va detrás. “Buenos días, señor maestro” del corcho era variedad y yo me creo en verdad que éste era un juego muy nuestro. Al tiempo que se saltaba tenías que ser adivino y habías de tener buen tino para saber qué pensaba y sólo daban indicio a poder adivinar, después de mucho pensar el nombre de algún oficio. También teníamos “la roma”, clavando un clavo en la tierra y poco a poco se cierra el cacho que el otro toma, hasta que ya no se puede poner en su trozo el pie y en este caso se ve que pierde con lo que quede. También teníamos “platillos”, corchos de botella son que les servían de tapón y con ellos los chiquillos al haberlos machacado el corcho con la hojalata, dejando esa cosa chata con los mismos han jugado. Los tenían que colocar con tino en un agujero y el que lo hiciera primero se los podría embolsar. También las “bolas” teníamos y se jugaba con ellas cuando hacíamos las pellas o de la escuela salíamos y en un boche se metían; otro juego era chocarlas, había otro que era tirarlas y rebotando salían chocando con una piedra, a ver si se acerca a otra bola contraria y la potra te ayuda y tu bolsa medra. Además de bolas, “balas” tiradas a troche y moche, que volaban hasta el boche como si tuvieran alas. A veces el boche era de cemento, endurecido, y al chocar hacían gran ruido; le llamábamos reguera. Cristino Vidal Benavente. |