Recordando a Mariana Era el primer día que me encontraba a solas con ella. Parecía muy inquieta. Era muy joven, amable y llevaba poco tiempo con nosotras. Tomé muchas precauciones para no desmoralizarla, su figura me cegaba, era muy hermosa. Pasaba el tiempo muy deprisa para mi gusto. Fabiana y yo llevábamos juntas 6 meses cuando conocí a Mariana. Era brillante y distinguida, tenía un cuerpo infantil cuya fragilidad impresionaba. Aisladas de nuestras propias sombras, con Mariana manteníamos contactos en oscuridades que solíamos dibujar en medio de ocultas caricias. El cuarto que compartíamos tenía una sola ventana que daba al este, donde el sol desaparecía paulatinamente suavizando nuestras espaldas. Tres pequeñas camas eran nuestro cobijo, de las cuales dos uníamos en las noches para que Fabiana y yo aplacáramos nuestros deseos. Mariana era una pequeña niña cuyo calor se transportaba inevitable por mi piel y por momentos, me hacía sentir que el amor que me entregaba Fabiana se iba transformando en pequeños momentos olvidables. Aquel mediodía gris de marzo, me lavé, me vestí para ella, estaba decidida a decirle que la amaba, en realidad no me daba cuenta de lo que hacía. Sobre una pequeña mesa anidada sobre un rincón de nuestro cuarto, sólo había dos vasos y una pequeña botella de agua mineral, con la cual imaginaba un brindis. Estaba muy intranquila porque ella no llegaba y decidí desvestirme, recibir a Mariana desnuda y entregarme a ella sin explicación alguna, pretendía elevarme en su placer, acariciar sus pequeños senos, sus modeladas nalgas y teñir su piel, al fin y abiertamente, con la suavidad de mis besos. Oí pasos provenientes del corredor y una tiritante sonrisa brotó de mis labios, la puerta del cuarto se abrió acompañada de las manos de Fabiana. Noté sus ojos tiernos abiertos a alegrías incomparables y escuché su inocente voz diciendo:- Patricia mi amor, te traigo buenas noticias -Mariana salió libre hace una hora, su abogado consiguió su libertad condicional hasta un nuevo juicio-. Nunca más vi a Mariana, como tampoco Fabiana se enteró jamás de nuestro amor incandescente. La celda número 201 para adictas con atención especial de la cárcel de mujeres de Ezeiza, fue la única testigo de mis lágrimas y sonrisas junto a Mariana, como así también de este amor incondicional y sencillo de Fabiana hasta el día que me concedieron la libertad, unos meses más tarde... .
|