Versos - SOBRE LA NAVIDAD (serie) XXI EL NIÑO DE LA PATERA Vivió la pobre Balumba en tierras del Senegal, vivió, pero vivió mal, aunque alegre como rumba un día vivió feliz cuando a un baile la invitaron y fue donde la obligaron a cometer un desliz; desliz que le fue agradable, pero luego trajo cola, pues la dejaron muy sola, ya que se esfumó el culpable. El tiempo se iba pasando y dentro de ella notaba cómo su vientre engordaba mientras iba trabajando. Pensando en lo que naciera de angustia se estremecía, pues su niño viviría lo mismo que ella viviera. Hasta que dijo: ¡ni hablar, que emigraré si es preciso!, adquiriendo el compromiso de salir de aquel lugar y agarrando su dinero, el dinero que había ahorrado por lo mucho trabajado y con gesto firme y fiero, se fue decidida al puerto donde encontró una patera y pidió se la admitiera; así fue y el cielo abierto vio, al tiempo que ya pagaba subiendo entre mucha gente, con otro mundo en la mente, el mundo en el que soñaba, que muy pronto encontraría como todos esperaban, que por eso se arriesgaban con singular valentía, que el mar era peligroso, no eran muchas las viandas y si muy listo no andas es posible que el acoso de peces depredadores terminen con la aventura, que parece tan segura en boca de sus autores, transportistas y negreros, que mercan con la ilusión de las gentes y que son el final de sus dineros. Panda de gentes sectarias que a los incautos recluta y que conocen la ruta que lleva hasta las Canarias, en donde con mucha suerte y el tiempo les acompaña, ya están libres en España tras escapar de la muerte. Antes de llegar a tierra hace aguas la patera y todos tienen que ir fuera, mas el que puede se aferra a alguno de los maderos para tratar de flotar, a ver si pueden llegar a la playa los primeros y así desaparecer, antes que la policía los coja, que ya está el día casi rompiendo a nacer. Pero la pobre Balumba apenas sabe nadar y no ha podido agarrar los maderos y su tumba piensa que ya tiene abierta, pero con toda entereza saca fuerzas de flaqueza y se dirige, y acierta, a un escollo no lejano donde la llevan las olas y allí permanece a solas en esfuerzo sobrehumano, tratando de no caer de nuevo a merced del mar y así poder esperar que llegue el amanecer, que más fácil le será pensar en la solución y que llegue la ocasión en que alguien la verá. Piensa en el niño que lleva y que pronto va a nacer y para que pueda ser sus oraciones eleva al Dios que lo puede todo y siente en su corazón que obtendrá la salvación, pues Dios ya encontrará el modo. Por el esfuerzo cansada es vencida por el sueño, aunque puso buen empeño en no caer derrumbada. Cuando ya se despertó lo hizo encima de una cama y fue porque alguien la llama y aunque no la conoció la dedica una sonrisa y al tenerla ya a su lado, pregunta quién la ha salvado y la enfermera, sin prisa, dijo que fue Salvamento que por allí vigilaba y exhausta la rescataba falta de conocimiento. Tanta sangre había perdido que no se había dado cuenta de que de manera lenta el niño habían extraído y ya del todo despierta al niño llorando escucha y piensa que por su lucha encontró esta puerta abierta, que la pena mereció pelear con tanta firmeza y de nuevo calla y reza hasta que ya se durmió. El guardia de Salvamento que había salvado su vida, en buscarle la salida tan sólo tardó un momento y la dijo: ya os vendréis a mi casa tú y el niño y tendréis ese cariño, que los dos os merecéis. Quizás fue casualidad, pero Balumba alumbró el mismo día en que nació JESÚS, en la NAVIDAD. Cristino Vidal Benavente. |