
Ninguno de los comisionados cobija dudas sobre la evidencia de las marcas de correas en torno al cuello de Prim, que se asemejan a las mismas huellas dejadas por igual procedimiento de asfixia criminal en numerosos otros cadáveres, examinados para el cotejo por la forense y mostrados ayer públicamente en fotografías. Mas, de esta evidencia ahora descubierta, no hay constancia alguna en el sumario 360/1870 abierto tras el magnicidio y que incluía tres investigaciones concernientes a los tres intentos consecutivos de quitar la vida a Prim entre octubre y diciembre de aquel año. De los cerca de 18.000 folios de los que constaba el sumario del asesinato, hoy quedan intactos menos de la mitad: emborronamientos, láminas arrancadas y zarabanda de páginas en competo desorden son algunas de las prácticas a las que los 81 tomos sumariales, hoy en los juzgados de la Plaza de Castilla de Madrid, fueron sometidos por manos extrañas y anónimas, sobre todo a partir de 1960, en que se reveló la localización de los documentos procesales. ¿A quién pudo beneficiar este expolio tan dañino del patrimonio histórico documental?
La ciencia puede esclarecer sucesos muchos años después de haber acaecido; de no ser tal, la pregunta quedaría sin respuesta. Tal ha sido la certeza que han barajado los miembros de la Comisión Prim desde el primer momento en que, en el hospital universitario de San Joan y en el tanatorio de Reus, ante el cuerpo momificado de Juan Prim comenzaron a indagar rastros de actividad sobre su cadáver embalsamado, que presentaba bajo las axilas y la entrepierna frascos con aromas balsámicos, en una configuración triangular de evocaciones masónicas, según los investigadores.
"No podía retirar la vista de sus ojos de vidrio"
El rastro más llamativo y evidente de los hallados fue, sin duda, la mirada vítrea del general. “Me miraba de una manera tan intensa que no podía retirar la vista de él”, confiesa el fotógrafo científico Ioannis Koutsourais mientras contemplaba la momia embalsamada. "Al cadáver le fue practicada una extracción de sus globos oculares y su sustitución por dos ojos artificiales tallados en un vidrio de alta calidad", reconoce la forense María del Mar Robledo. No hay respuesta para explicar este hecho, del cual no se conocen precedentes forenses probados en la historia contemporánea española, si bien si hay algunos relatos orales que lo reconocen.