Paradas - Sevilla

-Cuenta una de las leyendas de las que te hablo, que cuando el único superviviente de mi familia, la divina saga Unmaiyá, en su obligada hégira, vino desde Damasco hasta estas tierras fértiles de Occidente; que un único Mirlo blanco sagrado, vino del desierto para proteger con su canto al peregrino real y a todos sus descendientes. Entre las notas de su trino se vertía al mundo la propia palabra de Dios y esta solo podía ser entendida por quién portase sangre real.

-Cuentan otras viejas leyendas, que cuando muere un hijo de rey, el Mirlo blanco pierde el color de una de sus plumas volviéndose esta gris y apagada, y que presa del insoportable dolor por la inevitable pérdida, el propio Mirlo se hiere el pecho en un aleteo frenético de desesperación.



—Diciendo esto, la blanca mano de la princesa levantó las grises plumas del pequeño mirlo, dejando ver su pecho cruzado de cicatrices y llagas terribles—.



—Dicen, que sus plumas, al teñirse con su propia sangre, se vuelven por un instante del mismo color irisado de los cielos del paraíso. Así es mi querido Ibn, esta fue su última herida. Está escrito que el mirlo blanco morirá con el último descendiente de la saga Unmaiyá.



—En ese momento, con su último aliento, el pequeño Mirlo abrió su redondo ojo azul de mar, la princesa lo miró. Ella levantó hacia mí su mirada verde de hurí perfecta y me dijo:



—Ahora márchate Ibn, ya es tarde. Déjanos morir en la fe de Alláh.

Podría hacer la ola, gritar un "Olé", o incluso quitarme el sombrero, pero lo cierto es que me he quedado mudo ante lo que acabo de leer. Impresionante regreso, Staglieno. Recibe toda mi admiración, y mil gracias por compartir tu enorme talento con nosotros.
Un beso.

también dice la leyenda por estos andurriales...."cagas más que un mirlo"