AL RESCATE DE LA AZNALCOLLAR, NAZI Ha tenido que ser santa Q.K. quien nos advierta sobre la terrible situación que viven nuestros camaradas del partido en Aznalcollar. ni más ni menos que igual, según sus documentadas palabras, que los judíos en la Alemania nazi. La verdad es que yo tenía conocimiento de que las cosas estaban mal, pero no creía que hubieran llegado a este nivel. Ante la terrible denuncia de Q.K. sólo queda la actuación urgente para intentar salvar a los compañeros recluidos en campos de concentración, interrogados y torturados por los sociatas, los 4 golfos, los esquiroles, mariconas y hp, separados de sus hijos, condenados a la inanición o utilizados para experimentos científicos, antes de que sean exterminados en las cámaras de gas. Mientras reúno a los camaradas que estamos en la Catedral para que me ayuden en el rescate, intento ponerme en contacto con algún camarada de Aznalcollar. El primero en quien pienso es en el solidario del Gasolina , con la esperanza de que, aunque preso, haya podido conservar el móvil. Responde, sorprendentemente, al primer toque de teléfono. Eso sí, con una voz casi sepulcral que refleja la gravedad de la situación en la que se encuentra y la preocupación de que la llamada haya sido intervenida. -J.P, camarada, sé que no puedes hablar – le digo apresuradamente, sabedor de lo peligroso que es que lo cojan los guardias del campo hablando por el móvil-. Sólo quiero decirte que no te preocupes, que estamos ya en marcha, que aguantes. - Gracias Megafonoman, pero no sabía yo que hubierais organizado un viajecito ¿Para cuántos reservo mesa? - Comprendo J.P, tú tranquilo. La mesa – y digo esto muy despacio, casi deletreando letra por letra para que entienda que yo también hablo en clave- debe estar lista para mañana muy temprano, cuando haya pocos “camareros”. - ¿Mañana muy temprano? Oye yo mañana vuelvo al pueblo, ¿no es mejor quedar para cenar? La entereza de J.P en un momento tan crítico me parece encomiable. Me rehago, trago saliva y sigo con la difícil comunicación. -Bien J.P, entiendo que me dices que no podemos esperar hasta mañana, que si esperamos tu sueño puede ser “eterno”. Entonces, tendrá que ser esta noche. ¿Dónde reservas la mesa? -¿Qué te parece los arcos? Dios Santo, el campo de concentración ni siquiera está en un lugar escondido, si no en pleno centro del pueblo. La impunidad con la que actúan esta gente es repugnante, al menos los nazis buscaban lugares alejados para sus crímenes en masa. -De acuerdo J.P, allí estaremos, tú prepárate. ¿Sabes algo de J.J.? - Y yo que sé, estará en la costa del sol, aunque desde que estamos aquí, no lo hemos visto. La Costa del sol, el número y extensión de los campos es mucho mayor de lo que imaginaba. -Y tu familia, ¿sabes dónde está? - Pues están aquí conmigo, nos coges comiendo. ¡Qué asco!, no se han limitado a los militantes del partido, también sus familias están siendo sometidas a la tortura y el exterminio. -Bueno J.P, no te preocupes. Tú no hagas nada, intenta no hacerte notar, sólo serán unas horas, estaremos ahí antes de lo que piensas. - Oye Megafonoman, que tengo poca batería, esto se corta… Unos ruidos, pitidos extraños y de repente, muy de lejos, la última frase de J.P. dirigida a algún guardia al que intenta despistar con estas enigmáticas palabras: -Camarero, esta langosta no es fresca… Después, el silencio… Escribo esta apresurada columna camino de Aznalcollar, acompañado por un puñado de Camaradas. Rezamos por llegar a tiempo. En los proximos dias espero poder contarles el desenlace de tan arriesgada misión. Corto y cambio. MEGAFONOMAN
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