03-12-11 00:17 | #9232065 |
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No pudo atreverse el cielo NO PUDO ATREVERSE EL CIELO Videre: https://rma1987.blogspot.com No pudo atreverse el cielo ni el sol, cuando despertaba, a herir de la dulce moza los ojos, llenos de gracia, desde que sus ojos vieron los que enseña, a la alborada, blanca de nieve y granizo, si de nieves se derrama; desde que la descubrieron sobre la altura callada del cielo que duerme y llora, hasta que despierto canta; desde que besó su pecho, desde que besó su falda, desde que besó sus labios que nadie nunca besaba. Tejiendo estaba las redes, siempre tan enmarañadas que suelen las niñas buenas deshacer esas marañas), mucha paciencia mostrando en tener que descasarlas para volver a tejerlas, como todas las mañanas, y el sol, anuncio de fuego, porque quiso saludarla, con sus luces dijo todo sin decir una palabra, que ya sus rayos dorados su cabello acariciaban como si el tesoro fueran de una juventud temprana. Ella, que además lo sabe, canta canciones que usaban los más viejos en los siglos en que se usaba cantarlas, y que a su madre solía escuchar, cuando lavaba, años antes que su padre de su mujer enviudara, y, con cantar las canciones, sueña con esa Atalaya, donde en setiembre, a la fiesta, bailan las mozas lozanas, juntando los pies al tiempo, corros haciendo con gracia, girando sobre sí mismas, a la tarde y la mañana. Y las gaviotas la escuchan cuando allí volando pasan y por el Baluarte corren, desde la vieja Atalaya, donde la ven con las redes, sobre la Almena almenada, que en los siglos anteriores era tremenda muralla, no fuera que los daneses, esos paganos piratas quisieran tomar el pueblo y arrancarles, por las bravas, no el oro, pues son humildes, mas las mujeres casadas y las que aun eran doncellas, atacando cada casa. Y, mientras teje Marcela, con tal nombre bautizada, las redes con que su padre sale al mar antes del alba, estas pesadas labores endulza con lo que canta, templando la voz con gusto, que acompaña agua salada, cuando no aplaude sus cantos acompañando tonadas y las coplas más alegres, en el placer de orquestarlas, porque sus arrullos suenan, como quien sabe arrullarlas, con los raros estribillos que ella mezcla a lo que canta: “Hay mares en Puerto Vega, campos verdes en Soirana, la iglesia en Santa Marina y en Caborno muchas casas, todas con tejados negros, que son de negra pizarra, aunque las paredes muestran sus tonalidades blancas, y entre estos muros, a veces, los marineros se guardan de las tristes tempestades que soportan en las lanchas, cuando en los mares se pesca, y se sufre, porque el agua con más violencia sacude los pesqueros y chalanas. El mismo mar que da golpes a los remeros de Luarca, a los de Tapia, sin tregua, a los que vienen de Navia, las mismas olas violentas, la misma furia malvada que no quiere, con el día, saber de la luz del alba, que hace temblar, a la noche, a marineros que callan y no pronuncian sus penas, porque no es bien pronunciarlas, porque dicen que las penas saben mal y que tragarlas es difícil y es amargo no poder luego olvidarlas.” Dejemos pues a Marcela, que sus lágrimas alcanzan a enturbiar, cuando son tristes, nuestro pecho y esperanzas, y volvamos a lo nuestro, porque, aunque tan bello canta, hay momentos y canciones que no son para cantarlas, que algo en el ánimo mueven que producen tiernas lágrimas que recorren siempre el rostro de los que saben gustarlas, pero no son oportunas, sabiendo que esta mañana es San Juan y ayer fue fiesta en las tierras de Soirana. 2009 © José Ramón Muñiz Álvarez “San Juan en Soirana” Todos los derechos reservados por el autor. José Ramón Muñiz Álvarez (Breve reseña) José Ramón Muñiz Álvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño). Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios. Licenciado en Filología Hispanica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía. Es autor de varios libros, de los cuales ya ha dado a conocer "Las campanas de la muerte", aunque en una tirada modesta. "Las campanas de la muerte" es una obra que consta de tres poemarios: 1-. "Arqueros del alba", dedicado a su abuela materna, Dolores Menéndez López. 2-. "Ballesteros de la tarde", dedicado a la abuela paterna, Pilar Muñiz Muñiz. 3-. "Lanceros del ocaso", dedicado a uno de sus tíos: Gervasio. El poemario demuestra el extraordinario vínculo del poeta con sus abuelas, en un momento delicado: el del fallecimiento de las mismas. Es indicativo que el libro se escribiese en tres tandas, las dos últimas muy seguidas. Las partes del libro datan de diciembre de 2005 a enero de 2006, primavera verano de 2007 y enero de 2008. En este tipo de poesía se recurre a las estrofas más tradicionales, con dos únicas excepciones de versilibrismo. Además de un romance, las demás estrofas son silvas blancas, espinelas y, sobre todo, sonetos. | |
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