Villalba de Guardo - Palencia

AGUSTIN Y LOS LOBOS

SEGUNDA PARTE

LA FIESTA

Todo el pueblo vio los lobos que fueron desollados “a pellejo cerrado” y rellenados de paja hasta darles la forma y apariencia de vivos y como era costumbre se comenzó a exhibirlos de pueblo en pueblo.
El lobo, es un animal al que por estas tierras, no se le tiene simpatías. Nunca ha desaparecido y en estos años era abundante. Está rodeado de muchas leyendas reales e imaginarias y las gentes han sufrido pérdidas de animales. Pérdidas que a pesar de las leyes, muchas veces no se han cobrado las compensaciones, ni con dinero, ni con nada. Además, es un animal que si entraba en el corral o atacaba un rebaño no se saciaba con matar a uno, sino a muchos más. En las noches de invierno, cuando osaba acercarse al pueblo e incluso a entrar en él, cosa que se sabía por el nerviosismo y la forma de ladrar de los perros encerrados, pobre del perro que se hubiese quedado fuera de la cuadra y pobre del burro, yegua, vaca o animal que no hubiese regresado al cubil a partir del otoño tardío. Había muchas posibilidades de encontrar sus huesos al día siguiente. La gente del pueblo lo sabia y ponía cuidado.
Una vez paseados los lobos casa por casa del pueblo a lomos de dos burros. Se fueron por los pueblos según la costumbre, a pedir con ellos, y he dicho pidieron, porque con Agustín se fueron Nisio, “El Coto” y “tio Ros”.
Todos los pueblos del entorno comenzando por Fresno, Pino, Mantinos, Fontecha y los demás supieron de la hazaña, que era contada con minuciosidad y detalle, e incluso con alguna fantasía nueva para dar más importancia al hecho.
La fama del cazador iba en aumento y se sumaba a la que ya tenía en el entorno. Los vecinos se acercaban a ver a las bestias y cuando lo hacían daban ofrendas: chorizos, quesos, lentejas, garbanzos, conejos, huevos, dinero y otros presentes en agradecimiento. Las alforjas del burro se iban llenando y al llegar a casa se realizaba el recuento.
Dándose cuenta de que el peregrinaje era productivo, Agustín, José, cansado de idas y venidas y el trabajo en la fábrica, alquiló, prestó o cedió los animales a Nisio a cambio de que cada día que los llevase le diese 25 pesetas y el resto de lo que sacará se quedase con ello. No debió de ser mal negocio para ambos porque además de la comida sacaba unas 200 pesetas “de las de antes”.
Nisio los paseo por las calles de los pueblos más lejos de Villalba, como las Calaveras, Villanueva de Arriba, Cornón, Intorcisa, Ayuela y otros.
Cansado de ir y venir con los lobos entregó lo acordado a Agustín y éste agradecido con los beneficios preparó una fiesta en la cantina de Rafa con los pastores y demás amigos.
Fue por “Las Candelas,” con el invierno aún por concluir, cuando un día de descanso de Explosivos se preparó la cena. La cantina de Rafa era la más cercana a su casa y la de abajo, porque también estaba la de arriba o del tio Abilio.
Rieron, cantaron, hicieron “el ganso” como buenamente por aquí se dice y contaron historias de lobos y otras leyendas y anécdotas de la vida del pueblo. La comida, unas buenas patatas guisadas y un rico asado, cocinado por Pili, la mujer de Rafa, y el vino corrían en abundancia, tanta que les costó rematar la faena cuando el día comenzaba a despuntar y en la calle caía “una pelona” de cuidado. A más de uno le costó, “dios y ayuda” y alguna “culada” recorrer el camino de vuelta a casa. Era tanta la alegría que una de las puertas de cristal de la cantina participó de la juerga y puso acompañamiento en sus cantos cuando se hizo añicos. No sabemos, o mejor olvidamos, si a la mañana siguiente todas las ovejas salieron a pastar y los hombrees al trabajo. Pero el que tuvo que subir andando a Guardo y con la nevada fue Agustín, a comprar los cristales rotos de la puerta. Semejante hazaña merecía semejante juerga.
Agustín fue premiado con una placa y una flamante escopeta “del 16” por parte de las autoridades, que en adelante intercambiaba con la suya “del 12”. Su perra murió de vieja y siempre agradeció a su amo con su fino olfato el cobro de abundante caza. Quizá, en agradecimiento por haberla salvado de las fauces de los lobos.
Aquella mañana, 22 de diciembre de 1962, a través de las pocas radios que en el pueblo había se dejaba oir la cantinela persistente e ilusionante de…”3.452… cincuenta mil pesetas”
“2.746…. cincuenta mil pesetas” y así durante varias horas iban repartiendo ilusiones y suerte por España.
Los lobos, abandonados en la cuadra y colgados de unas vigas, con el tiempo se fueron despelando y llenando de polvo hasta quedar el pellejo.
El cazador, se hizo con ellos dos fotos, que las luce orgulloso en el cuarto de estar de su casa y una de las cuales la tenéis colgada en este foro.
Agustín José hijo del tio Miguel y la tia Simona sigue en el pueblo y si le preguntáis, seguro que en agradecimiento, os contará esta historia y muchas más.
Nadie como él, queda en el pueblo que conozca mejor los viejos caminos, ya olvidados, los nombres de los lugares del terreno y muchas historias de vecinos.

Muy bien.