16-01-17 17:24 | #13511240 -> 13495741 |
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RE:PERSONAJES PARA EL RECUERDO EL TRILLERO Antes de que comenzase la tarea de la trilla, aparecía por el pueblo “ el trillero”. Siempre acompañado de una gran mula o yegua y un burro o burrona. La primera para llevar la carga de lascas y guijarros de pedernal que cortaban como cuchillos, y la segunda para transportar sus herramientas y enseres. Solían venir de lejos, de la provincia de Segovia, de un pueblo llamado Cantalejo o del entorno. Cuando se acababan las piedras que traían, se les veía en la orilla del río picando y escogiendo más piedras. Eran personas curtidas por el tiempo, modeladas por el sol y de carácter recio y veraz. De cuerpo hecho al trabajo duro y la privación. De manos, toscas y encallecidas, pero tremendamente hábiles en el ejercicio de su oficio. Un buril o cortafríos para quitar las piedras viejas y partidas o para hacer una nueva herida en la vieja, dura y húmeda madera del trillo donde iba a fijar una nueva lasca, el martillo para golpearla y la maza. La maza era especial, con unas propiedades, casi mágicas, para nosotros los niños, Siendo de madera seca, era dura como un martillo de hierro, además no flotaba en el agua. ¿Cómo podía ser? A veces, los trilleros y otros personajes que visitaban el pueblo, jugaban con la inocencia de los críos y la ignorancia de muchos mayores haciéndonos la siguiente pregunta. ¿Crees que este mazo de madera seca flotará o se hundirá en el agua? Desde nuestra experiencia e ingenuidad la respuesta era positiva. La realidad era otra. Se hundía ¿Tendría truco? ¿Sería un trozo de hierro rodeado de madera? ¿Cómo podía clavar aquellas piedras de cortante pedernal en la madera del trillo sin apenas dejar huella. Mi abuelo Amancio, me desveló el secreto una tarde de verano, cuando yo era su zagal, cuidando las vacas. Estaba hecha con madera de acebo, seguramente. Algunos árboles, son de madera tan dura y consistente, pesan tanto, que en vez de flotar se hunden en el agua, uno de esos es el acebo, que conocemos, otro es el boj, cuyo nombre oí por primera vez. Sabíamos de la dureza del roble, abundante en nuestras majadas y montes y de la de sus nudos donde hasta las puntas a veces se doblaban al ser clavadas. Pero no de otros ( por cierto, sabéis que la varita mágica de Harry Potter es de acebo) Cuando pocos días antes de la trilla se sacaban de sus escondites; en pajares, portalones y otros sitios, se les barría de polvo y suciedad acumulada en el año y se revisaba su estado, sobre todo la parte baja del mismo que estaba llena de piedras de pedernal y algunas sierras o cuchillos. Ellas eran las causantes de desmenuzar y partir una y otra vez la mies, hasta que el grano era separado de la paja y listo para ser aventado, al cierzo de la tarde o en beldadora. El trillo, antes de ser reparado había que mojarlo bien un día antes para que su madera fuese más permeable al golpe de una nueva hendidura donde se iba a fijar una nueva piedra. Algunos trilleros acompañaban a sus golpes y ruidos con canciones para hacer de su trabajo una monotonía musical más llevadera. Ellos traían y llevaban canciones y coplas de su tierra y de las tierras y pueblos por donde pasaban. A sí, el folklore se transmitía de pueblo en pueblo y de un lugar a otro de forma natural. Siempre recordaré a tía Delfina que me cantó y narró algunas como: Cuándo querrá Dios del cielo virgencita de Villalba y el venerado san Roque qué tu ropita y la mía vayán juntas a lavarse a la orillita del río O aquella otra que decía: Sabadito por la tarde Por tu calle me paseo. Platico con las vecinas Ya que contigo no puedo. Pregunto, por dónde estás Y me responden diciendo; Se fue por agua hacia el Caño Con un cantarico nuevo Y una jarrica pequeña Para no coger el cieno. Hubiese jurado que estas coplillas eran del pueblo o de Fresno, de donde ella era, hasta que hace algunos años al leer un libro sobre el folklore castellano descubrí que era de otro lejano lugar como Segovia. | |
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19-02-17 16:58 | #13556876 -> 13511240 |
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RE:PERSONAJES PARA EL RECUERDO EL AFILADOR Si alguien ponía música en el pueblo, ambientando el espacio y llenándolo de alegría, era el afilador. Con su pequeño silbato múltiple en forma de escalera y lleno e agujeros con distintas notas, parecía que tuviera en sus manos un pequeño órgano. Avisaba de su llegada y porqué lugar del pueblo iba pasando. Las mujeres, como casi siempre preparaban, sobre todo los cuchillos, tijeras de cortar pelo y tela, navaja de afeitar, de coser, de esquilar y algún hacha pequeño de partir carne, y, todo utensilio que tuviese filo. El afilador sopesaba el útil a afilar, su tamaño, uso y, antes de ponerse a afilarlo, daba el precio. Llevaba un artilugio, compuesto por un trípode, en el que por medio de una especie de balancín, unido a una biela- manivela, como los de las máquinas de coser movía la rueda y la piedra de afilar. Un pequeño recipiente o cuerno vacío y lleno de agua servía para templar el acero del corte y una negra badana y trapo para dar el último toque o limpieza eran sus ayudas. No podía faltar un periódico para demostrar con su corte la eficacia del afilado. Y la rueda giraba, y el roce del metal con la piedra hacían saltar estrellitas en forma de chispas por doquier a lo que se unía su canto muchas veces. Sorprendía ver al afilador , sin protección en sus manos y sin quemarse, parecía magia.Tampoco sus ojos gozaban de protección alguna. Eran otros tiempos en cuestiones de protección en el trabajo.. Pasaba la hoja de metal una y otra vez en distintas direcciones y posiciones hasta lograr el acabado ideal. Al pueblo solían venir varias veces al año y había más de uno. Fue famoso y conocido un tal "Juan El Gallego". Parece ser que de esta región de España venían muchos. Sabían , al igual que los demás visitantes cuándo venir. Ciertamente que algunas personas tenían en sus casas piedras de afilar grandes y con pedal, pero su acabado final no debía ser el mismo que el que le daba el experto. Como última solución siempre en el cajón de la mesa de la cocina o muy a mano estaba el resto de alguna piedra de afilar el dalle para sacarle a uno de apuros. Pero de vez en cuando había que darle un afilado mejor. También había piedras en edificios muy propensas y buenas par el afilado que la gente conocía y a las que acudía como último recurso y en cuyas caras quedaba la huela del desgaste del metal. Acercaros por ejemplo al arco de entrada del viejo cementerio y os confirmará lo dicho. El afilador, como otros oficios se fue adaptando y modernizando. Pasó a la bicicleta, luego a la moto y, al igual que los demás un día impreciso desapareció y el aire del pueblo perdió su vieja melodía anunciando su llegada | |
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01-03-17 12:06 | #13601712 -> 13556876 |
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RE:PERSONAJES PARA EL RECUERDO EL COMPONEDOR Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua que componer es, entre otras cosas “ reparar lo desordenado, descompuesto o roto”. De ese componer, viene el componedor. Es decir, el que repara o arregla. El componedor venía al pueblo una o dos veces al año. Como todos sabía cuando venir, siempre en buen tiempo. Desde que la primavera era ya bien entrada y hasta finales de octubre como mucho. Evitaba pues, el período más frío y desapacible de días cortos e inclemencias varias. Venía con un carromato de varas, a veces con capota otras sin ella, aunque ésta, se podía quitar y poner. Los laterales de dicho carro estaban llenos de cacharros que hacían de “avisadores” con el movimiento. Se anunciaba con un pregón de viva voz y hacia parada a la puerta de la casa que requería sus servicios. Allí acudían las vecinas del entorno a traerle sus utensilios deteriorados o rotos para arreglar. Era costumbre, que antes de hacer cualquier arreglo o componenda se dijese su coste para ver si interesaba o no su arreglo. No sólo vivía de arreglar cacharros de cocina, por lo general, sino que también vendía. En el pueblo por aquel entonces nada se tiraba. Lo que ya no servía en casa para cocinar, podía valer para la cuadra, el huerto o cualquier otra utilidad. Si un puchero de porcelana ya no era útil para cocinar podía ser el comedero de gallinas u otros animales, maceta para un tiesto o recogedero de boñigas en la trilla. La economía de subsistencia no desperdiciaba nada. Todo se reciclaba, sin que hiciesen falta campañas de concienciación como ahora de su utilidad o beneficio. El componedor soldaba con estaño y otras aleaciones las grietas y agujeros en los perolos, o ponía parches. Quitaba la abolladura, volvía a sujetar los mangos de sartenes y todo que hiciera falta. Al igual que todos los demás personajes ambulantes que llegaban al pueblo traían y llevaban noticias de otros pueblos cercanos y lugares lejanos. Y, como siempre eran los mismos, las gentes hablaban con él en confianza y familiaridad. Fue uno de los primeros en dejar de venir por el pueblo. Quizás, la bonanza económica comenzaba a hacerse realidad. Se iba viviendo mejor y los cacharros de cocina se iban modernizando y abaratando. En las ferreterías de Guardo: las del “Gafas” , “ la Viuda” o “ Quirino” se comenzaron a venderse los parches con los que se arreglaban algunos agujeros y la vida evolucionaba. Si el oficio dejaba de ser rentable y atractivo desaparecía. | |
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04-04-17 10:57 | #13629701 -> 13601712 |
Por:delaheraluis ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE:PERSONAJES PARA EL RECUERDO EL PELLEJERO Era de los que más veces venía al pueblo; tres, y hasta cuatro veces. Aunque no en invierno. Se recorría el pueblo, calle a calle y casa a casa con su burra y dos o tres mulas, atadas en ristra, una al rabo de la otra Ya he dicho que en el pueblo y en su economía, nada se tiraba. Todo tenía su uso, utilidad, provecho y hasta su precio. ¿Porqué tirar algo por lo que podían darte algunos reales, pesetas o duros? Mucha gente, criaba conejos y casi todos tenían ovejas y vacas. De estos animales se alimentaban con frecuencia. Es cierto que en el pueblo no habría mucho dinero pero pasar hambre, lo que se dice hambre apenas se pasaba. Se sabía cómo tratar su piel con salmuera para que durase al menos, hasta la llegada del pellejero. Es decir, el comprador de pellejos. Al pueblo solían venir fundamentalmente, los de Becerril y paredes de Nava, distantes unos 50 kilómetros, más o menos, según el atajo o camino elegido. Solían llevar guardapolvos, una boina y su inseparable vara, con la que dirigir a sus mulas y varar la piel para comprobar su vejez y conservación. Otras veces retorcían con sus manos las pieles para ver si se cuarteaban. Era un misterio para nosotros como vareando el pellejo sabían de su conservación. A veces tiraban de su pelo y el último vistazo minucioso era para ver si había algún desperfecto como desgarro, tiro o cuchillada mal dada. He dicho tiro porque también compraban pieles de animales cazados como el lobo, zorro nutria, hurones comadrejas y otras alimañas.. Una vez revisado el género, comenzaba el regateo entre dueño y comprador hasta llegar a un acuerdo. En este trato, el hombre del pueblo era más difícil de engañar que en otros porque también era entendido. Casi siempre en el trato iba la conversación, la noticia, la charla distendida y amena, el traer y llevar las noticias e historias de otros pueblos y otras gentes. De quién se había muerto, nacido o casado, de quién se había accidentado o enfermado. Del que se había ido y de lo que le había pasdo al tío Juan o a la tía María. Noticias en fin, de su tierra o de otras. Porque todos estos personajes que visitaban el pueblo solían tener en común lo abiertos de carácter y “ dicharacheros “ que eran, “la labia” que tenían , el gracejo y la simpatía era parte de su personalidad. Todos los pellejos se guardaban esperando la llegada de nuestro personaje y siempre en cada familia solía haber un experto en desollar animales de la mejor manera posible para que su piel sufriera el corte necesario. Esa técnica que se llamaba “ a pellejo cerrado” era dominada por muchos y se transmitía de padres a hijos. Si algo distinguía a estos pellejeros, además de su ristra de mulas, era por su olor característico que les acompañaba. ( Hay una anécdota de tres jovenzuelos que engañaron a uno de estos personajes que os contaré) Las pieles más abundantes que compraban eran las de conejo, cordero, oveja, y alguna cabra o cabrito. Las más cotizadas las de cordero. Pero había otras menos abundantes y más caras como las de caza. Por aquellos años, abundaban en la vega, el páramo y el monte: las liebres, conejos, garduñas, comadrejas armiños hurones y turones, tejones, nutrias, zorros y lobos. Estas pieles aunque más escasas que las domésticas eran muy cotizadas y se pagaban mejor. Recorrido el pueblo, en el que a veces se tardaba más de un día, o éste completo, el pellejero se iba con otro rumbo y a otro pueblo. | |
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09-05-17 16:48 | #13658782 -> 13629701 |
Por:Santos Piriz ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE:PERSONAJES PARA EL RECUERDO Hola Luis, los que hemos conocido a todos estos personajes, los recordamos de vez en cuando, que recuerdos! Un saludo amigo | |
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07-06-17 19:10 | #13686570 -> 13658782 |
Por:delaheraluis ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE:PERSONAJES PARA EL RECUERDO EL CAPADOR De los personajes que visitaban el pueblo, era quizás, el más normal en su vestimenta, el más especialista en su oficio y el que sólo venía una vez al año. Su oficio,” capar” a los gochos. Es decir, quitar testículos a machos y ovarios a hembras. Y, aunque no estaba muy claro el porqué de la práctica, sobre todo en el caso de las hembras, la verdad es que se hacía muy habitualmente. El capador portaba como útiles de su oficio una pequeña mochila o hatillo con varios agujas curvas y rectas, el carrete de hilo de seda, el bote de yodo, unos trapos a modo de gasas y una navaja albaceteña de fina punta y mejor corte que hacía las veces de bisturí. En realidad era un cirujano ambulante de animales haciendo las veces de un veterinario, que por aquel entonces eran escasos y caros. Su formación, la práctica acumulada de cientos de intervenciones iguales y su decisión. Más fácil en los machos que en las hembras pero igual de certeras. Raro era el cochino que enfermaba y moría a consecuencia de ello. Solía venir al pueblo una vez por finales de agosto o septiembre y rápidamente el pueblo sabía de su presencia porque el ambiente se llenaba enseguida de los gruñidos lastimeros de los cerdos. Porque la operación era “en carne viva”. Lo que a partir de noviembre era normal oír en el pueblo por la matanza en esta época lo era por la capadura. Se procuraba hacer en un ambiente más o menos higiénico, a ser posible fuera de la cuadra, por si los otros animales se ponían nerviosos, si no en la calle o patio interior, que previamente se había barrido y regado un poco. Mientras el animal era sujetado el capador se lavaba las manos y brazos, desinfectaba su navaja y se colocaba un gran mandil antes de arrodillarse y comenzar la operación. Durante varios días en la parte afectada del cuerpo del animal quedaba la marca azulada del yodo aplicado como señal y rastro de su dolor. También se les vigilaba un tiempo en la alimentación y estado por si les daba fiebre u otro problema. Tenían el derecho a llevarse los despojos de la operación, pero rara vez y a no ser que fueran del pueblo la hacían. En todos los pueblos, además del ambulante había algún vecino que también practicaba dicha intervención. La compra del gocho, se solía hacer por las ferias del Carmen o la del Cristo. En el pueblo, también se compraban en el Corralón, lugar donde los cochiqueros o porqueros paraban, camino de la feria o vuelta de ella. Se compraban de entre 10 y 15 kilos y se les engordaba a marchas forzadas, para a partir de san Martín, en noviembre comenzar la picatuesta ( en este foro la tenéis explicada). Su sacrificio no solía hacerse antes de que el cerdo pesase unas10 u 11 arrobas, es decir de 100, 110 kilos en adelante. Algunas familias, dependiendo de varias circunstancias, criaban más de un gocho. El cerdo en las casa era necesario y, en cierto modo, fácil de mantener. Era una fábrica de transformar toda la basura orgánica de la casa en rico jamón, tocino y demás. Ya sabéis lo que se dice de dicho animal “ que tiene bonito hasta los andares y que de él se aprovecha todo”. Lo comía todo. Para él eran las mondas de pelar patatas, la verza, los nabos, la remolacha, las hojas, restos de la huerta, manzanas y frutas medio estropeadas, harina, salvados, y, hasta alguna pobre gallina que en la noche se había descuidado en su sueño y había caído en la pocilga. Si no se escapaba rápido era festín para el animal. En las cuadras, economía de espacio las aves compartían rincón con las pocilgas al situarse encima. El capador desapareció pronto, por motivos legales, porque dejó de ser rentable y muchos animales se vendían ya capados. Pero hoy en día, se está poniendo de moda una costumbre que a mí y a más gente nos recuerda al animal. Veréis a muchos jóvenes que en la nariz se ponen un “ narigón”. A los gochos se les ponía para que no hozasen en las pocilgas. También lo llevaba el toro cuando se le sacaba de la cuadra, o se les ponía a las vacas bravías | |
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