Villalba de Guardo - Palencia

LA DIVERSIÓN Y EL NOVIAZGO

Si algo era esperado por las gentes del pueblo eran los días de fiesta.
Los domingos y días festivos eran una bendición para el cuerpo cansado de todo el trabajo semanal sin hora y sin tregua, y un alivio para el espíritu que volaba libre, hacia otros pensamientos y sueños.
Parecía mentira, que los cuerpos agotados, machacados del esfuerzo y curtidos por mil fríos y calores, tuvieran tantas ganas de un día de juerga.
Toda la mocedad esperaba con más ganas que nadie la llegada de esos días y las fiestas de los pueblos de al lado. Adonde se iba en pandilla y se volvía igual, todos juntos en alegre charla y camaradería contando los aconteceres habidos.
Era un calendario que sabían de memoria: San Antonio, la primera en Guardo, que inauguraba el calendario, San Juan en Fresno, San Pedro en Pino y así hasta acabar con San Andrés en Mantinos, que cerraba los festejos.- Lugares no muy lejanos a los cuales se iba andando y se volvía igual , salvo que alguien tuviese familiares, c osa bastante común.
Con el tiempo, al ir a pie o en caballerías, les suplió la bici, luego la moto y por fin el coche. Y se perdió la costumbre de ir todos juntos.
Bastaba que una pandereta hecha de forma artesanal o un “chiflo”, pífano o dulzaina llegase a las manos de alguien y este, empezase a tocar y cantar para que , en un abrir y cerrar de ojos el baile estuviese en su apogeo.
Hubo tocadores de pandereta, muy conocidos y diestros, aparte de solicitados o solicitadas como Tía Benigna y su madre, la tía Isabel y tocadores de “chiflos”, tanto que en el pueblo a una familia se la conocía como “Los Chiflitas” porque los varones tocaban este instrumento muy bien. Los bailes de entonces eran las jotas y el pasodoble , sobre todo. De las jotas la tía Delfina y la tía Brígida conocían de memoria muchas de estas, que tengo recopiladas y algún día os transcribiré.
Si las zaldes del rio, los chopos del “Plantío” y las piedras y frutales de “las Suertes” pudiesen hablar. Cuantas historias de amores nos contarían. Cuantas promesas, ilusiones y sueños oyeron en las tardes de fiesta. Sobre todo en aquellos en los que el buen tiempo animaba al paseo y al juego de miradas de reojo, de palabras cómplices y de gestos.
¡Qué hermoso estaba “El PLantio” y las Suertes” esos días y en ese tiempo!
Siempre era la tarde el momento esperado y siempre después de cumplir con Dios, sobre todo a la salida del rosario. Los mozos y mozas en grupos se iban a pasear, a jugar o a sentarse sobre la verde alfombra de los prados y las eras, a charlar. Siempre que el ambiente estuviese sereno y sin oír la voz de algún cantante o sonase la panderete. Si había baile en estos sitios o en “Regalapisa” todos los pasos se dirigían a ese lugar de encuentro. A veces, el tiempo era desapacible o con lluvia y había que buscar el cobijo de un portalón cualquiera para la diversión u otro lugar.
Pocas eran las parejas que se formaban con mozos o mozas forasteros .
Si era mozo forastero el que ennoviaba en el pueblo y traía intenciones de matrimonio debía pasar por el “aro” y “visto bueno” del resto de los mozos y pagar un “peaje” hasta que era admitido sin mayor problema y pasaba a ser uno más.
La conquista por una u otra parte estaba llena de insinuaciones, miradas, gestos y mensajes lanzados al aire, A veces, con destino fijo, otras, para darse a conocer o manifestar intenciones. En principio todos en grupo y siempre vigilantes los hermanos mayores, sobre todo hacia las chicas.
Cuando una pareja se gustaba y había decidido salir juntos y comenzar un noviazgo había que pedir permiso a los padres. Sobre todo a los de las mujeres, y si se daba la autorización podían empezar a salir juntos y solos, fuera de la vigilancia del grupo, pero buscando los momentos y agudizando el ingenio para lograr un instante de intimidad en el que mostrarse su amor y hablar de sus proyectos. Instantes íntimos que llenaban una vida.
Pero antes de llegar ese momento, habían pasado muchas horas, muchos días, muchos instantes de observación donde ni un gesto, ni una palabra o insinuación caían en el olvido.
Miradas cruzadas, con complicidad, respuestas a opiniones, roces de manos en juegos, apenas perceptibles para la mayoría, más o menos inocentes, encuentros que parecían fortuitos y no lo eran, viajes a la fuente o a las tierras. Cientos de ocasiones, a veces espontáneas , a veces, preparadas hasta la llegada del momento de la relación seria.
En el pueblo, a pesar de que la escuela estaba separada para chicos y chicas pero en el mismo edificio los recreos y juegos eran coincidentes y compartidos.
Todos los juegos en los ratos que el tiempo libre dejaba eran compartidos y lo mismo se saltaba a la comba que se jugaba al marro. Todos juntos.
Era normal que el primer día que ibas a la escuela te pusieran un mote y te asignaban una novia al azar.
El baile era el instante en el que el contacto en la pareja se hacía más cercano y transmitía otras sensaciones que el juego y el paseo no transmitían pero siempre “ que corra el aire”.
Poco a poco y después de infinitos paseos, charlas juegos y bailes solían surgir las parejas, y si el mozo recibía un sí de la moza ¡Bendita la hora! y el momento, porque aquella palabra entre ellos iba hasta la tumba y más allá. Era eterna.
Aquella promesa por lo general solo la rompía la muerte.
La noticia del noviazgo, era conocida por el pueblo en pocos días y cuando llegaba a oídas de los guajes era un objetivo para espiar y perseguir a los novios en los días de fiesta.
Para los niños era una distracción más, un objetivo y hasta un aprendizaje para su vida posterior de mozos y, había que tener sumo cuidado para no ser descubiertos por la pareja.
No solían durar los noviazgos mucho tiempo y si el mozo no había ido a la mili todo se proyectaba para su regreso. Ese era el tiempo que los chicos se daban, pasar el servicio militar para casarse.
Todo el pueblo estaba feliz con la unión de dos de sus hijos y con la fiesta de la enramada y boda consiguiente.
Hoy en día, los matrimonios entre gentes del pueblo, o que ambos sean nacidos en él, son muy raros. Empezaron a serlo a partir de los años setenta.
Una vez que la gente comenzó a tener medios de locomoción y huvo que abandonar el pueblo en busca de futuro, todo cambió.
Por cierto, os voy a pedir ayuda para que hagáis memoria y recordéis cual es el último de estos matrimonios entre hijos del pueblo. Yo, recuerdo dos: el de Lelo y Colas,y el de Ely y Luisito pero no estoy seguro de que haya habido otros después y de esto hace ya más de treinta años.

nacidos los dos greo que no hay ninguno pero que son hijos del pueblo si hay OSCAR Y ALMUDENA Y SOFIA Y ALFREDO Y JOSE MIGUEL Y ANA esos que yo recuerde ahora

Y el tuyo Luis?. Luego también están Raquel y Dani

Voy a disculparme porque ahora he visto que en el penúltimo párrafo huvo es con b y lo tengo mal escrito
A mí, me pasa como a Dani, que mi mujer es hija de un hijo del pueblo Benito, pero no es nacida en él, a pesar que desde pequeña viniera siempre en verano y se sienta parte del pueblín.
Un saludo para todos

Y Chuchi y Raquel.

Hubo otro, pero creo que ya no están juntos

Él es hijo del pueblo pero de ella me cabe la duda si nació en el pueblo o en el pais vasco

Si dices los nombres igual alguien lo puede aclarar.
Saludos